Víctor
Ramírez *
Extraje
del bolsillo trasero un papel, pariente. Ya estaba bastante viejo, pero se
mantenían claritas las letras. Lo desdoblé, y pedí a los amigos que me
escucharan. Quería yo leerles algo que escribiera Frantz Fanon cuando la Guerra
de Argelia -hace de esto sus más de tres décadas.
Antes
les recuerdo que el negro Fanon nació en la antillana y "francesa"
Martinica en 1925; que se doctoró en Medicina, especializándose en psiquiatría;
que se puso al servicio de la revolución independentista argelina contra
Francia; que murió joven, en 1961 -a los 35 años, de cáncer-; que tres son
los libros suyos que conozco: ¡Escucha, blanco!, Los
condenados de la Tierra y Por la revolución africana
(libros de perenne tremenda importancia para quienes se resisten a doblegar el
orgullo de reflexionar por su cuenta y contra toda tiranía...)
Guardaron
ellos silencio y me oirán decir: "Inconscientemente quizás, los
intelectuales colonizados -ante la imposibilidad de enamorarse de la historia
presente de su pueblo oprimido, de maravillarse ante la historia de sus
barbaries actuales- han decidido ir más lejos, descender más lejos, descender
más. Y es así, con excepcional alegría, cómo han descubierto que el pasado
no era de vergüenza, sino de dignidad, de gloria y de solemnidad".
Esto es lo que nos ha ocurrido, pariente, lo que continúa ocurriendo
para la mayoría de nosotros. Tenemos una especie de miedo a encararnos con la
realidad presente, con el pasado más inmediato, y pretendemos lavar nuestra
actual cobardía alabando las hazañas e ingenuidades salvajes de
nuestros antecedentes prehispanos, de los llamémosles guanches (…antepasados
que yo siento como compatriotas, algunos de ellos como ancestros familiares de
quienes biológicamente desciendo, antepasados que siento como actuales
integrantes de la Patria Canaria, permanente Patria a la que pertenezco, Patria
colonizada pero aún no sometida del todo, Patria que algún día veremos
emancipada y soberana).
Continúo
leyendo a Frantz Fanon, pariente: "La reivindicación de una cultura
nacional pasada no rehabilita tan sólo, no justifica únicamente una cultura
nacional futura. En el plano del equilibrio psicoafectivo provoca en el
colonizado una mutación de importancia fundamental".
Sin embargo en esto ha estado nuestra salvación, en no perder
contacto con ese tan lejano pasado. Ahí hemos clavado el garfio de nuestra
rebeldía, y no en los celtíberos, romanos, suevos, árabes, visigodos... y sí
en los imazighen. Por algo será que Doramas y Adargoma, Mayantigo y
Tanausú, Betenjuí y Hupalupa, Beneharo y Benchomo... sean nuestros pasados
compatriotas preferidos (ellos, los que no se rindieron, los que murieron en
Patria aún libre), por algo será, y no ninguno de los que se rindieron o
acabaron vendidos y vendiendo a los suyos. Por algo será.
"No
se ha hecho hincapié suficiente en que el colonialismo no se contenta con
imponer su ley al presente y al futuro del país colonizado, no. Por una especie
de perversión de la lógica, dicha ley se orienta hacia el pasado del pueblo
oprimido, y lo distorsiona, lo desfigura, lo aniquila".
Es esto lo que la tiranía colonizadora ha realizado, tozuda y
sibilinamente, contra nuestra Patria, contra la capacidad de conscienciarnos. Y
continúa realizándolo. Realizó y realiza todo tipo de tropelías para
ocultarnos el verdadero pasado, para distorsionarlo, para incluso ennadecerlo.
Mas no ha podido del todo. Mas siempre queda resquicios de verdad por
donde se cuela la luz de la Historia, la acuciante llamada rebelde de la
herencia. Y gracias a esa luz y a esa llamada nos resistimos a claudicar y a
darnos por vencidos.
27-diciembre-1993
*
Rescatado por Isidro Santana León, 10/05/16 de Víctor Ramírez
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