Estos
surcos trazados en el papel quieren plantear que el cultivo de plátanos en las
islas es algo más que 120 años de historia y miles de puestos de trabajo que
siguen generando en nuestra tierra. Los plátanos han significado y significan
trabajo, ilusión, de varias generaciones de canarios, desde el esfuerzo de
sorribar hasta la búsqueda de agua.
Los
plátanos son también un paisaje, una cultura, y el modo de supervivencia de
numerosos núcleos de población en el territorio canario, desde Gáldar y Guía,
en Gran Canaria, hasta Tijarafe y Barlovento, en La Palma, pasando por la Isla
Baja y Las Galletas, en Tenerife.
Es
de destacar un reciente artículo publicado en Palca[1]
en el que se plantean las numerosas lagunas que tenemos que corregir en las
islas. El autor, Juan Nuez, gracias a los datos publicados en el BOCA el pasado
13 de diciembre de 2012, realiza un análisis del estado del cultivo del plátano
en función de las superficies cultivadas y el número de agricultores. En la
supervivencia de este cultivo ciertamente va el futuro de muchas familias en el
territorio canario.
Hemos
perdido en los últimos años casi tres mil agricultores, de los algo más de
diez mil que teníamos en las islas en 1997; la situación es más dramática en
el caso de las pequeñas explotaciones al aire libre. La producción se ha
concentrado en menos manos y en invernaderos. Los invernaderos, que representan
el 30% de la superficie, producen más del 50% de lo exportado, mientras que el
70%, que se cultiva al aire libre, se queda con el restante 50%.
Hemos de destacar que los aspectos sociales y ambientales
han sido los principales argumentos que hemos tenido ante Bruselas para defender
nuestros cultivos, ante la presión de las multinacionales en el mercado
comunitario.
Debemos
tener claro cuál es el futuro que queremos para el plátano en Canarias. Desde
el principio se han mantenido los mismos argumentos para la defensa de este
preciado cultivo en las islas: cohesión social, paisaje, economía, cultura y
arraigo de miles de canarios de la población rural.
Hay
que tener en cuenta también que la exportación de plátanos nos acerca al
continente [europeo], con los más de treinta y siete millones de euros anuales
que pagamos en fletes para poner nuestros plátanos en el mercado peninsular.
Gracias
a esta situación se abarata de manera significativa los costes de transporte de
gran parte de los alimentos y mercancías que demandamos en las islas,
importados de la Península en los mismos barcos con los que enviamos los plátanos.
También se reduce lo que ahora se llama “huella del carbono”, tanto en el
transporte hacia Europa de los plátanos como en la demanda de materia orgánica
de nuestros montes para retirar combustible de los mismos.
Es
de suma importancia continuar con uno de los cultivos más arraigados en las
islas, pero hay muchos aspectos que tenemos que corregir y mejorar. Como ha
quedado demostrado, las ayudas al cultivo al aire libre, de 1.200 euros por hectárea,
no son suficientes para frenar la pérdida de dichos cultivos. Las pequeñas
explotaciones (menos de diez toneladas anuales) al aire libre representan más
del 37% de las explotaciones plataneras de las islas. Son estas pequeñas
explotaciones las que generan mayor arraigo en el medio rural y sirven de apoyo
económico fundamental para muchas familias.
Hay
que involucrar y facilitar la entrada de jóvenes agricultores para garantizar
el futuro del cultivo. Habría que establecer una cantidad reservada de las
ayudas del Posei destinada a los jóvenes que quieran comenzar a cultivar.
Gran
parte de la superficie dejada de cultivar no sólo ha sido por ser minifundios,
sino también por la falta de penalización para aquellos a los que se les dio
el derecho a las ayudas del Posei (141 millones de euros por año) por
superficie cultivada, y en estos momentos carecen de cultivos. Los nuevos
agricultores no pueden acceder en condición de igualdad con aquellos que tienen
historial de cultivo. Se dan situaciones tan lamentables como los casos de
Hermigua y Agulo en La Gomera, o numerosos puntos del norte de Tenerife, como
Valle Guerra, Tejina, donde se están abandonando fincas, perdiéndose parte de
las ayudas del Posei a las que nadie nuevo puede acceder; comienza ahora a darse
este caso en puntos de La Palma como Los Sauces y Valle de Aridane.
Lamentablemente
estas explotaciones quedan en abandono, y en el reciente gran incendio de
Hermigua, gran parte del fuego se propagó sobre antiguas fincas de plataneras.
La
pérdida de cuatro a cinco millones de euros de las ayudas Posei sólo en La
Gomera pone de manifiesto un campo huérfano de campesinos y, lo que es peor,
sin jóvenes que peleen para sustituir la maleza por tierras cultivadas.
Estas
líneas quieren abrir surcos para una actividad agraria fundamental. Los plátanos
no sólo tienen 120 años de historia, sino que pueden tener futuro, por razones
sociales, económicas y ambientales en las islas. El sector tiene margen para
actuar poniendo unos gramos de “solidaridad”.
*
DOCTOR
EN GEOGRAFÍA
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en El Canario