PURPURARIAS Y AFORTUNADAS
Francisco García-Talavera[1]
Fig. 1.- Islas más allá de las Columnas de Hércules
En
una fresca noche de febrero de 1976 zarpamos a bordo del “Agamenón”, un
pequeño barco cedido por el Instituto Oceanográfico de Tenerife para la que
resultaría, a la postre, una expedición histórica. Íbamos a bordo nueve
componentes de un equipo científico multidisciplinar perteneciente al Museo
Insular de Ciencias Naturales de Tenerife y a
No era la primera ni la última vez que visitamos las Salvajes, pero resulta curioso que en esta ocasión el nombre de la embarcación que nos transportó allí, hace 30 años, fuera el de “Agamenón”, héroe mítico de la antigüedad griega que, en cierto modo, guarda relación con el tema de este artículo.
Más de una veintena de campañas oceanográficas y expediciones científicas nos han permitido conocer a fondo la naturaleza y geografía de los archipiélagos macaronésicos y las costas de “Berbería”, desde Azores a Cabo Verde y desde Marruecos a Senegal. La experiencia adquirida nos ha enseñado a interpretar y contrastar datos e información. Sin ella habría sido muy difícil llegar a elaborar la hipótesis propuesta. Del mismo modo, los conocimientos acumulados a lo largo de tantos años de investigación sobre el pasado de nuestras islas y de la fachada atlántica del vecino continente, han contribuido, en buena parte, a mi “atrevimiento” al abordar un tema que no ha hecho más que generar controversia y confusión a lo largo de siglos. No es que pretenda con esta humilde aportación despejar todas las incógnitas planteadas, pero sí contribuir en lo posible a ello, sugiriendo nuevos caminos, con una hipótesis factible y razonable.
En esta difícil tarea de identificación nesonímica, la interpretación de los pocos textos antiguos que hacen referencia a nuestro archipiélago debe ser extremadamente aséptica y flexible, teniendo en cuenta que estamos hablando de unos hechos que ocurrieron hace más de 2.000 años, cuando la realidad geográfica, climática, política, económica y tecnológica era muy diferente a la actual. Sólo desde esa perspectiva diacrónica y con esas premisas generosas intentamos aproximarnos a la verdad.
Del mito a la realidad geográfica.
Desde
que estas islas fueron consideradas el extremo
occidental de la antigua Ecumene -o sea, el límite hacia el Oeste de
Pero
es con Estrabón (
Las Islas de los Bienaventurados (Afortunados) de Plutarco
Entre todos los textos antiguos de la época romana existen tres que, desde nuestro punto de vista y el de otros investigadores, son claves para discernir -cuando se hace referencia a las Afortunadas- si se trata de islas reales pertenecientes a Canarias o a Madeira. El primero de ellos se lo debemos a Plutarco (Ca. 96 d.C.) quien, en su biografía de Sertorio (Vidas, VIII-IX), dice lo siguiente:
Fig. 2.- Moneda fenicia con navío
Pues
bien, la primera conclusión a la que llegamos tras la interpretación de este
texto de Plutarco es que, según le
contaron a Sertorio los marinos béticos del sur de Iberia, a comienzos del
siglo I a.C., las islas de las que
venían -posiblemente de pescar- estaban
ya habitadas. El hecho de que fueran dos, separadas por un breve estrecho,
con un clima suave y con poca lluvia, pero con un suelo fértil que produce
muchos frutos, y a una distancia de 10.000 estadios (unos
Otro dato importante es que Plutarco se refiere a los pobladores de estas islas como bárbaros, indicando que, al menos en esa época, sus habitantes (los mahos) continuaban con sus costumbres y cultura ancestrales y, por lo tanto, no eran gentes totalmente “punizadas” o “romanizadas” -a pesar de sus frecuentes contactos con esas culturas mediterráneas- sino una población paleobereber de origen norteafricano. Este hecho ha sido ratificado también genéticamente ( Rando et al., 1999 y Maca Meyer et al., 2004, entre otros). Según estos autores, el poblamiento humano de Canarias se produjo de Este a Oeste, comenzando en Lanzarote y Fuerteventura, y con una población claramente portadora de marcadores genéticos norteafricanos (haplogrupos de ADN mitocondrial), que perviven en los actuales canarios.
