JUVENTUDES: PARTOS DE LUZ, MÁS ALLÁ DE 2012

 

Egler Albornoz León

"Los jóvenes han sido siempre los guardianes de las utopías, son los que las llevan adelante, vale la pena hablarles a ellos".  

Mario Benedetti.

“…vivimos en “un mundo de mierda” que no es el único mundo posible, de tal forma que cuando se asoma a estas concentraciones lindísimas de indignados, que cuentan cada vez con más gente joven, piensa que realmente hay otro mundo que nos espera para ser conquistado, ese “mundo de mierda” está embarazado de otro y son los jóvenes quienes pueden llevarlo adelante.

Eduardo Galeano.

Medito sobre qué celebra la humanidad en 31 de diciembre. De acuerdo con “la civilización que confunde a los relojes con el tiempo” (Eduardo Galeano), es el último día del año 2011; se celebra la llegada de un nuevo año, el 2012. Quiero relacionar esta meditación con mi posición tomada respecto a la celebración de la navidad. Porque es que quienes han asumido como suya esta forma de civilización, llamada occidental, impuesta siempre por la fuerza (militar o de sutiles mecanismos, da igual), pudieran haber confundido esta mi posición con una visión pesimista, de apología a la cultura de la muerte.

Todo lo contrario. Me anima la cultura de la vida y de la esperanza. Espero que desde aquellas y estas reflexiones podamos tomar conciencia de las condiciones miserables que están presentes en nuestro planeta; y más que conciencia, tomar acciones colectivas para encontrar remedio a esas miserias; si no, sería falsa conciencia. Hoy me reencuentro con dos de los más grandes pensadores latinoamericanos, ambos uruguayos; de este y de todos los tiempos: Mario Benedetti y Eduardo Galeano. Si bien se indignan ante la in-humanidad de buena parte de la humanidad, también le escriben y le cantan odas a la esperanza. Son sus espíritus quienes me animan para escribir estas notas. Ante la magnitud de la amenaza de destrucción de la vida en el planeta, me recuesto en sus regazos para encontrar las fuerzas que necesito para seguir luchando, es decir, para no envejecer nunca, como ellos; pues solo envejecen quienes dejan de luchar.

“Porque este sistema de vida que se ofrece como paraíso, fundado en la explotación del prójimo y en la aniquilación de la naturaleza, es el que nos está enfermando el cuerpo, nos está envenenando el alma y nos está dejando sin mundo. Extirpación del comunismo, implantación del consumismo: la operación ha sido un éxito, pero el paciente se está muriendo”.                      

Me decidí a hacer estas reflexiones en virtud de la respuesta de alguien a quien le envié el documento citado, donde sostengo que no hay por qué celebrar en esta navidad, partiendo de las atrocidades que hoy se producen en nuestro mundo: “…por mi parte lo admito yo soy mas conformista, me encanta el amanecer, sembrar y regar con agua fresca unos árboles, escuchar los cantos de las aves, disfrutar del lamido húmedo de mi fiel perro, pero sobre todo amar y ser amado por mi esposa y mis hermosos hijos que son mi orgullo y motivo de vida. . . Así que eso haré en estas fechas. . .FELICES PASCUAS”.

La respuesta de esta persona, que parece lógica, y que sin duda está basada en la buena fe, es la síntesis del pensamiento que seguramente acompaña a muchos(as) de quienes recibieron mi correo. Mi respuesta fue la siguiente: Respeto tu posición. Solo que me gustaría estar seguro que tus hijos y tus nietos puedan en el futuro, como tu en este momento, contemplar sin riesgo alguno "...el amanecer, sembrar y regar con agua fresca unos árboles, escuchar los cantos de las aves, disfrutar del lamido húmedo de mi fiel perro...". Aunque ahora no puedas entenderlo; que luego no puedan tus hijos y nietos -y los míos- hacerlo mañana, será responsabilidad de cada uno(a) de nosotros(as). Que miremos a otro lado, o cerremos los ojos ante esa inminente realidad, no es lo que evitará que esto ocurra irremediablemente; está más cerca de lo que imaginas”.

