Racismo, elitismo y huesos

 

 Dailos Tamanca *

 

Uno es consciente de que, entre la mayoría de la población, existe un desconocimiento bastante acusado en torno a las cuestiones históricas; tanto es así que, cuando se habla de asuntos de historia, se tiende a caer en tópicos y prejuicios, así como errores que continuamente se vienen alimentando. Lo que no es de recibo es que éstos errores sean difundidos por personas con un cierto nivel formativo, como es el caso de Alfonso González Jerez, autor de un libelo titulado “Historia y huesos” publicado el pasado 2 de marzo en La Opinión de Tenerife. No, Alfonso González Jerez no es ningún ignorante, y eso hace que su artículo sea aún más grave, pues lo que busca es el engaño, la manipulación, el seguir difundiendo entre la población una serie de tópicos del más rancio ultraconservadurismo, travestido de una pseudoprogresía elitista[1]

A veces, cuando faltan las palabras, puede llegar a ser legítimo inventarlas, por ello, el escritor Víctor Ramírez creó una muy atractiva que es la de “ignorantación”, es decir, difundir falsedades, mentiras, manipulaciones, para hacer a la gente más ignorante. Pues bien, esa es la labor que ha desempeñado Alfonso González Jerez con su artículo,  ignorantar a la gente, haciendo el trabajo de un verdadero policía cultural.

No voy aquí a exaltar la figura de Tenesor Semidán (Fernando Guanarteme), pues no entra dentro de los personajes históricos que gozan de mi simpatía. Por otro lado, es cierto que la labor científica de la arqueología debe estar orientada más a conocer cómo vivían y se desarrollaban las sociedades del pasado, para así comprender mejor las sociedades actuales, que en identificar los restos óseos de Tenesor Semidán (caso distinto, son los restos de represaliados de la Guerra Civil y la dictadura franquista que se encuentran en fosas comunes, y de los que hoy hay familiares directos que esperan darle un entierro digno a los mismos).  El problema es la terminología, pues la palabras no son nada inocentes ni neutrales, y el uso de determinados términos hacen saltar todas las alarmas.

El debate sobre los conceptos de Historia y Prehistoria es bastante amplio, y a día de hoy se considera un tanto arbitrario distinguir entre poblaciones “históricas” y “prehistóricas”, con toda la carga ideológica que ello conlleva, en la que la historia de numerosas poblaciones humanas es ninguneada, despreciada, considerada de segunda categoría, frente a la  “Historia con mayúsculas” de las grandes “civilizaciones”. Racismo y elitismo puro y duro.  Porque también resulta arbitrario decir que una población entra en la historia sólo porque la élite dominante comenzó a utilizar el instrumento de la escritura, mientras el resto de la población sometida permanecería probablemente en la prehistoria, hasta épocas muy recientes en las que el analfabetismo era la norma y no la excepción, pues la escritura no surge precisamente para la difusión de bellas obras literarias, sino como instrumento de administración y dominio de unos estados. Si, a día de hoy, se sigue manteniendo la división entre Historia y Prehistoria es, básicamente, por las fuentes fundamentales para el conocimiento histórico, así, aunque las poblaciones indígenas sí conocían y usaban la escritura, algunos historiadores siguen usando el término Prehistoria porque las fuentes fundamentales para el conocimiento de esas culturas son, bien las arqueológicas, o bien las fuentes escritas exógenas. Sigo sin estar de acuerdo con la utilización del término Prehistoria para hacer referencia a las poblaciones indígenas de Canarias, pero esto es un debate aún vigente y, en todo caso, completamente alejado de las connotaciones que Alfonso González Jerez pretende darle a esos términos.

