Las
prebendas que condicionan
Cándido
Quintana
Es
tanto lo que está aflorando sobre Casimiro Curbelo y de su, para él, supongo,
inolvidable reciente estancia en Madrid, que me ha costado arrancar con este
artículo de opinión, con el que realmente ni pretendo meter aún más el dedo en
la llaga, ni romper una lanza a su favor, sino todo lo contrario. Reconozco, no
obstante, que si todo se desarrolló tal y como dice la policía o narran la
mayor parte de los medios de comunicación, el tema es muy grave, aunque no
tanto como lo sería si lo alegado por el senador y presidente del Cabildo de La
Gomera, en rueda de prensa al efecto, lo hubiera sido sólo con el fin de lavar
su imagen pública, sin que se correspondiera con la verdad.
Bien
es cierto que, en caso de demostrarse como veraces los hechos denunciados que
le han imputado, estaríamos ante un deshecho más de todo ese montón de mierda
que está situando a toda la Ciudadanía canaria, al borde del hartazgo más
absoluto de una clase política que no procede y que nos tenemos que quitar de
encima cuanto antes. No existen otras fórmulas para reconducir, de una vez por
todas, las cosas en las Islas por las sendas de la dignidad y de la honestidad,
únicas que, junto con la de la congruencia, nos puedan llevar a buen puerto y
no a la deleznable y vergonzosa situación en la que actualmente nos
encontramos.
Decía
otra vez Jerónimo Saavedra, en una de esas clásicas intervenciones suyas que
más que tranquilizar multiplican el cabreo de la gente, “no creo que irse una noche de
putas tenga trascendencia política”, centrándose para ello en el ámbito privado y tachándolo
de puritanismo escandaloso, sin valorar siquiera la comentada utilización de su
aforamiento como senador para superar la situación en ese ámbito privado.
Tampoco considero de recibo lo de “irse
de putas”, es un claro menosprecio utilizado para salvaguardar una posible
grave situación, aunque no haya sido premeditada. No sólo es grave quedarse con
dinero público, cosas como estas también lo son. Cuidar la imagen es vital en
lo público.
Lo que realmente me preocupa, y cada día
más, son las prebendas de los políticos, esos aforamientos que les convierten
en ciudadanos privilegiados, en ciudadanos de primera división, aunque algunos
de ellos, y no me refiero a los mencionados, terminen siendo simples chorizos
muy dañinos para el país. Paralelamente, me preocupa de forma muy especial,
esas enseñanzas y malos ejemplos que les trasladan a sus vástagos y a algunos
allegados, que les da pie a creerse también por encima de la Ley y a utilizar
ventajas para tratar de salir airosos de situaciones complicadas, aunque sean
realmente graves. Todo esto nos tiene que hacer reflexionar.
Y en esa reflexión debemos considerar como
premisa, que todos los Ciudadanos somos iguales ante la Ley y en todos los
órdenes de la vida, si de verdad queremos apostar por una democracia creíble e ilusionante para todos. El miedo al peligro no es malo,
todo lo contrario, nos obliga a anteponer la prudencia y todo lo bueno que de
ella se desprende. Tampoco es malo el miedo a las consecuencias de delinquir,
pues obliga a anteponer la honestidad. Y esto, en la grave situación de
deterioro político que vivimos, tiene un alto valor añadido, pues condiciona
nuevas posibles iniciativas corruptas. Eso sí, siempre que la Justicia sea ágil
e igual para todos, sin prebendas de ningún tipo para nadie.