Esa actitud conformista y de irresponsabilidad por el futuro confirma la sentencia de Galeano: La salud del mundo está hecha un asco. “Somos todos responsables”, claman las voces de la alarma universal, y la generalización absuelve: si somos todos responsables, nadie es”. Irremediablemente, esto me recuerda cuán poderosa es la influencia judeo-cristiana sobre la llamada “civilización” occidental, y que nos mantiene sutilmente enajenados(as); me retrotrae al libro bíblico, “Génesis”, donde cada quien evade la responsabilidad sobre haber comido de la manzana prohibida: Adán culpa a Eva, y ésta, a la serpiente; al final -especulo- la culpa terminó siendo de la vaca; también a la actitud de Caín cuando el creador le preguntó acerca de Abel, ¿acaso soy yo el guarda de mi hermano? Hay muchos(as) “Caínes” en el mundo eludiendo la responsabilidad de velar por la vida de todos(as) sus hermanos(as) humanos(as).

No. La responsabilidad del deterioro de las condiciones de vida de la humanidad tienen nombre y apellido: son las transnacionales empresariales y las empresas explotadas por las oligarquías, las burguesías y por los Estados nacionales que superponen el desarrollismo por encima del crecimiento, llevadas de la mano por el capitalismo neoliberal salvaje y globalizado y por la avidez de riquezas materiales de sus agentes. Si alguna responsabilidad tenemos sus víctimas, es la de no hacer nada para remediarlo. Einstein tenía toda la razón cuando afirmaba “…La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”.

La esperanza -la auténtica- es más que un acto de ciega fe; no se reduce a creer que “algo pasará en algún momento”, que “depende de otros(as)”, o de algún “milagro divino”. No. La verdadera esperanza es aquella que mueve a la acción, a emprender todas las acciones a que las propias fuerzas y habilidades le den oportunidad. Es por eso que las juventudes del mundo (y a sus eternos/as jóvenes viejos/as) son las llamadas a cambiar los paradigmas establecidos desde hace centurias y establecer un nuevo orden de justicia, que haga posible y sustentable una vida digna y la oportunidad de preservación para toda la especie humana.

Por eso hoy escribo sobre la esperanza, esa que está puesta en las juventudes del mundo; es la esperanza de que, aunque este mundo “es una mierda”, como afirma Galeano, ahora mismo está pariendo un mundo nuevo y mejor. Son esas juventudes que en todo el planeta están hoy luchando por ese mundo de justicia en las calles, en las fábricas y en las universidades de Europa, los Estados Unidos y en Latinoamérica. Sabemos que históricamente han sido las protagonistas de las revoluciones, como la cubana, por ejemplo. Con este respecto, Jean Paul Sartre escribió: “Puesto que era necesaria una revolución (…) las circunstancias designaron a la juventud para hacerla. Sólo la juventud experimentaba suficiente cólera y angustia para emprenderla y tenía suficiente pureza para llevarla a cabo”.

Hoy día esas juventudes ocupan las calles de Nueva York, Madrid o Chile, entre muchas ciudades del mundo; pelean por su derecho a no dejarse aplastar por la fuerza del dinero y del poder. Reclaman con la fuerza y la pasión que se generan de su derecho a rebelarse ante las injusticias; no están dispuestas a someterse sin pelear. “Rebelarse es afirmar un nuevo ideal. “El perverso sistema capitalista salvaje globalizado, le impone el espíritu quietista, resignado/fatalista a la juventud, con una rutina –con mucho peloteo, Rocks, drogas, pornografía, depravación, telebasura y consumo al por mayor– en la manipulación de las ideas, hipocresía en la moral y domesticidad en la vidorria diaria”, nos recuerda Eduardo Galeano con su muy particular estilo; más adelante nos sigue diciendo: “La rebeldía, afirmaba el Prof. Viterbo Osorio Santelices, uno de los grandes ideólogos de la reforma universitaria chilena de fines de la década de los sesenta, “es eterna y creadora y una juventud sin espíritu de rebeldía es servidumbre precoz…”.