Las Afortunadas de Pomponio Mela
Otro
de los textos que hemos escogido como importantes para definir y localizar a
estas islas de
“Situadas enfrente, las islas Afortunadas abundan en plantas que crían espontáneamente, y con los frutos que nacen sin parar unos tras otros alimentan a sus despreocupados habitantes más felizmente que a otras ciudades civilizadas. Una isla es muy célebre por la extraña naturaleza de dos fuentes: los que han probado el agua de la una acaban muriéndose por la risa que les provoca; mas para los afectados por este mal, el remedio consiste en beber agua de la otra fuente”.
Al
igual que Plutarco, que escribió su obra (Vidas)
a finales del siglo I d. C., Pomponio Mela nos habla de unas agradables y fértiles
islas habitadas, cuyos “afortunados” pobladores viven tranquilos y felices
con sus recursos. Pero, a diferencia de aquel, no menciona el número de islas
Afortunadas, lo que hace difícil su localización, aunque sí las sitúa
“enfrente” (de la costa atlántica del sur de
Las Afortunadas de Plinio y las Purpurarias de Juba
El
tinte natural color púrpura, símbolo de nobleza, poder y riqueza en
Tras
la fundación de Cartago (actual Túnez) por los fenicios en el año
Con
la caída de Cartago (
Si ahora analizamos el texto fundamental de Plinio (Historia Nat. VI, 32) -el más importante y trascendental sobre la identificación, la geografía y naturaleza de las Islas Canarias (al menos parte de ellas) en la época romana- vemos que comienza diciendo:
“Y no hay una información más segura de las islas de
Dado
que el mismo Plinio sitúa a los Autóloles entre el Cabo Guir y el Cabo Jubi (Hist.
Nat. 5.10) cabe pensar que se está
refiriendo a las Canarias orientales, distribuidas y alineadas casi
paralelamente a esa costa, y a unos
Sin embargo, la mayoría de los autores recientes se inclinan por el islote de Mogador a la hora de localizar las Purpurarias, sobre todo a raíz de las investigaciones de A. Jodin (1967), que encontró allí restos arqueológicos de un establecimiento romano de la época de Juba y, sobre todo, abundante material fenicio-púnico datado entre los siglos VII y VI a.C., que se corresponderían con una factoría de la época. Todo esto viene avalado, además, por documentos antiguos como el “Pseudo Escilax” en el que se llega a identificar Mogador con la célebre isla de Cerne.
Nosotros,
en cambio, somos contrarios a localizar las islas Purpurarias en Mogador, entre
otras razones, porque en realidad se trata de un islote de apenas 0,5 km2
de superficie,
Fig. 3. Islote de Mogador (Foto del autor)
Al igual que nosotros, P. Barker-Webb y S. Berthelot (1836-1850), G. Chil y Naranjo (1876), A. Díaz Tejera (1988) y otros, sitúan las Purpurarias en Lanzarote y Fuerteventura, pero en nuestro caso, como explicaremos más adelante, incluimos el archipiélago Chinijo y Lobos, como también lo hizo Álvarez Delgado (1944).
Siguiendo con el mismo texto, Plinio dice a continuación:
“Hay quienes piensan que mas allá de éstas (las Purpurarias) están las Afortunadas y algunas otras islas, de las que el mismo Seboso transmite también las distancias diciendo que Junonia dista de Gades 750.000 pasos y que a otros tantos en dirección al ocaso están Pluvialia y Capraria; que en Pluvialia no hay otra agua que la de lluvia; que a 250.000 pasos de éstas se encuentran las Afortunadas enfrente del costado izquierdo de Mauretania, en el rumbo de la octava hora del Sol, que se llaman Invalle por su concavidad y Planasia por su aspecto, que el contorno de Invalle es de 300.000 pasos y que en ella crecen árboles de una altura de ciento cuarenta pies”.
