Qué pesadez con los dos besos

 

Donina Romero *

 

[Revisando nuestro pasado, deberíamos darnos cuenta de que si al peninsular que visitaba nuestro paraíso le gustaba nuestra cadencia y nuestro hermoso seseo al hablar, nuestra elegante lentitud al caminar, nuestra estupenda gastronomía y nuestro "único beso" de cortesía o cumplido, por qué empleamos la ignorancia para aparentar lo que no somos y lo que no sentimos, pero sobre todo perdiendo nuestra identidad a pasos agigantados (encima ya oigo a muchos canarios decir, "sois, volváis, os recojo, entrad, salid, medusas, portal" y demás puñeterías)]

Sabemos que los besos amistosos en las mejillas son caricias nada exageradas en las formas porque tan sólo se trata de mostrar la calidez de unos sentimientos de afecto, de confraternidad, de cordialidad o simplemente de educación hacia quienes conocemos y, por supuesto, sin ánimo de seducción especial, pero cada lugar, cada país, cada ciudad tiene sus propias costumbres al respecto, y así no es de extrañar ver cómo expresa cada uno tal "besuqueo". Por ejemplo, en Francia se dan tres besos (lo que me parece un tostón y una cursilería), en Finlandia dicen que cuatro (más tostón aún y más cursis, si cabe), los pigmeos de Tanzania dan cinco, los esquimales en lugar de besos se frotan la nariz seis veces y así sucesivamente hasta llegar a los españoles de la Península Ibérica que se dan dos de toda la vida, y los españoles de Canarias que también de toda la vida nos hemos dado uno y bien grande.

Así es que viendo y sabiendo esto, me parece de tontos (taitas, tabaibas, totorotas) que los canarios hayamos ido perdiendo nuestra bonita costumbre y no tengamos capacidad de reacción o sentimientos de pena para ponerle freno a un asunto este de los besos que, incluso, está en boca de los propios peninsulares residentes en nuestra isla. Revisando nuestro pasado, deberíamos darnos cuenta de que si al peninsular que visitaba nuestro paraíso le gustaba nuestra cadencia y nuestro hermoso seseo al hablar, nuestra elegante lentitud al caminar, nuestra estupenda gastronomía y nuestro "único beso" de cortesía o cumplido, por qué empleamos la ignorancia para aparentar lo que no somos y lo que no sentimos, pero sobre todo perdiendo nuestra identidad a pasos agigantados (encima ya oigo a muchos canarios decir, "sois, volváis, os recojo, entrad, salid, medusas, portal" y demás puñeterías).

Y me duele hasta la hebilla del cinturón esta pertinacia del isleño en no ponerle freno a esta costumbre que, bonita manera de sentirnos canarios, nos hace seres sin personalidad propia. Creo que aceptar esta movida de los dos besos es algo así como cambiar el sancocho, tan rico y tan nuestro, por el cocido madrileño. A mí, particularmente, me desequilibran esas demostraciones de afecto tanto como lo hacen los vaivenes de la vida, porque vamos a ver: o damos dos o damos uno, pero lo que no se entiende es que a veces dejemos o nos dejen con la mejilla en el aire esperando el segundo ósculo que no llega, o con la boca como culito de gallina para darlo, y que hace patente la incomodidad de la espera.

Sé que las cosas no son como uno quiere que sean, pero me introducen en las fauces de la rabia tales modas que jamás han sido ni son nuestras, que aún hoy no han cuajado del todo y que enturbian nuestras costumbres de siempre.

Servidora ha de reconocer que llevo muy mal lo de dar dos besos cuando, por ejemplo, arribo a una reunión de cinco o seis amigas, o sea, repartir diez o doce besos (dos por cada una), cuando con la mitad se acaba antes y sólo siento deseos de pedir ayuda porque me percato limitada en esta absurda tarea, además de terminar con tendinitis en el cuello con tanto movimiento de derecha a izquierda y viceversa. Acabo antes saludándolas a todas con un solo beso tirado al aire.

Entiendo que las personas cambiamos y las costumbres también cambian, pero al menos a mí ver a un canario/a dando dos besos me parece tan triste y raro como una luna sin brillo. Que tengan un buen día... y un beso de mi parte.

 

 * Fuente: laprovincia.es/2014/01/21