Nuestro perenne colonialismo

 

 

Francisco R. González Alonso

 

No cabe duda de que los intereses creados por el poder central español desde que fuimos conquistados han registrado mutaciones que se han regido de acuerdo a las estrategias de dominio, utilizadas con mucha suspicacia para limitar nuestro desarrollo sociocultural, económico y político.

Nos han permitido realizar ciertas y determinadas labores que no trasciendan más allá del control establecido para evitar nuestra liberación como pueblo.

Por supuesto, hemos intentado desarrollar nuestros recursos siempre con muchas limitaciones impuestas por el todopoderoso régimen colonial que nos ha gobernado. Todo cuanto se ha podido hacer ha sido bajo la vigilancia estricta del régimen colonial, que controla fehacientemente utilizando correveidiles o soplones que se prestan a cambio de disfrutar ciertas y determinadas posiciones.

Bajo el control estricto de los conquistadores, el primer producto exportable fue el aborigen canario, que era vendido como esclavo en la península Ibérica, dada su fortaleza física, la cual era muy bien cotizada. Con tal medida, garantizaban su permanencia en nuestras Islas Canarias, ya que temían el resurgimiento del poder defensivo, que durante más de cien años demostraron ante las numerosas invasiones de forajidos.

Cuando se descubrió el continente americano, en vez de venderlos como esclavos, eran utilizados despiadadamente a fuerza de latigazos como remeros cuando las naves transitaban las calmas tropicales.

Al llegar al Nuevo Mundo eran utilizados en los peores trabajos, condición esta que los sometía a la esclavitud y eran clasificados como "blancos de orilla" o "blancos pobres" y se les limitaba sus derechos ciudadanos.

El segundo producto de exportación comercial fue la cochinilla, insecto parásito que prolifera en nuestras tuneras de las zonas semidesérticas, la cual se utilizaba como colorante púrpura. La recolección era realizada por nuestros aborígenes, que eran obligados a cambio de recibir alimentos sin más retribución. La comercialización de la cochinilla era realizada por ciertas y determinadas personas vinculadas al régimen colonial, que mantenía con mucho celo la esclavitud de nuestros pueblos insulares.

El primer cultivo que se siembra en nuestras tierras volcánicas es la vid, utilizando la mano de obra del aborigen canario, que de negarse era azotado y expuesto a morir por inanición. Dicho cultivo proliferó de tal manera en todas las Islas Canarias que Julio Verne, en su obra "20.000 leguas de viaje submarino", hace referencia al exquisito vino malvasía cosechado en las Islas Canarias.

Otros árboles que proliferaron en nuestras Islas Canarias fueron el almendro, la higuera, el castaño, etc., que se adaptaron a nuestro clima. Fueron plantados en las reservas terrícolas de los señores feudales con la mano de obra de nuestros aborígenes en calidad de esclavos.

La caña de azúcar, procedente del Asia Menor, fue otro de los cultivos implantado en nuestras Islas Canarias con la mano de obra de los aborígenes esclavos. Por esta razón, nuestras islas también fueron conocidas como "Islas del Azúcar", pues desde Canarias se enviaba azúcar al Caribe y su cultivo fue llevado a la isla de Guanahaní y a las demás islas del Caribe, extendiéndose por todo el continente americano.

El nativo canario que cultivaba la caña de azúcar era sometido rigurosamente al trabajo forzado sin utilidad alguna; solo recibía la alimentación e indulgencias de acuerdo a su comportamiento laboral. Todos los beneficios que producía el cultivo de la caña de azúcar eran exclusivos del señor adelantado y de sus fieles servidores en la defensa del colonialismo imperante.

Tras el cultivo de la caña de azúcar se inicia el del tabaco. Le siguen el tomate y el plátano. Todos estos productos fueron fuentes de trabajo que despertaron expectativas, pero a medida que su rentabilidad fue disminuyendo por cultivarse en otras regiones del globo terráqueo, donde la mano de obra cuesta menos y el agua es abundante y no tiene que buscarse en profundidades verticales u horizontales con el cinco por mil de peralte, los tomates cultivados en nuestras Islas Canarias tienen un costo de producción que no puede competir en el mercado europeo, aunque su calidad sea superior, que muy bien pudieran ser subvencionados como se está haciendo con los plátanos, para garantizar una fuente de trabajo del agricultor canario, deducible de la gran renta turística que se llevan los grandes monopolios extrainsulares.

Como observarán, nuestra producción agrícola siempre ha estado condicionada a intereses foráneos radicados en nuestras Islas Canarias desde que fuimos colonizados. Se nos ha permitido abrir nuestras propias ventanas, pero las puertas han permanecido semiabiertas, y cuando creemos que podemos realizar nuestros sueños de emancipación económica se cierran herméticamente.

En los momentos actuales nuestra existencia como pueblo está condicionada y limitada más que nunca por la explotación turística, tema que trataré próximamente.

 

franciscoteide@cantv.net

 

Publicado en el periódico El Día, 18-11-2011 (con comentarios)

 

Otros artículos de Francisco R. González Alonso