Fig. 4. Invalle: Curral das Freiras (Madeira)--------------------- Fig. 5. Planasia: Porto Santo
Invalle y Planasia
Aquí Plinio está diferenciando claramente las Purpurarias de las Afortunadas y señala, además, la existencia de “otras islas” (que podrían ser las Salvajes). Es obvio que la información que relata la obtuvo a través de otros autores como Seboso y, por lo tanto, al no llegarnos de primera mano, los datos geográficos, distancias y medidas hay que tomarlas con ciertas reservas.
Estamos
convencidos de que para Plinio, al
igual que otros, las Afortunadas eran
Madeira y Porto Santo, pues en su
descripción dice que son dos: “ Invalle
(Madeira) por su concavidad y
Planasia (Porto Santo) por su
aspecto plano. Los que conocemos bien estas islas hemos observado que las
impresionantes “ribeiras” de Madeira, algunas con paredones de más de
El
contorno de 300.000 pasos (1 paso =
También podemos añadir que, en el texto que comentamos, la orientación de las Afortunadas (Madeira) es bastante real, puesto que las sitúa “hacia el ocaso, en el rumbo de la octava hora del sol” (probablemente partiendo desde Gades, que equivaldría al oeste-suroeste), y “enfrente del costado izquierdo de Mauritania” (la fachada atlántica del Norte de Marruecos).
Pero
cuando habla de la distancia, transmitida por Seboso, de 750.000 pasos desde
Gades a Junonia se está refiriendo a una de las Purpurarias (para nosotros
También
nos dice que Pluvialia y Capraria, más al ocaso, distan otro tanto (de Gades,
no de Junonia). Estas islas podrían corresponderse con las Salvajes –aunque
el nesónimo Capraria se repite y suscita dudas- y a partir de ellas calcularía
la distancia a las Afortunadas (Madeira) de 250.000 pasos (
Veamos ahora la continuación del célebre texto de Plinio:
Fig.6.- Posible itinerario de la expedición de Juba
“Juba averiguó sobre las Afortunadas lo siguiente: que también están situadas bajo el Mediodía (hacia el Sur), cerca del Ocaso, a 625.000 pasos de las Purpurarias, de suerte que hay que navegar por encima del Ocaso 250.000 pasos y a continuación se busca el Orto durante 375.000 pasos. Que la primera, sin rastro alguno de edificios, se llama Ombrion; que tiene entre los montes una charca y unos árboles parecidos a la férula de los que se obtiene agua exprimiéndolos, de los negros amarga y de los más blancos agradable de beber; que la segunda se llama Junonia; en ella hay un pequeño templo construido únicamente con piedras, que muy cerca está la isla menor del mismo nombre, a continuación Capraria, repleta de lagartos; que a la vista de ellas está Ninguaria, que ha recibido su nombre de sus nieves perpetuas, cubierta de nubes. Que la más cercana a ésta se llama Canaria por la cantidad de canes de enorme tamaño, de los cuales le trajeron dos a Juba; que en ella (Ninguaria) aparecen ruinas de edificaciones. Que si bien todas abundan en cantidad de frutos y de aves de toda clase, ésta (Ninguaria) asimismo abunda en palmeras productoras de dátiles y en coníferas; que hay abundancia de miel y que también se crían papiros y siluros en los ríos; que estas islas están infestadas de monstruosos animales marinos en putrefacción que el mar arroja a tierra frecuentemente.
