La propuesta ética desde la Evangelii
Gaudium
Agustín Ortega Cabrera *
[Una
moral de la caridad y de la misericordia ante el sufrimiento y la debilidad de
los otros que sabe acoger, perdonar e incluir al otro, a pesar de sus fallos y
errores, con la estima o valor de todo lo bueno y verdadero de los demás.
Lejos, pues, de todo rigorismo o tradicionalismo (integrismo) moralizante;
contra todo fariseísmo y purismo maniqueo o cátaro y jansenista,
fundamentalista, que no sabe más que "chismorrear, calumniar, injuriar o
juzgar y condenar (destruir) al otro, que es lo contrario al Evangelio.]
La nueva exhortación apostólica del Papa Francisco, Evangelii Gaudium (EG), contiene
claves morales, valores éticos y principios sociales que son muy importantes,
trascendentales, para la vida de la fe y de la sociedad-mundo. La propuesta
ética, moral y social de Francisco va en la línea de lo más cualificado de la
renovación de la teología moral o ética teológica, del pensamiento social
cristiano y la doctrina social de la iglesia. Tal como cristalizó, todo ello,
alrededor del Concilio Vaticano II. Efectivamente, se puede ver como lo moral y
social en EG se enraíza en las claves teológicas de la fe cristiana, como es la
alegría y belleza del seguimiento de Jesús, la vida de Dios en Cristo, y la
realización de su proyecto, el Evangelio del Reino de Dios.
Un Reino que nos regala el Don de la salvación liberadora
en el amor fraterno, la paz y la justicia con los pobres, y que nos libera de
todo mal, injusticia y pecado. Es una moral en clave antropológica-teologal. La
gracia de la salvación en el Espíritu, acogida en la fe, nos libera para el
servicio en el amor y la justicia, para el compromiso por la promoción y
liberación integral con los pobres de la tierra, en la esperanza de la vida
plena, eterna. Los pobres son así los sujetos principales de la salvación y
misión de la Iglesia que, cimentada en el Evangelio de Jesús, es iglesia pobre
con los pobres.
Una moral de la caridad y de la misericordia ante el
sufrimiento y la debilidad de los otros que sabe acoger, perdonar e incluir al
otro, a pesar de sus fallos y errores, con la estima o valor de todo lo bueno y
verdadero de los demás. Lejos, pues, de todo rigorismo o tradicionalismo
(integrismo) moralizante; contra todo fariseísmo y purismo maniqueo o cátaro y
jansenista, fundamentalista, que no sabe más que "chismorrear, calumniar,
injuriar o juzgar y condenar (destruir) al otro, que es lo contrario al
Evangelio. En la mejor tradición de la moral católica, como la San Alfonso
María de Ligorio, Patrón de moral, donde la salvación en la misericordia, en la
caridad y la vida, en la dignidad, el amor y la justicia con los pobres: es lo
principal y decisivo, frente un legalismo farisaico, obsesivo y justiciero-condenatorio
(violento). Es una moral cristológica que, como el
Dios Encarnado en Jesús, se encarna en la realidad y en el mundo, en el
sufrimiento, pobreza y exclusión de los oprimidos, marginados y víctimas. Y que
desde la Pascua de Cristo, desde el Resucitado y su Espíritu, mantiene y aviva
la esperanza. Sí es posible que la realidad y el mundo se puedan transformar,
que el mal, la injusticia y la muerte sean vencidas en la ética de la esperanza
desde la Pascua de Jesús. La moral tiene, pues, un carácter social porque busca
sanar y salvar las relaciones comunitarias y sociales, frente a todo
individualismo.
Una ética en perspectiva Trinitaria, donde el Dios Uno y
Trino- Misterio de Comunión-, el Dios Comunitario, fundamenta y modela toda la
vida comunitaria, social y pública. Una ética que se incultura en los ciudades
y pueblos, en las diversas culturas y tradiciones espirituales o religiosas,
para la búsqueda de la fraternidad, la paz y la justicia. En este sentido, la
moral que es constitutivamente social, la ética que tiene está proyección
pública: transforma y renueva lo peor de la modernidad-posmodernidad, la
cultura e ideología del liberalismo con su individualismo, relativismo o
hedonismo como se da de forma ejemplar con el consumismo. La ética y la moral
ejercen este inherente carácter social y público de la caridad, la caridad
política, ese amor más amplio, universal y transformador que revierte u orienta
las relaciones humanas y sociales, mundiales y universales. Frente a todo
asistencialismo y paternalismo, la caridad política realiza la paz y la
justicia yendo a las raíces del mal y de la injusticia, del pecado personal y
social o estructural. Esto es, las estructuras (sociales, económicas y
políticas) de pecado que causan la desigualdad e injusticia en forma de hambre
y pobreza, de paro y explotación laboral. Se trata de luchar contra el sistema
económico actual, el liberalismo/capitalismo, que es injusto e inmoral en su
raíz. Ya que ejerce la dictadura e idolatría del crecimiento económico, de la
libertad del mercado y de la competitividad, que mata y excluye a las personas
y pueblos, a los pobres. El liberalismo-capitalismo no quiere que los mercados
sean regulados por la ética, por la sociedad civil y el estado que son los
garantes del bien común, e impone la especulación y usura financiera-bancaria
endeudando a la gente, empobreciéndola, creando paro y explotación laboral en
serie. Todo ello genera la "cultura del descarte", por la que son
excluidos aquellos que no son rentables, que no tienen poder de consumo, etc.
Es un sistema que se funda en el dios del dinero, en la idolatría de la
riqueza, del ser rico.
Se trata entonces de promover otra cultura y otro sistema
social, político y económico, basados en los
principios tales como que el tiempo desborda al espacio, los procesos o
proyectos desde la utopía, esperanzados, de justicia e igualdad, frente a
tiranía del espacio o poder, privilegios y eficiencia cortoplacista. El que hay
asumir los conflictos sociales, la violencia, la injusticia y desigualdad
social-global que sufren los pobres y excluidos a manos de los ricos, de los
poderosos, para promover la unidad fraterna, la paz y la justicia. Como el que
las ideas no pueden negar la realidad, están al servicio de la realidad, de la
verdad real, en donde hay que encarnarse. Al igual que hizo Jesús y sus
testigos, toda esa realidad de la "memoria solidaria y liberadora",
como son los santos, la encarnación del amor, de la solidaridad y la justicia
en la historia, frente a todo idealismo. Y por último que el todo es mayor que
la parte, es más que la simple suma de las partes. Con lo que se trata de
conectar lo local con lo global, en la era de la globalización en que vivimos
-y "globalización de la indiferencia" ante el dolor e injusticia-,
para buscar el bien común más universal, lejos de todo localismo o
corporativismo.
Como se observa el Evangelio es la Revolución de la
ternura. Y su ética o moral no es una norma fría y extraña que se impone desde
fuera, sino que responde a lo más profundo de nuestro ser y naturaleza humana,
de nuestra real libertad y vida (una verdadera autonomía moral) enraizada en
Dios (es una "autonomía Teónoma"). La moral
cristiana se configura entonces como "una autonomía" (responde a la
entraña de nuestro ser, a nuestra libertad liberada), que se realiza en la
"alteridad política y liberadora" (de los otros, de los pobres y de
la realidad que hay que transformar en el bien común) y que es "Teo-Cristocéntrinca" ya que se enraíza en Dios, Cristo y
su Evangelio. Es, por tanto, una moral de la autonomía, política y liberadora,
Teo-Cristónoma y Trinitaria.
(*) Subdirector del Centro Loyola
Fuente: propuesta-etica-evangelii-gaudium