Las profecías mayas
Juan
Jesús Ayala
La civilización maya
se extendió por el sur del Yucatán, parte de Guatemala y Honduras, entre los
siglos III y XV. Fue una de las civilizaciones florecientes y que se desarrolló
en todos los ámbitos, desde la riqueza cultural, organización territorial y
familiar hasta los altos vuelos de la ciencia y del pensamiento. Referente al
mundo del pensamiento destacan la elaboración de tres grandes códices; uno de
ellos, el llamado de Dresde, escrito en el siglo XIII, que contiene un tratado
de astronomía y de adivinanzas. Pero quizás el más destacado, porque en parte
nos concierne, ya que está en el ámbito de las posibilidades desde la
nigromancia y lo adivino, sea el Códice de París, que contiene profecías y
adivinanzas.
Estos días ha
circulado por diferentes medios que los mayas predijeron el fin del mundo para
finales de este año, concretamente para el sábado 22 de diciembre de 2012.
En esa fecha, según la
profecía maya, la Humanidad tendrá que escoger entre desaparecer como especie
pensante que amenaza destruir el planeta o evolucionar hacia una integración
armónica con todo el universo y tomando conciencia de que forma parte de ese
todo y que podrá existir en una nueva era de luz.
Vistas así las cosas,
y si los mayas tienen algo de razón en su fundamento profético, mucho tendrá
que cambiar la Humanidad en tan poco tiempo para comprender que forma parte de
un todo, de una sociedad universal que hay que armonizar, cuidar e integrar para
que emerja desde la destrucción un espécimen humano nuevo, diferente y capaz
de formular un entendimiento universal. Quizás, los mayas, en su dimensión,
aunque amplia territorialmente, permanecían encorsetados en el número reducido
de personas que allí vivían, por lo que sí que podían ver, verificar y hasta
intuir el futuro de lo cotidiano, pero una vez que la Humanidad se ha expandido
de forma exponencial, donde cada cual es un mundo dentro del mundo, donde cada
humano se cree imprescindible, la cuestión tendrá dificultades para ese
entendimiento universal.
Para que exista
hecatombe, una guerra de destrucción masiva, que ya las ha habido y siguen
existiendo, no hay en realidad que remontarse a los mayas ni explorar sus códices
donde están las profecías, sino meterse en nuestro entorno, donde el euro se
tambalea, la economía se resquebraja y los valores se consumen en la hoguera de
las vanidades, porque el ser humano continúa ahogándose en sus propias
miserias, aunque se bañe en ríos de oro.
Los mayas, desde una
exquisita cultura, han dado en el clavo y nos han puesto en la tesitura de
pensar que la finiquitez está en cualquier esquina. No hay que ir más allá de
los linderos de cada cual para entender y comprobar cómo se vive de espaldas a
la realidad, cómo se piensa sin pensar y cómo se discurre por los caminos del
mundo muy despistados, creyéndose todo lo que nos cuentan y ajenos a uno mismo.
Los mayas, desde la
atalaya de sus elucubraciones, fueron capaces de situar en este año que nos
espera el desmoronamiento del pensamiento, de las ideas, apareciendo en su lugar
la fantasmagoría, el embuste y el engolamiento fatuo de los que pretenden ser
mejores que nadie y son incapaces (unos más que otros). Los mayas tenían la
razón de su lado y no andaban muy desencaminados de la situación actual de una
sociedad caleidoscópica, donde la racionalidad se escuda en la imagen y donde
la imagen tiene vigencia solamente unas pocas horas.