Las verdaderas Purpurarias
Fig.7. Archipiélago Chinijo (Foto L. Sánchez-Pinto)
La primera conclusión a la que llegamos tras la lectura de esta parte del relato es que Juba, o sus informantes, conocieron de primera mano las Afortunadas, esto es, Madeira y Porto Santo, a las que diferenciaban claramente, como ya comentamos, de las Purpurarias, o sea, las Canarias orientales.
Para poder fijar el rumbo y las distancias tan aproximadas (625.000 pasos y no 500.000 ó 750.000) tuvieron que realizar el viaje, porque dice Plinio: “Juba averiguó sobre las Afortunadas…” y en párrafos anteriores, como ya hemos señalado, también comenta: “Hay quienes opinan que más allá de éstas (Las Purpurarias) están las Afortunadas… en el rumbo de la octava hora del Sol…”
Pero, en nuestra opinión, lo que quizás haya creado la confusión que se ha venido arrastrando hasta la actualidad, es que esas distancias y rumbos se referían al trayecto de navegación menos complicado, según la dirección de los vientos dominantes y las corrientes marinas: o sea, desde Madeira al Archipiélago Chinijo. Estamos convencidos de que, al menos inicialmente, y eso es lo que reflejan las palabras de Plinio, Juba, o sus emisarios, no conocían el resto del archipiélago canario. Todo esto nos lleva a replantear muchas cosas.
Así,
el trayecto desde las Afortunadas a las Purpurarias para cubrir la distancia de
625.000 pasos (949 km
) de que nos habla Plinio pudo ser el siguiente: saliendo de Porto Santo, la
isla más “habitable” en aquellos momentos, se recorren 250.000 pasos (370
km
) con rumbo norte-sur (sobre el Ocaso), pues según ellos las Afortunadas
estaban en el límite de lo conocido, en donde se ponía el Sol, y por
consiguiente mucho más al poniente que las Canarias orientales. Tras unos dos días
de navegación llegarían a la altura de las islas Salvajes, desde las cuales
muy rara vez se divisa el Teide, y desde allí tomarían rumbo este (hacia el
Orto) para cubrir 375.000 pasos (
Fig.
8. Roma en el año
Veamos
ahora la descripción que hace de cada una de las seis
islas Purpurarias (no de las Afortunadas). Este es, según nuestra hipótesis,
el segundo y más importante error de interpretación del texto. La
descripción que hace Plinio es de las Purpurarias, que eran las islas donde
Juba decidió producir la púrpura.
El
rey mauretano conocía o sabía de las Afortunadas y probablemente las tendría
como reserva de pesca, de madera, o como un buen lugar donde retirarse. Pero las
verdaderamente estratégicas eran las Purpurarias, por su cercanía al
continente y por sus recursos, marinos fundamentalmente, entre los que no
debemos olvidar la sal.
Fig.
10.- Caldera de Alegranza
El “estanque” de Ombrion
El
derrotero seguido por las naves de Juba -posiblemente siguiendo referencias
cartaginesas o de marinos de Gades, aunque, con toda seguridad, ellos conocían
la ruta directa desde Lixus o Mogador- sería: saliendo desde Madeira y
pasando por, o muy cerca de Salvajes, arribarían en primer lugar a Ombrion
(Alegranza) que, según comenta Plinio, tenía
una charca en sus montes. Pues bien, en el interior de la caldera de
Alegranza en aquella época, mucho más lluviosa que la actual, es muy probable
que hubiese una pequeña laguna. Esto ocurre actualmente en las calderas de
Azores y no era infrecuente, hace siglos, encontrarse con estas charcas en el
interior de calderas y conos volcánicos antiguos de Canarias (Montaña Birmagen
y
También
nos dice que “en sus montes crecían
unos árboles como la férula, de los que se obtenía agua (o jugo)
amarga en unos y buena
para beber en otros”. Lo
cual nos está indicando, además, que se trataba de la zona xérica de una isla
baja y sin vegetación arbórea como Alegranza y no de la exuberante
A
la vista de esto, creemos que la tabaiba debe ser otro de los productos a tener
en cuenta entre los recursos naturales que ofrecía Canarias en
Otro hecho importante que podemos deducir de todo ésto es que probablemente Juba no llegó más abajo de Mogador, pues solamente un poco más al sur, en el litoral de Cabo Guir (Aguer) aparece el que consideramos como paradigma de los “enclaves macaronésicos continentales”, conteniendo abundantes tabaibales y, por lo tanto, si los hubiese conocido, no se referiría a las euforbias como “extrañas plantas parecidas a la férula”. Los que sí llegaron, con seguridad, fueron los fenicios y cartagineses en sus periplos por las costas africanas.
