DE
AYER Y DE HOY
*
EDUARDO
HARO TECGLEN
Quién
verá un día a Felipe González, con un traje talar morado, pidiendo perdón.
Como el Papa. Pero el Papa ya apenas tiene creyentes -tiene sociedades,
intereses, acostumbrados- y tampoco los tendrá Felipe González. O su biznieto.
Perdón por destrozar la izquierda. Por la
invención del pelotazo y el cambio de sentido del trabajo, por los GAL y por
haber creado en torno suyo un enjambre de ladrones; por haber abandonado la
Internacional, el puño en alto; por haber devorado a sus antepasados del
partido obrero, y enterrado las doctrinas de Pablo Iglesias y el esfuerzo de los
socialistas durante cien años, y cualquier recuerdo del Frente Popular; y (sin
desenterrar el hacha de la guerra civil) por no sostener la idea del sacrificio
que costó mantener una izquierda. Por haber subido los alquileres, contenido
los salarios, refrenado las pensiones, aprisionado la seguridad social. Por
haber declarado la guerra al partido comunista. Por haber atacado a quienes querían
juzgar a Pinochet, por haber enviado una fragata a la guerra del Golfo, por
haber reconvertido el pacifismo de su primera campaña electoral en la primera
guerra de la OTAN conducida por uno de sus ministros -aún le sacó a pedir
votos-, por haber convertido en general al guardia civil Galindo de
Intxaurrondo, por haber servido al neocapitalismo, por creer en Margaret
Thatcher.
Por
imaginarse que era de izquierdas pero que la derecha le admiraría y le preferiría
a los suyos propios. Por haberse rodeado de mediocres cuando gobernaba y cuando
iba a dejar de gobernar; por haber permitido las primarias y haberlas anulado
después; perdón por (y a) Borrell, Almunia, Morán. Perdón por el euro, la
globalización, la mundialización, el acuerdo de Schengen, las pateras
hundidas, el mantenimiento de las escuelas católicas, privadas y concertadas;
por no haber llegado a tiempo a la constitución de las parejas de hecho, por no
dejar terminadas las leyes del aborto. Perdón por haberse enfrentado con la
libertad de prensa, por haber influido pesadamente en la radio y la televisión.
Perdón por haber hecho creer que todo eso era la izquierda, con sus conversos y
sus amanuenses y sus acólitos y su inmensa soberbia política. Tendrá en su
casa, supongo, el vídeo del día en que ganó las primeras elecciones, y España
brindaba, sacaba su champaña y sus viejas canciones y sus banderas y sus risas
perdidas. Otro tiempo. Aquella etapa terminó en domingo.
14
MAR 2000