Proa al marisco

 

Mateo López Rivero *

 

La nave de Canarias sigue proa al marisco, completamente a la deriva, sin timoneles que corrijan el rumbo, unos porque bastante tienen con evitar el hundimiento del "Titanic" español y han abandonado Canarias a su suerte, otros porque se limitan a amarrarse al timón en medio de la tormenta, cual fieles grumetes, incapaces de enfrentarse -más allá de la retórica hueca- al poder central y obedeciendo rutinariamente las erráticas y suicidas órdenes emanadas desde un puente de mando totalmente desbordado por la inminencia del naufragio.

Nuestra tierra, que antaño disfrutó de un régimen especial que la mantenía al margen de la crisis y vicisitudes en que se veía envuelta la metrópoli, como hemos señalado desde Identidad Canaria en varios trabajos publicados en este mismo medio, no tiene hoy liderazgo político para mantenerse a salvo de la pavorosa crisis financiera, económica y social que padece el Estado, junto a otros del Sur de Europa. Como en 1936, nos están arrastrando a una guerra que no es nuestra, forzándonos a soportar sus consecuencias sociales más devastadoras.

El Gobierno autonómico, por mucho que patalee, no se atreve a dar un golpe de timón ante las políticas de ajuste impuestas por Madrid y se limita a ser su correa de transmisión en las Islas. El Presupuesto autonómico volverá a recortarse en casi 600 millones para 2013 y sus efectos sobre los servicios y empleo públicos serán demoledores. ¿Cómo pretenden que la ciudadanía los distinga de la antisocial política centralista y no los considere parte del problema?

Solo desde las filas partidarias, en el caso de CC, parecen atisbarse signos de confrontación real con las salvajes políticas estatales hacia Canarias y sirva de ejemplo la enérgica reivindicación de una Hacienda canaria por parte de sus nuevos responsables políticos insulares. Una Hacienda canaria que hubiera impedido pasar por las horcas caudinas del rescate de 750 millones de € solicitado por el Gobierno autonómico al Fondo de Liquidez Autonómica, cuando aportamos al Estado como saldo neto esa misma cantidad multiplicada por cinco, cada año.

Otros gobiernos autonómicos, como el catalán, se ha opuesto al actual sistema de financiación y han conseguido, mediante presión política, que el Gobierno central se plantee su modificación. Sin embargo, el canario se está oponiendo desde que comenzó su aplicación en 2010 sin que le hagan el menor caso. Parece que no tiene interés en contagiarse de las prácticas negociadoras más combativas que plantean otras representaciones autonómicas, en las comisiones de transferencias con el Estado. Y así nos va.

Tampoco hubiera sido necesario dicho rescate si el Estado no incurriera cada año en un fraude fiscal a Canarias, al no transferir la media estatal de financiación establecida en el artículo 96 del REF, que desde 1991 supera los 10.000 millones de euros de defraudación estatal por dicho precepto legal.

Por otra parte, el déficit presupuestario y la deuda pública españoles no contienen otras aportaciones desde Canarias que no sean para ayudar a su reducción, al ser como señalamos nuestra economía contribuyente neta a las arcas del Estado. Decimos bien, a despecho del mito del supuesto carácter subvencionado de nuestra economía, pues son varios los miles de millones de euros -en torno al 10% de nuestro PIB- que España obtiene cada año como beneficios fiscales de todo tipo en Canarias.

Beneficios fiscales, tributarios y no tributarios, amasados por Hacienda -en cotizaciones visibles e invisibles-, Seguridad Social y empresas públicas con finalidad inversora (AENA, Puertos del Estado, ONLAE, etc.) e incrementados con las rentas empresariales, laborales y fiscales generadas en España por nuestras forzadas importaciones desde su territorio, al convertirnos en su mercado cautivo, mientras nos mantienen en el furgón de cola de los principales indicadores de bienestar y desarrollo social.

Respecto a la gigantesca deuda privada española, sobre todo bancaria, tampoco Canarias es tributaria significativa de la misma, ya que desde 1994 ha dotado más de 20.000 millones de euros de la RIC, que hicieron posible el último boom inmobiliario. De la colosal deuda bruta pública y privada española, que se acerca a los 4 billones de euros, Canarias solo participa en la deuda hipotecaria de las familias, perfectamente asumible por nuestra economía aún con los niveles de impagados y morosidad que mantiene. Sin embargo, nos vemos obligados a soportar todas las medidas recesivas de ajuste y austeridad aplicadas, aún de forma errónea, a la economía metropolitana, haciéndonos pagar la penitencia por un pecado que no hemos cometido.