El “templete” de Junonia
Siguiendo
con el texto, la segunda isla que nombra es Junonia
(
El
reciente descubrimiento, por parte nuestra, de un yacimiento paleontológico
del Holoceno marino conteniendo restos arqueológicos consolidados (García-Talavera,
2002), viene a confirmar la presencia y estancia en
En
las inmediaciones de este importante yacimiento, y posiblemente relacionados con
él, se encuentran los restos semienterrados de lo que parece ser una construcción
de grandes piedras calcareníticas extraídas del mismo lugar –algunas con señales
de haber sido trabajadas- que ocupa una superficie visible de unos
Junonia Minor y los lagartos de Capraria
El texto de Plinio nos habla también de otra isla más pequeña y cercana a Junonia, Junonia Minor, que para nosotros no puede ser otra que Montaña Clara. Y luego pasaron a Capraria (Lanzarote), donde encontraron que estaba, según relata: “lacertis grandibus refertam”, cuya traducción debería ser: “plagada de lagartos o con grandes concentraciones de lagartos” y no, como se ha venido repitiendo por la mayoría de autores: “repleta de grandes lagartos”. Esta es otra repetitiva confusión, por mala traducción, que ha llevado a gran parte de esos investigadores a trasladar Capraria a El Hierro, amparándose, también, en la descripción que de esta isla se hace en Le Canarien (“…lagartos enormes como gatos”). Todos sabemos que en las islas Canarias orientales abundan los lagartos, pero éstos son de pequeño tamaño (Gallotia atlantica), en comparación con los de las otras islas, los cuales evolucionarían así debido a los condicionantes ecológicos insulares.
La “nieve” de Ninguaria
A continuación viene una parte muy importante, en nuestra opinión, del texto de Plinio:
“…que a la vista de ellas está Ninguaria, que ha recibido este nombre de sus nieves perpetuas, cubierta de nubes…”.
Desde
lo alto de
Fig. 9.- “Nieves perpetuas”: nubes y arenas organógenas en las cumbres de Jandía
Decimos que es importante este fragmento del texto, porque con la nueva interpretación que le damos cambia todo el sentido del mismo, al igual que sucedió con la confusión entre Purpurarias y Afortunadas.
Para nosotros Ninguaria no es lo que se ha aceptado hasta ahora como una evidencia: Tenerife, por las nieves perpetuas. Aunque pueda parecer descabellado, se trata de Fuerteventura, la isla principal y con más recursos de las seis del relato pliniano. Veamos por qué. Si asumimos, como ya hemos comentado, que el derrotero seguido por las naves de Juba al llegar a Ombrion (Alegranza) es hacia el sur, visitarían primero el archipiélago Chinijo y luego Lanzarote. Desde allí observarían una gran isla cuyas montañas estaban cubiertas de nubes -formadas por los alisios, muy intensos en las estaciones de primavera y verano, que es cuando se viajaba en aquella época- dejando entrever en sus laderas depósitos blanquecinos, sobre todo en Jandía. Lo que a ellos les pareció nieve desde sus naves y a distancia, no era otra cosa que la blanca arena organógena transportada por el viento y acumulada en manchones, contrastando con las oscuras rocas basálticas. Nosotros hemos podido comprobar personalmente este efecto recorriendo en barco las costas de barlovento de Jandía en días nublados. Todo esto nos lleva a pensar, también, que la descripción que relata Plinio sería producto de un primer viaje de reconocimiento y que apenas desembarcaron en las islas en aquellos momentos, máxime si, como hemos apuntado, ya estaban pobladas Lanzarote y Fuerteventura, y temían ser atacados.
