«» Wladimiro Rodríguez Brito *
[... La sostenibilidad en Canarias requiere unas leyes ambientales que hagan compatibles los usos tradicionales del mundo rural con la política ambiental. Un pacto del territorio con un compromiso entre los distribuidores y consumidores con la gestión del medio rural, acto que haga posible producir con precios que garanticen costos tanto a los productores como a los consumidores, que excluyan las importaciones en sistema dumping o carentes de aranceles de terceros países...]
Tenemos la mala costumbre de asociar nuestra alimentación a los puertos, en un lenguaje que, por otro lado, identifica al campo, la agricultura y la ganadería con tiempos pretéritos, superados. Ahora nos hablan del abastecimiento de las Islas, incluso los que más han hecho por su desagrarización (las cadenas de supermercados), cargando los posibles problemas a los portuarios. Aquí y ahora tenemos la obligación de entender que los agricultores y ganaderos producen alimentos, y el hombre ha domesticado los animales y parte de las plantas incorporando trabajo y conocimiento en lo que hoy llamamos agricultura, y gracias a tal actividad el planeta mantiene algo más de 7.000 millones de habitantes. Por ello, la agricultura en Canarias es también futuro.
En nuestras islas nos hemos alimentado con productos locales hasta los años 60 del siglo XX. Importando cereales, aceite, azúcar y poco más. En 1950 el 40% del PIB de las Islas procedía del campo. Hoy este campo es algo testimonial. En el PIB apenas alcanza el 2%, como algunos hacen notar para restarle valor. Otros entendemos que lo que se produce aquí y ahora es mucho más que datos del PIB. Es cultura, es la manera de vivir y estar de muchos canarios, sobre todo del mundo rural. También son señas de identidad, poblamiento, paisaje, garantía en la lucha contra la erosión y, sobre todo, retirada de vegetación en la prevención de incendios, cada día más asociados a los campos abandonados.
Los huertos y la comida. En los últimos años hemos dejado de cultivar más de 100.000 hectáreas, pasando de las algo más de 140.000 (19% del territorio canario) a situarnos en unas pírricas 40.000. También es revelador el dato de que los activos del sector primario no alcanzan las 20.000 personas, es decir, 1 por cada 2 hectáreas cultivadas, a lo que hemos de añadir los agricultores de fin de semana, pensionistas, y otros, considerados como supuestos defraudadores con las supuestas rentas en B, víctimas de unas leyes alejadas de los problemas del campo, tanto en aspectos ambientales como, por supuesto, problemas con la Seguridad Social y Hacienda, y que desprecian el aporte de conocimiento y actividad básica como maestros de la tierra en el agro de las Islas, huérfano del saber y de ilusiones que erosionan. Una burocracia que frena cualquier actividad en el medio rural.
La lectura entre lo que producimos y las demandas de cada día ponen de manifiesto que el autoabastecimiento es posible en gran parte de las necesidades, excluyendo el importante capítulo de los cereales. Tenemos terrenos suficientes para autoabastecernos en papas, hortalizas, fruta, vino, queso y leche (con aporte del exterior), y mejorar significativamente en sectores como el de la carne y los huevos. Ello significa incorporar al mundo rural otros 20.000 campesinos más, potenciando una actividad agroganadera básica en la prevención de incendios, ya que el pastoreo y la agricultura son parte esencial en la lucha contra los mismos.
La sostenibilidad en Canarias requiere unas leyes ambientales que hagan compatibles los usos tradicionales del mundo rural con la política ambiental. Un pacto del territorio con un compromiso entre los distribuidores y consumidores con la gestión del medio rural, acto que haga posible producir con precios que garanticen costos tanto a los productores como a los consumidores, que excluyan las importaciones en sistema dumping o carentes de aranceles de terceros países.
Los puertos y los huertos son una oportunidad para una lectura política de otro campo y otra economía más solidaria y sostenible en Canarias, pues es irónico que importemos 60 millones de kilos de papas mientras que 8.000 o 10.000 hectáreas están ocupadas por la maleza cuando estuvieron labradas hasta hace unos años. Y qué decir de la producción del forraje para el ganado, pastos, frutales, etc.
El campo y la agricultura generan una población mejor distribuida en las Islas, optimizando todos nuestros recursos, incluidos los humanos. Los puertos no pueden sustituir a los huertos. Indudablemente los puertos tienen una enorme importancia para la alimentación, como ponen de manifiesto la entrada y salida en las Islas de algo más de 60 camiones frigoríficos diarios con productos perecederos, sólo en plátanos más de 1 millón de kilos diarios. Sin embargo, las demandas de los portuarios han de estar separadas y evaluarse para que sean compatibles con la lucha contra los problemas que sufre y padece el sector primario. Han de tener otra lectura, de compromiso con el presente y futuro del agro canario.
* DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
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