Connotaciones claras cuando trata de contraponer la denostada “prehistoria” a lo que él considera Historia “de verdad”, exaltando a unos personajes que, por cierto, ya tienen sus homenajes, dedicatorias y museos en las islas, incluyendo Fernando de León y Castillo, máximo exponente en Gran Canaria del caciquismo de la Restauración, o Benito Pérez Galdós que, aunque nacido en Canarias, toda su obra literaria fue elaborada fuera de las islas, siendo la reivindicación de su supuesta canariedad toda una muestra del chovinismo del que se supone que Alfonso González Jerez pretendía huir. Y ahí aprovecha para difundir el peligroso mito de la “sobrevaloración” del patrimonio arqueológico frente al supuesto olvido del patrimonio posterior a la conquista, algo completamente falso, pues si la arqueología en Canarias, generadora de conocimiento científico, pasa hoy bastantes penurias, y buena parte de las intervenciones arqueológicas son intervenciones de urgencia, vemos como se emplean cantidades ingentes de dinero a la restauración y conservación del patrimonio histórico posterior a la conquista, centrándose, claro, en el patrimonio religioso y en las casonas de las élites adineradas. Pero ese elitismo no parece molestar a nuestro periodista, es más, se regodea en él.

Más preocupante es la afirmación de Alfonso González Jerez de que las poblaciones de Canarias anteriores a la conquista se encontraban en el “preneolítico”. Alfonso González Jerez sabe que eso es mentira, sabe cuál es el significado de los términos Paleolítico, Mesolítico y Neolítico. Miente. Manipula. Engaña de forma consciente a sus lectores. Afirmar que las poblaciones de Canarias anteriores a la conquista eran preneolíticas es afirmar que desconocían la agricultura y la ganadería, escupiendo así sobre el trabajo de numerosos arqueólogos e historiadores, sobre las fuentes y sobre el sentido común. Incluso una clasificación de las antiguas culturas canarias como neolíticas sería problemática, pues estas categorías se establecieron en el siglo XIX tomando como base la cultura material europea y de Oriente Próximo, siguiendo un esquema evolucionista unilineal en el que el paso de sociedades cazadora-recolectoras a sociedades productoras equivalía a la aparición de materiales de piedra pulimentada, a la que seguirían la Edad del Bronce, primero, y la Edad del Hierro después, esquema que no resulta válido para otros territorios como América. La cuestión se complica en el caso de Canarias pues, recordemos, el primer poblamiento humano se desarrollo en torno al primer milenio antes de nuestra era, o el cambio de era (es un debate aún vigente dentro de la comunidad arqueológica en el que no vamos a entrar ahora), y lo protagonizaron sociedades norteafricanas que no se encontraban en el Neolítico, sino en otra estadio de desarrollo mucho posterior y que usaban, por cierto, metales en su lugar de origen, si queremos seguir el esquema tradicional. Simplemente, en Canarias no existían materias primas para una transformación metalífera y, en segundo lugar, las poblaciones norteafricanas que arribaron a las islas debieron adaptarse a un ambiente completamente diferente al de sus lugares de origen.

El hecho de que considere “disparatado” poner “al mismo nivel” a Tenesor Semidán que a Fernando León y Castillo, Gregorio Chil y Naranjo o Benito Pérez Galdós, señor mío, es puro y duro racismo. Así de sencillo. Para Alfonso González Jerez hay culturas superiores y culturas inferiores, consideración que, desde un punto de vista progresista, humanista o democrático, no sólo es que no se pueda sostener, sino que además debe ser combatida.

Ante toda esa sarta de barbaridades, ante esta gran impostura, era necesario responder.  Y comparto que la investigación histórica no debe centrarse en si tales restos humanos pertenecieron o no a la persona concreta de Tenesor Semidán, existen otras líneas de investigación que pueden arrojarnos más luz para el conocimiento de nuestro pasado, la historia no debe centrarse en la vida y milagros de las “grandes personalidades”, llámense Fernando Guanarteme, Fernando León y Castillo o Gregorio Chill y Naranjo.

*  Dailos González Díaz

Licenciado en Historia.

 

[1] laopinion.es/opinion/2016/03/02