Y no se puede calificar a Identidad Canaria de insolidaria por decir que las metástasis de la crisis española no se ha extendido a nuestra economía. Ser solidarios con el enfermo no implica que tengamos que aplicarnos la misma terapia, ni contagiarnos de su enfermedad, más bien al contrario, la responsabilidad nos obliga a tomar precauciones para evitar el contagio.

Bastante solidarios somos ya contribuyendo cada año a reducir el déficit y la deuda española, mediante el drenaje de recursos antes señalado, mientras se nos reducen drásticamente inversiones vitales como las destinadas a desalación de agua para consumo humano, con el argumento -atención- de que la UE obliga a reducir gradualmente dichas subvenciones: de los 16.000 millones de euros necesarios, nos transfieren la cuarta parte, pero Ceuta y Melilla, con sólo un 7% de nuestra población, reciben el doble que nosotros. O mientras cada uno de cada tres niñøs canariøs está afectado de desnutrición, capítulos sangrantes de una larga lista de agravios comparativos con el Estado. Y conste que nuestra Asociación nunca ha pretendido que Canarias le cueste dinero a España, aunque se diga que "los lujos hay que pagarlos", pero tampoco que debamos pagar por ser españoles. ¿Y qué otra cosa es nuestra contribución neta al Estado sino precisamente eso, el coste de la españolidad?

Podríamos ser solidarios, en la medida de nuestras posibilidades, si España no bloqueara la implementación de un régimen especial canario, basado en políticas propias económicas, fiscales, financieras y administrativas que propicien economías de plataforma derivadas de nuestra envidiable renta de situación, sin las limitaciones impuestas por políticas comunes estatales e integraciones forzadas y artificiales en un mercado único, donde no caben -entre otras- las subvenciones a la desalación de agua o al transporte de mercancías, consideradas ayudas de Estado.

Una de esas políticas específicas, que los lectores de EL DÍA conocen como una de nuestras reivindicaciones más demandadas y que consideramos vital para Canarias, es la regulación de la población que puede soportar nuestro escaso y frágil territorio, mediante una Ley de Residencia específica canaria, similar a la ya vigente en otros territorios, europeos o no, cuya capacidad de carga ha ya sido ampliamente superada.

Y debemos volver sobre este asunto tras la publicación de los últimos datos que atribuyen a Canarias el mayor incremento poblacional del Estado durante 2012. Mientras la población española desciende en 137.628 habitantes, la canaria aumenta en 7.444 en lo que va de año, con la llegada de 16.521 inmigrantes más, mientras que 9.077 residentes canarios salieron de las Islas. Nuevas incorporaciones para engrosar la economía sumergida y las segundas residencias de pensionistas comunitarios.

Recordarán los lectores cómo hemos valorado positivamente la tímida e insuficiente normativa de las RUP, destinada a favorecer la contratación de residentes canarios, desempleados de larga duración, en obras públicas, sobre todo por su contribución a la eliminación de prejuicios ideológicos a la hora de discriminar positivamente a nuestra población. Pero la reducción drástica de inversiones públicas la convierte en papel mojado, mientras continúa incrementándose la demanda de empleo a través de la llegada de miles de nuevos foráneos, a pesar de aproximarnos ya a los 400.000 parados. Y a pesar, también, de tener un salario por hora inferior a la media estatal (16,29 ?/hora frente a 19,47 de media y 23,09 en Euskadi), según la última encuesta de costes laboras del INE.

La Ley de Residencia canaria es una cuestión urgente de supervivencia para estas Islas que afecta a su propia sostenibilidad medioambiental, pero también a la cohesión social, pues no debe olvidarse que el actual sistema de financiación no contempla el incremento del número de habitantes, entre los que deben repartirse los cada vez más escasos recursos, una de las causas de ser la comunidad peor financiada. Independientemente de que no es posible ningún modelo de planificación racional a medio plazo de continuar el crecimiento compulsivo e imprevisible de nuestra población.

¿Seremos capaces de reaccionar y protagonizar la catarsis que necesitamos como pueblo, para enfrentar los retos que la historia nos ha deparado en estos momentos cruciales, o nos juzgarán nuestros hijos y las futuras generaciones como culpables de la desaparición de nuestras identidad como pueblo diferenciado?

* De Identidad Canaria

identidadcanaria@hotmail.com