El Pevolca, nefasto para El Hierro
Carlos Quintero Reboso *
El
fenómeno volcánico que se está produciendo en la isla de El Hierro tendría
que haber constituido un potente motivo de atracción para la Isla y hasta de
grato orgullo para los herreños por lo que realmente significa atestigua que El
Hierro es una isla joven, geológicamente viva, que nos está ofreciendo un
inusitado y maravilloso espectáculo, contemplado en Canarias por última vez
hace ya cuarenta años con la erupción del volcán Teneguía en la isla de La
Palma.
Pues
bien, el Pevolca, desde el principio, en vez de potenciar la parte positiva del
episodio y facilitar su contemplación, solo ha sabido meter miedo a todos
(extranjeros, nacionales, canarios y herreños), prohibir sin ton ni son y
cercenar la vida de la Isla.
Desorbitando
en exceso las previsiones de riesgo, se han dedicado a acumular en la isla
elementos de ayuda innecesarios, como una decena de ambulancias que permanecen
aparcadas sin objeto alguno, muchísimas camas preparadas por la Cruz Roja que
continúan impasibles en el pabellón deportivo de Valverde o múltiples
refuerzos llegados de la Policía y la Guardia Civil, como si hubiese aumentado
la delincuencia en El Hierro.
¿De
dónde se han sacado que puede llegar a ser necesario evacuar a miles de
personas? y lo peor es que obligan a la UME a preparar y habilitar alojamientos
para esa irreal posibilidad.
Su
desmedido afán de prohibir llegó, al principio, hasta tratar de impedir que
algunos científicos pudieran estudiar en profundidad la primera erupción
submarina ocurrida en Canarias en época histórica. Así obligaron al barco
"Profesor Ignacio Lozano" a regresar precipitadamente al puerto de La
Estaca cuando trataba de recoger muestras de vanos elementos en la zona de
erupción. También intentaron oponerse a que una avioneta sobrevolara dicha
zona y fotografiara la mancha verde y sus cambios de forma y color, con lo
interesante que puede resultar su estudio para futuros episodios similares. Todo
ello lo hacen, según dicen, de manera preventiva, para tener la
"absoluta" certeza de que no puede llegar a ocurrir ningún daño
personal. ¡Qué tontería! Para tener certezas
"absolutas" no se debería viajar en avión o montar en coche, porque
siempre existe la posibilidad de sufrir un accidente.
Por su parte, la directora del Instituto Geográfico
Nacional en Canarias, María José Blanco, aseguró que la magnitud máxima que
cabe esperar de estos seísmos herreños es de 4,6 en la escala de Richter. ¿Dónde
están,
entonces, esos hipotéticos y catastróficos peligros que tanto les asustan?
Los vecinos de La Restinga no solo no tendrían que haber
sido obligados a abandonar reiteradamente sus casas por un fenómeno que ocurre
a más de un kilómetro de distancia, sino que deberían estar recibiendo allí
a multitud de curiosos, herreños y foráneos, que acudirían, sin duda, cámara
en ristre para contemplar, escuchar, oler, sentir y fotografiar algo realmente
inusitado y extraordinario. Tratarían incluso de conseguir llevarse algún
"restingolito" como recuerdo.
El pueblo de La Restinga estaría repleto de vida y no muerto, como
hoy lo tienen condenado.
Lo mismo cabría decir del túnel de Los Roquillos. En vez
de prohibir reiteradamente la circulación, han tenido tiempo más que
suficiente desde que dieron comienzo los movimientos sísmicos, hace más de
tres meses, para seguir instalando, aunque fuera de manera provisional, la malla
que impidiera la llegada de alguna: piedra a la carretera.
Han preferido lo más fácil: prohibir la circulación, sin importarles
cercenar la vida económica y comercial de la Isla. ¡Para ese viaje no hacía
falta alforjas!
¿A qué vino la ministra de Defensa, Carme Chacón? ¿Estábamos
en guerra contra algún ejército enemigo?
Parece que algunos políticos solo saben salir en la foto y crear organismos cada vez más complejos, costosos e inútiles.