¿Qué
pensará Dios de todo esto?
Puesto que Dios lo sabe todo, debe de tener alguna opinión sobre la azarosa
actualidad del planeta, aunque no se haya dignado manifestarse. Pero algo
tendrá que ver, el Altísimo, con el calentamiento global, la crisis del euro,
el despertar de los volcanes, el auge de los parricidios que Él empezó a
ensayar con Abraham, y hasta con la mayoría absoluta de Rajoy. Quizás su
avanzada edad ya no le permite estar al tanto de todo, como cuando era un
jovenzuelo impetuoso que ponía a Egipto perdido de langostas o charlaba con
Moisés sobre cómo cruzar el mar Rojo en carromato. Cabría también la
posibilidad de que el anciano Dios sufriera Parkinson, y hubiera contagiado sus
temblores a ámbitos tan dispares como la Bolsa y los movimientos telúricos del
subsuelo, cada vez más frecuentes. Su consejero delegado en la Tierra tampoco
se ha pronunciado, más allá de las habituales vaguedades pontificias, y debe de
ser el único mortal que no ha opinado aún sobre la prima de riesgo.
Como Dios siempre fue de derechas, nada se libró de su furia privatizadora,
y puso el planeta en manos de los más poderosos. También decidió en un
santiamén que no habría paz en este pequeño mundo, apenas una pepita en el gran
melón del universo. Su suprema voluntad estableció asimismo que el hambre y la
riqueza cohabitaran, divinamente, por los siglos de los siglos. Aunque de vez
en cuando el Altísimo se despista un poco, y estallan en la Tierra revueltas y
revoluciones que alteran el orden establecido. Pero el Creador no se chupaba el
dedo cuando inventó al hombre, y lo fabricó a su imagen y semejanza, tan
conservador como Él mismo. Así que las revoluciones, aparte de estallar de uvas
a peras, suelen acabar mal, pero hacen mientras tanto las delicias de
tertulianos y columnistas. El último brote levantisco se le escapó a Dios en el
norte de África, aunque los infieles del lugar digan que es territorio de Alá.
Allí se han cargado a algunas dictaduras, pero la trama se corregirá al final
instalando en su lugar tiranías religiosas legitimadas democráticamente, lo
cual nos permitirá juzgar las futuras atrocidades con mayor benevolencia.
Dentro de nada el rey de Marruecos nos parecerá el no va más de la
modernidad.
En vista de los horrores y truculencias de la historia de la humanidad,
cabría pensar que este mundo es una venganza del Creador, que su origen reside
en algún cabreo supremo. Quizás podría explicarse en razón de una fortuita y
dolorosa defecación estelar de la Divinidad, consecuencia de un previo
estreñimiento cósmico. Tanto sufrimiento debió de causarle lanzar aquel enorme
pedrusco, en medio del frenesí creacionista, que su divina memoria decidió
vengarse atrozmente de los habitantes de aquel planeta para toda la eternidad.
Aunque visto desde hoy, resulta extraordinario que Dios diseñara el Universo
desde su absoluta soledad, sin corte celestial ni ministros que pudieran
llevarse comisiones a cambio de fomentar la vida en tal o cual galaxia. Dios no
tuvo yernos, como el rey de España, aunque sí terminó siendo padre en
condiciones algo extravagantes.
Así estamos, sin noticias de Dios acerca de tantas y tan grandes
calamidades. El Ser Supremo nunca ha llegado a pronunciarse en los momentos más
azarosos de la humanidad, y tampoco se prodiga ya con milagros mediáticos como
Fátima o Lourdes. Quizás esté muy ocupado con los lugareños de otras galaxias,
cuyas pesadumbres y fechorías podrían ser infinitamente superiores a las
nuestras. O puede que ande esperando el juicio a Isabel Pantoja, con el fin de
hacerse visible y obrar algún prodigio. Para exculpar a Dios de sus despistes,
sus altos ejecutivos en la Tierra se apuntaron a la doctrina del libre
albedrío: nacemos y morimos sin elección posible pero entre uno y otro
acontecimiento somos libres de asesinar a la pareja o de robar un bolso en
Louis Vuitton. La presencia de Dios sólo se detecta
por el hecho de que, milagrosamente, los ricos son cada vez más ricos a pesar
de la crisis, o gracias a ella. Es discutible afirmar que Dios no juega con los
dados. En todo caso disfruta matando fichas con el parchís.
Artículo de opinión publicado en el
periódico LA PROVINCIA/Diario de Las Palmas el 11 de diciembre de 2011.
Autor: AMADEU FABREGAT