Son precisamente los y las jóvenes chilenos(as) quienes se convierten en el combustible que aviva la llama de esa esperanza. Son ya largos siete meses de lucha enfrentando diariamente la represión policial de los carabineros chilenos, quienes obedeciendo a los intereses de la clase oligárquica gobernante, representada en su Presidente-Empresario Sebastián Piñera, arremeten con fuerza asesina contra su propia clase social de proveniencia, los y las estudiantes que no están en capacidad de pagar una educación privada y por eso pelean porque en su país todos y todas tengan derecho a una educación pública gratuita y de calidad. Liderados(as) por una inteligente y joven mujer proveniente de la juventud del Partido Comunista Chileno (J-PCCH), Camila Vallejo, han librado dignas batallas que han obligado al gobierno a sentarse a conversar, aunque la derecha reaccionaria se niega aun a ceder en sus posiciones. Veamos el saludo que Galeano les envía a esos(as) jóvenes chilenos(as):

“Quiero enviar un abrazo de muchos brazos a los jóvenes valientes que nos están dando a todos una lección de dignidad democrática desde las calles de Chile. Ellos, los indignados, demuestran que hay otro país posible, heredero de Balmaceda y de Allende, y que Chile no termina en las fronteras trazadas por los resignados y los indignos. Que de eso se trata, al fin y al cabo: luchando por la educación, los jóvenes educan a todos los demás. Esta protesta enseña. Yo les digo: gracias mil y suertudas suertes en tan hermosa aventura”.

Hoy esas juventudes están demostrando tener la suficiente rabia, la suficiente angustia, la suficiente pasión y la suficiente pureza -requisitos de los que habla Sartre- para avanzar una revolución global y parir ese nuevo mundo deseado y requerido. De allí mi esperanza, de la esperanza de millones en el planeta. Es a esas juventudes que Benedetti les dedica uno de sus últimos versos:

 

¿Que les da por probar a los jóvenes en este mundo de paciencia y asco?

¿Solo grafitti? ¿Rock? ¿Escepticismo?

También les queda no decir amen
No dejar que les maten el amor
Recuperar el habla y la utopía
Ser jóvenes sin prisa y con memoria
Situarse en una historia que es la suya
No convertirse en viejos prematuros

¿Que les queda a los jóvenes en un mundo de rutina y ruina?
¿Cocaína? ¿Cerveza? ¿Barras bravas?


Les queda respirar, abrir los ojos
descubrir las raíces del horror
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con la muerte
esa loca de atar y desatar


¿Que les queda por probar a los jóvenes en este mundo de consumo y humo?
¿Vértigo? ¿Asaltos? ¿Discotecas?

También les queda discutir con dios
Tanto si existe o no existe
Tender manos que ayudan
Abrir puertas entre el corazón propio y el ajeno
Sobre todo les queda hacer futuro
A pesar de los ruines del pasado
Y los sabios granujas del presente.

 

Es a esas juventudes del mundo a quienes llaman Benedetti, Galeano y el Che Guevara a la lucha por defender a este planeta de la destrucción a la que irremediablemente le conduce el capitalismo. Que podamos darnos cuenta que es el consumismo y la orgía explotadora y criminal que lo sostiene lo que a la larga le convierte en la única y verdadera veneración religiosa; su único dios y tesoro es el dinero, y “donde está tu tesoro, ahí está tu corazón”. La propaganda y la publicidad son “el espíritu santo” de esa religión llamada consumismo, desde ella nos convencen de que lo importante es el consumo; que hay que generar riqueza material para poder ser feliz y que el libre mercado es el único camino que le queda a la humanidad.

 

Necesitamos recordarle a la juventud que el Che Guevara, por ejemplo, es más que una figura de moda en una franela, que su vida y lucha fue por una sociedad nueva y mejor. Que no es malo que el o la joven tenga algo de aguafiestas, que hay que incomodar al poder y a los poderosos con la crítica basada en la conciencia de clase, que anuncie y denuncie sus abusos e injusticias. Recordarle que muchas veces el poder del Estado (que no solo es el gobierno) es utilizado para amortizar, apagar o anular la pujanza de una juventud crítica y rebelde.

 

Ponemos nuestra esperanza en una juventud que se mantenga en alerta mental e ideológica para no permitir que el consumismo se les imponga como modo único de expresar éxito social; que no se ahoguen en un vaso de agua –y menos en uno de cerveza-, tampoco que lo hagan en un estanque de fatiga, sino que midan sus fuerzas y las administren sabiamente; que alimenten su sabiduría mediante la investigación seria de sus entornos y contextos, y así puedan comprender de donde nacen sus modos de relacionarse con aquellos y puedan entender mejor de dónde provienen sus fortalezas y miserias. Que nunca se cansen de ser rebeldes, ni de las ganas de vivir y transformar el mundo, que no se dejen vencer nunca por el aburrimiento o el pesimismo, sino que hay que mantener siempre la esperanza, la resistencia y la lucha por la sociedad y los hombres y mujeres nuevos y nuevas.