Los “perros” de Canaria
Asimismo,
consideramos que la interpretación de este fragmento es de suma importancia,
dada la trascendencia que ha tenido y la que, a su vez, tendrá esta nueva
lectura del texto de Plinio. Todos los autores, prácticamente sin excepción,
han dado por hecho que
Fig. 10.- Lobos marinos
Recientemente,
Jiménez (2005) ha resaltado el hecho de que los
“canes” de Canaria no eran perros sino “lobos marinos”,
con lo cual estamos de acuerdo, pues esta “novedad” ya la habíamos
comentado hace años en algún medio de comunicación y a él personalmente.
Pero, con lo que no estamos de acuerdo, es que a los emisarios de Juba les
llamara la atención la gran abundancia de lobos marinos en una sola isla y que
ésta fuera Gran Canaria, ya que, probablemente,
estaría habitada y los lobos marinos extinguidos o a punto de hacerlo.
Por otra parte, su abundancia en la isla de Lobos en aquella época, también
nos está indicando que Lanzarote y Fuerteventura ya estaban pobladas por los
mahos, que explotaban, y probablemente comerciaban, con ese recurso (pieles,
sebo, carne), como lo atestigua el inventario arqueológico de
Lo que viene a continuación del texto se refiere a Ninguaria (Fuerteventura) y no a Canaria, como repetitivamente se ha ido copiando e interpretando por malas traducciones del texto original. Después de un punto y coma, dice:
“…; que en ella (Ninguaria) aparecen vestigios de edificaciones (un signo más de que estaba o estuvo habitada); que si bien en todas abundan en cantidad los frutos y aves de toda clase, ésta asimismo abunda en palmeras datileras y en coníferas”.
Los “frutos” que comenta Plinio, no son frutas como normalmente imaginamos, sino productos o recursos naturales, fundamentalmente marinos. Y las aves, tanto nidificantes como de paso, en aquella época serían muy abundantes en las islas e islotes orientales de Canarias.
Asimismo,
sabemos que siempre fueron conocidos los grandes palmerales de
Fuerteventura, muchos de los cuales eran de la palmera datilera (Phoenix
dactylifera), como se documenta desde la conquista. Más problemático
parece, a primera vista, lo de las coníferas, pero una vez más hay que acudir
a la perspectiva temporal y a la diacronía, con flexibilidad en la interpretación
y darnos cuenta de que es posible que en los altos de Jandía existiesen pinos
(hace 18.000 años la altura de la isla sobre el nivel del mar era de casi
Fig. 11.- Charco en el Bco. de los Molinos, Fuerteventura ( Foto L. Sánchez- Pinto)
El “papiro” y “los siluros”
Sigue el texto: “que hay abundancia de miel y que se crían también el papiro y siluros en los ríos”.
La abundancia de miel es muy fácil de constatar pensando en una época más lluviosa y húmeda que la actual, con abundante floración en primavera (como sucedió 7.000 años antes con la gran proliferación de las abejas Anthophoridae. Pensemos que por aquel tiempo, en la vecina costa africana aún había grandes ríos y lagos, con cocodrilos, hipopótamos, elefantes y otros animales tropicales.
Los ríos a los que se refiere Plinio son los grandes barrancos de Fuerteventura (la isla con más recursos hídricos y de toda índole entre las Purpurarias) que en aquel tiempo serían verdaderos cursos fluviales. Incluso hoy en día subsisten algunos con flujo continuo de agua, como es el caso del Barranco de los Molinos, en cuyo cauce hay grandes charcos con abundantes juncos (Scirpus holoschoenus ), el papiro a que se refiere Plinio, y anguilas (Anguilla anguilla), los siluros del texto, que todavía son pescadas en Fuerteventura, al igual que en Gran Canaria, Tenerife y otras islas ( Lorenzo Perera et al., 1998).
