El
paro y el campo
Wladimiro
Rodríguez Brito *
[Creemos,
y hay razones de peso, para entender que el campo tiene posibilidades, no solo
en generar puestos de trabajo, en producir alimentos frescos para nuestra
población y por supuesto para generar una mayor estabilidad demográfica en el
interior de las Islas… En este marco, la problemática en la comercialización
y distribución de los productos del campo, las importaciones y los sistemas
dumping y la devaluación en el sistema educativo y formativo de toda la
actividad agraria, a lo que hemos de añadir una burocracia cargada de leyes
inoperantes en las que la supuesta protección ambiental hace que numerosos
campos estén cubiertos de malezas y matorrales…]
Hemos
analizado los datos de la superficie cultivada y la participación de los
agricultores en el mundo rural canario y, queriendo ser optimistas, la realidad
de nuestro paisaje agrario pone de manifiesto que en la llamada crisis económica
la huida del campo continua, a pesar de la actual situación. En un recorrido de
Lanzarote a La Palma, las referencias del campo no son nada optimistas, pero es
más: si vemos lo que ocurre con la superficie cultivada en papas, aguacates,
hortalizas, viñas, tomates, plátanos, flores…, todos los datos nos presentan
retrocesos en cultivos y solo aparecen con tímidos incrementos las papas, los
aguacates y las hortalizas. Es más, en el caso de los plátanos, el cultivo más
mimado que tenemos en Canarias, Juan Nuez nos presenta una pérdida de más de
100 agricultores al aire libre en un solo año, con retroceso significativo en
los últimos años, lo que ha supuesto una reducción del 20% en una década.
Creemos,
y hay razones de peso, para entender que el campo tiene posibilidades, no solo
en generar puestos de trabajo, en producir alimentos frescos para nuestra
población y por supuesto para generar una mayor estabilidad demográfica en el
interior de las Islas. Si a esto añadimos los altos índices de paro que
tenemos en Canarias, está más que claro que el campo puede generar puestos de
trabajo y estabilidad social. En este marco, la problemática en la
comercialización y distribución de los productos del campo, las importaciones
y los sistemas dumping y la devaluación en el sistema educativo y formativo de
toda la actividad agraria, a lo que hemos de añadir una burocracia cargada de
leyes inoperantes en las que la supuesta protección ambiental hace que
numerosos campos estén cubiertos de malezas y matorrales, alejados de la
demanda de nuestros ganaderos y de las necesidades ambientales para luchar
contra el fuego en los veranos, ponen de manifiesto que la actividad
agroganadera necesita un nuevo marco legal, sencillo, claro y unas relaciones
diferentes de acercamiento del campo a los grandes centros de distribución de
alimentos, en el que las actuales barreras formales o impuestas, como el REA,
dejen de subvencionar productos que podemos conseguir en esta tierra, con otro
marco formal de comercialización y defensa de lo nuestro, y que, por supuesto,
siembre haya ilusión y garantía para que nuestros jóvenes se incorporen al
sector primario.
Entremos
en materia. Lo que aún queda de nuestro campo sobrevive con personal en muchos
casos de la llamada tercera edad. No se han creado condiciones para que nuestros
jóvenes se incorporen al sector. De esta manera, por ejemplo, en el mimado
sector platanero, con más de 140 millones de euros aportados por la Unión
Europea, no se ha destinado un céntimo de euro para los jóvenes que se quieran
incorporar al sector con una cuota mínima del llamado histórico, para
animarlos y garantizarles una estabilidad social, ni se ha puesto un céntimo
para mantener los cultivos al aire libre. En el caso de la ganadería, las
barreras que tenemos en estos momentos para legalizar una granja o para
construir unas instalaciones adecuadas, y no digamos de las importaciones de
terceros países con ayudas del REA, hacen que nuestros muchachos, aunque
quieran comenzar con una actividad ganadera, tengan enormes dificultades,
incluso con los aspectos sanitarios de los supuestos contaminantes de los
purines en el subsuelo o la proximidad de la ganadería a núcleos de población,
con una teoría de polígonos ganaderos totalmente inoperantes o con aspectos de
la Ley de Bienestar Animal que ha hecho que entren en crisis numerosas granjas
de las existentes en Canarias.
Querido
lector, queremos sembrar optimismo porque hay razones para pensar que se pueden
producir cambios en positivo, cambios que tienen que originarse en las
mentalidades y con una cobertura económica que dé un mínimo de estabilidad a
los que quieran incorporarse al campo (leyes de arrendamiento con al menos cinco
años, penalización de fincas abandonadas y garantías de unos precios mínimos
para las producciones locales…), con créditos para los jóvenes y menos jóvenes,
con leyes que sean sencillas y claras, y no con lo que hay hoy en día de
burocracia y papeles, donde la ventana única funcione de verdad, que permita
los usos tradicionales en el medio rural y con un marco que posibilite que
nuestros jóvenes dejen de ver el campo con esa lectura pesimista y negativa,
superando los viejos eslóganes despectivos hacia el campo, la agricultura o la
ganadería (él que sirve, sirve, y el que no, para el campo). El campo no debe
ser, ni lo ha sido nunca, un refugio de marginales. El campo es gran parte del
presente y futuro, porque, en otras cosas, comemos 2 o 3 veces al día, pero
también porque es una cultura y una manera de gestionar el territorio.
Una
isla sin campesinos es un portaviones pendiente de suministro del exterior; es
sin duda en este marco en el que entendemos que la pérdida de superficie
cultivada de viñas, de tomates y de tantos otros cultivos es un problema social
y ambiental para toda esta tierra, que los zarzales, el tojo o los hinojos y
tantas otras plantas que crecen sobre antiguos manchones o tierras de pan
sembrar son una hipoteca incluso de seguridad cada verano en nuestras medianías.
Y es más: la dignificación del campo es también sembrar ilusión y motivación
en un pueblo que lucha por el pan con el sudor de su frente. Por ello, los
macrodatos y microdatos de superficie cultivada son lamentablemente
impresentables en una tierra que tiene más del 30 % de su población en la
lista del paro. Otro modelo es necesario y posible para ello. Tiene que cambiar
la mentalidad de todos los que están en la vida política, como los que están
en cada pueblo, morra, chapa o barranco de estas Islas, y por supuesto que no
compartimos los datos de los que nos hablan del PIB y el campo. El campo es
mucho más que fríos datos estadísticos.
*
DOCTOR
EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
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