Dale con la puerta en las narices: ¡Abstención!

 

Isidro Santana León

Si hay algo en lo que se afianza y se autojustifica un sistema corrupto, aunque de demócrata se atavíe con su constitución y su circo del sufragio universal, es en el índice de participación que los ciudadanos le proporcionan en los comicios electorales.

No hay diferencia entre una dictadura y una dictadura parlamentaria y todos, ahora hasta la clase media –siempre bastante devota ella de su democracia– se ven víctima del Sistema más injusto de los Sistemas. Es claro y notorio –aunque se pueden emplear las simplistas argucias de comparación con otros regímenes y naciones, que estos mismos someten y tienen en la miseria–, que la llamada democracia en la que han optado por confiar la mayoría de los pueblos se limita a que, cada cuatro años o cuando toque, éstos elijan a los mercenarios que se pondrán al servicio de los mercados especulativos, de las multinacionales, del FMI, del Banco Mundial y de todas esas estructuras prefabricadas para controlar y esclavizar desde el primer movimiento de libertad del hombre hasta el último pensamiento humanizador de éste; haciendo, los electos –y salvando alguna minoría con brío, pero incapaz– de medianeros de ésos organismos, los que ya le pagarán los favores empleándolos en las multinacionales. Es de entender que me refiero a los partidos políticos que dicen representar y defender la voluntad popular que, con un nuevo cuento de hadas o con un espejismo de brotes verdes, vuelven a meterlos en la misma vorágine de siempre. Todo un calculado contubernio, gracias a las nuevas tecnologías que han usado para el control absoluto del planeta y de todo ser viviente, que conspira, sobre todo, contra los intereses de la humanidad, dentro de una sutileza que arrastra a ésta y le hace ver que, sin su dirección, el hombre está perdido, incapacitado o en vías de extinción.

¡No se le puede arrebatar el poder al Poder dándole más poder! En todo caso, lo único que se lograría es que la corrupción estructural pase de unas manos a otras, cuando de lo que se trata es de desmontar este putrefacto Sistema y construir uno nuevo desde los cimientos. Efectivamente, lo único cierto es que la soberanía sólo emana del pueblo cada vez que éste vota, así que es de tener presente, que el poder para cambiar los regímenes, también se pueden ejercer sin darle la autorización en las urnas.

Para que un Sistema se perpetúe vetusto, viciado, fascista, podrido etc., no necesita mantener o cambiar a sus gestores, porque todo él está diseñado para que nada cambie y si en algo lo hace, es para que vaya en pro de sus intereses: el Régimen, lo que precisa sobre todas las cosas, para mantenerse vivo, es que lo legitimes en las urnas. No se trata de una lucha contra gestores, se trata de una lucha contra el Sistema. De ahí la gran labor de su aparato de propaganda pidiendo que votes, aunque sea en blanco, nulo, arrugado, por correo…, o que arrastres por el viejito, que no se puede levantar de la cama durante todo el año, para que “ejerza su derecho”, pues su estructura y esencia se nutre con los votos del pueblo. El hecho de no votar es un acto de desautorizar: la única forma de abatir este cáncer inhumano es no metiendo papelito alguno en las urnas ni que te apunten como votante. Sabrán que además de anunciarse los partidos que sacan sus escaños, el escrutinio final y toda esa tramoya, viene el índice de participación y es aquí donde radica la legitimidad y a lo que el Sistema teme: no es lo mismo gobernar ni mantener un régimen con un 80% que con un 20%. El 80% de la población no puede estar dominada por el 20%, porque el Sistema carece de legitimidad y caería solo; peor aún en este, que se tambalea, porque la corrupción lo pudre todo.

Es mentira que si no votas el voto va a los partidos grandes: si no votas es que tú no los autorizas y se refleja en el índice de participación.

El voto en blanco o voto nulo, efectivamente, no va a ningún partido, pero legitima al sistema: estos votos también se recuentan como índice de participación, por lo que, la única forma de rechazo frontal al Sistema podrido es no participar en él, que se muera solo.

Si me circunscribo a la colonia, Canarias, además de bochornoso, es para tener claro cuáles son los fines de algunos partidos que se hacen llamar independentistas: meterse en la misma podredumbre de los que tanto critican. Es un contrasentido que estas sectas adoctrinadoras se hagan ver como africanos, que defienden la cultura Amazigh, que se hacen llamar comunistas –aunque tienen muchos empresarios en sus filas– y con el mismo africanismo que transpiran por los poros, de cara a la galería, se presentan a las elecciones Europeas. Si en España el rechazo al Sistema sería por lógica social, además, en Canarias, por aplastante congruencia y desprecio anticolonialista. Ninguno de estos grupúsculos ha intentado buscar un acercamiento con el independentismo canario, si no son ellos el ombligo de la dirección –de pena– y, paradójicamente, lo buscan con los del Reino de España. Por lo menos digan lo que son: suelten la bandera republicana canaria –la de las 7 estrellas verdes– y cojan la republicana española; eso, al menos, sería un paso a sus verdaderos postulados y no quedarían como traidores a la causa soberanista canaria.

13/04/14

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