Los plátanos y los votos

 

«» Wladimiro Rodríguez Brito *

 

[…La organización que dice representar al sector debe tratar con todos los problemas que aquejan al cultivo. No puede vivir de espaldas al colectivo que dice representar, ni puede tener unos estatutos alejados de los agricultores, que los deja mudos y los ignora en un cónclave con tintes vaticanos….]

 

Estos últimos días, hemos visto cómo se celebran unas supuestas elecciones sin programa conocido en una organización que tiene que gestionar el sustento de miles de familias en Canarias.


Es una organización que se supone privada, pero que gran parte de los recursos que maneja son públicos. Gestiona un sector en una difícil situación económica, pero su prioridad presupuestaria es la publicidad. Nadie de esa organización explica ni da la cara sobre asuntos tan importantes como la comercialización, los fletes, la situación del mercado, los controles de calidad de las categorías y un largo etcétera.

 

Asprocan ni sabe ni contesta sobre cómo es posible que un kilo de plátanos se venda en el País Vasco a dos euros por kilo mientras que en Las Galletas está a 2,25 o en La Laguna a 1,69. Entretanto, en el vertedero de Mazo enterramos millones de kilos de excedente.

 

 Nadie explica a los agricultores por qué de los plátanos que donamos al Banco de Alimentos debemos pagar de nuestro bolsillo empaquetado y envío, ya que las navieras no participan de nuestra solidaridad. Tampoco nos explican por qué, a pesar de la bajada del precio del petróleo, esto no se nota en un descenso en los costes de los fletes.

 

¿Qué tiene que decir Asprocan sobre una comercialización conjunta, con uniformidad en el mercado, tal y como hacen las multinacionales? No se plantea una central de compras conjunta entre los productores, por no hablar de la maltratada y olvidada Indicación Geográfica Protegida (IGP), fundamental en los tiempos que corren.

 

   Es lamentable que tengamos que hablar de la CREP (comité regional de exportaciones) para recordar la última vez que se hicieron controles de calidad en los puertos. Aquel organismo predernocrático era más participativo. Ahora un voto es un millón de kilos, y no se tiene en cuenta el número de agricultores afectados.

 

   No nos podemos limitar a pedir ayuda del exterior, sino que debemos hacer las cosas mejor en casa. Evitemos gastos inútiles y pensemos en todos los aspectos importantes del negocio. Es difícil explicar que el sector más mimado de la agricultura en Canarias sufra una crisis tan profunda.

 

   La organización que dice representar al sector debe tratar con todos los problemas que aquejan al cultivo. No puede vivir de espaldas al colectivo que dice representar, ni puede tener unos estatutos alejados de los agricultores, que los deja mudos y los ignora en un cónclave con tintes vaticanos.

 

   Trabajemos unidos por el interés colectivo de nuestro campo, tendamos puentes, busquemos alternativas y abramos nuestra mente al cambio.


   Las estructuras rígidas no nos van a sacar de una crisis que ha venido para quedarse. Cambiemos de rumbo, sumemos voluntades contando con todos, busquemos un programa de mínimos. Está en nuestras manos el futuro de miles de familias y del campo canario.

 

 

 

 * DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

 

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