Por último, Plinio también hace referencia a que “estas islas (las Purpurarias) están infestadas de monstruosos animales en putrefacción que el mar arroja a tierra frecuentemente.”
Se trata, indudablemente, de los varamientos por causas naturales de ballenas, rorcuales, cachalotes, calderones y otros cetáceos. Es este un fenómeno que, desgraciadamente, se sigue produciendo en nuestras costas, aunque ahora, casi siempre es debido a la acción antrópica (contaminación, maniobras militares, embarcaciones rápidas, etc.).
El mapa de Ptolomeo
Fig. 12.- Reproducción del mapa de Ptolomeo, siglo II DC, con las 6 islas Purpurarias
Consideramos, finalmente, que la clave que nos ha llevado a plantear esta nueva hipótesis -que de antemano sabemos va a generar mucha polémica- está en la “Guía Geográfica ” de Claudio Ptolomeo, en cuyos mapas sitúa a las islas de los Bienaventurados (Makáron nêsoi) en el meridiano 0. Al observar algunas de las reconstrucciones de su mapa del mundo occidental conocido, vemos que en la mayor parte de las ediciones medievales aparecen las seis “Fortunatas insulas” (las Purpurarias de Plinio) alineadas paralelamente a la costa atlántica norteafricana y prácticamente situadas entre los meridianos 0 y 1. Los nombres griegos que le asigna Ptolomeo se corresponden, a grosso modo, con los de Plinio, y son, de norte a sur: Aprósitos (Ombrion), Heras (Junonia), Pluitale (Junonia Minor), Kaspeiria (Capraria), Kanaria (Canaria) y Pintuaria (Ninguaria).
La conclusión que sacamos de todo esto es que en la época del geógrafo egipcio Claudio Ptolomeo (100 – 178 d. C.) se seguía conservando la tradición pliniana sobre la situación de las seis Afortunadas – Purpurarias, y no figuraban todavía otras islas, aparte de las que representa mucho más cercanas a la costa de Mauretania (Mogador y otras), que nada tienen que ver con ellas. Pero lo más importante para nosotros, además del número (6), es el orden en que las sitúa de norte a sur, pues en todas las versiones aparece Aprósitos = Ombrion en primer lugar y Ninguaria (Pintuaria) como la última, la más meridional. En este sentido, debemos añadir que el nombre griego Aprósitos (Inaccesible) que le asigna Ptolomeo a Ombrion está acorde con las grandes dificultades que, aún hoy en día, encontramos a la hora de desembarcar en Alegranza.
La
penúltima isla que Ptolomeo sitúa en su mapa
es Canaria (Lobos), colocándola entre Kapraria (Lanzarote) y Ninguaria.
Esto concuerda perfectamente con nuestra hipótesis:
Canaria es la isla de Lobos y
Ninguaria Fuerteventura, y además creemos que este discurso es más
coherente con el texto de Plinio, ya que de esta manera se evitan los
“malabarismos” y “arreglos” que muchos autores “Canaria -centristas”
tienen que hacer para situar a Canaria como la última y principal del relato de
Plinio y además, albergando “manadas”
de grandes perros, cuyos restos nunca han sido documentados arqueológicamente.
Y en el caso de que esto fuera así, entonces sería lógico pensar que si Juba
conoció Gran Canaria, también tuvo que conocer Tenerife (la mayor, más alta y
más visible a distancia) y, en consecuencia,
En
fin, Purpurarias o Afortunadas, da lo mismo. Aquí
[1][1] Director del Museo de Ciencias Naturales (OAMC) de Tenerife.
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