¿Para
quién afortunadas?
Isidro
Santana León
Dejó escrito nuestro insigne poeta Tomas Chávez. Lo describió
perfectamente en un precioso poema que sigue vigente y denunciando la realidad
de nuestra nación, tan vivo como su recuerdo de hombre comprometido con la
libertad de Canarias. [1]
¿Qué
fortuna puede tener un pueblo que está sujeto por la arbitrariedad colonialista
de un reino extranjero como España?... ¿Incluso, que se jacta de demócrata
porque cuenta con un régimen y una constitución que fue votada coercitivamente
bajo el terror?
Unas
veces leo y oigo a los políticos a través de sus instrumentalizados aparatos
de propaganda y otras –cuando estoy en el bar del barrio hojeando el periódico
y tomando el cortado–, atiendo lo que dice y siente el pueblo, que hasta el
otro día se consideraba apolítico y únicamente interesado por lograr cosas
innecesarias, y que ahora las pierden de forma inexorable sintiéndose estafado
y muy cabreado. Qué gran antagonismo en los criterios de uno y otro: del poder
y del pueblo. El uno trata de racionalizar la situación de podredumbre
existente y el otro, que no puede entender la retórica aplicada para los fines
espurios de los anteriores, concluye que son una laya de ladrones, mentirosos y
parásitos que intentan seguir viviendo del mismo cuento.
Lo
que me llama sobremanera la atención son las garrapatas: sí, esos escribientes
políticamente correctos –como se suele decir–, que defienden un sistema
caduco, caótico, anacrónico e inhumano como el que padecemos, alegando que no
se pueden dar cifras alegremente o sin rigor, sino que hay que tener datos para
enjuiciar a los políticos y demás administradores, referente a lo que cobran
de la empresa colonial canaria y de Borbonia S.A. Lo gracioso de todo esto es
que entre ellos hay quienes militaron en la llamada izquierda nacionalista
canaria, y que les imponen –no sé con qué carajo de autoridad– al resto de
los vivientes el confín de la palabra, y que el plus ultra del pensamiento es
de su exclusividad intelectual…, mas, del resto, todo son elucubraciones y
conjeturas del vulgo, que, al parecer y según sus erudiciones, se pierde en el
agujero negro del sistema, es decir, todos son necios y analfabetos (no entiendo
entonces cómo dicen que tenemos la generación más preparada de la historia y
tampoco el resultado tan estéril de esta gran democracia) instigados por las
conspiraciones –antes eran judeo-masónicas y ahora ultra-izquierdista o
nacionalista radical– que queremos acabar con un sistema tan benévolo como
este parlamentarismo Juan Carlista que el franquismo tantos años nos negó
(recordemos que muchísimos franquistas, entre ellos el rey, pasaron a formar
parte de la perfectísima democracia: unos por sufragio universal y el otro por
cojones), mecanismo partidista que, por lo visto, estos de la pluma
colaboracionista tienen la potestad de defender –es claro que para eso cobran,
para justificar y echar humo sobre la porquería– y los jueces, los únicos
autorizados o “legitimados” para sentenciar el latrocinio.
Llegan
además, como si fueran ellos castos y purificados, a tildar a los grupos que no
están de acuerdo con la presente mierda, de misóginos, racistas, xenófobos y
no sé cuántas cosas más: ¡por falta de demagogia que no sea! Si pusiéramos
en un plato de la balanza las conjeturas que el pueblo hace sobre la corrupción
y los sueldos de los políticos y demás, y en el otro la tapadera, tergiversación,
manipulación, oscurantismo, parcialidad y entreguismo de los periodistas
–hablo de los mercenarios, los honrados están sin empleo y muchos escribiendo
en las redes sociales, sin cobrar un peso, porque les sobra decoro– la
objetividad se inclinaría, sin duda alguna, más de parte de las conjeturas del
pueblo que de los falsificados datos que ustedes interesadamente vierten a la
opinión.
¿Quiénes
son los demócratas, ustedes, los que ejercen el poder de la desinformación? ¿Quiénes
son los demócratas, los jueces cobardes que no se enfrentan a los políticos
corruptos, a saber por qué; que le dan carpetazo a los casos flagrantes de
corrupción; que no se atreven a recluir a miembro alguno de la familia Borbón
ni hacerlos comparecer porque éstos, a diferencia del pueblo trabajador y
sufrido, están por encima de la ley?
¿Quiénes
son demócratas, los sindicatos? ¿Estos que comieron del queso de la especulación,
que no propiciaron e inculcaron en los trabajadores los principios y valores
para conservar los derechos adquiridos por los obreros que le precedieron en
luchas sangrientas contra los sistemas feudal y capitalista? ¿Estos que
aburguesaron a los trabajadores y que pasaron de ser garantes y patrocinadores
de las luchas de clase a simples gestorías laborales? ¿Estos que no se
opusieron al sistema de economía especulativa y permitieron que se
desmantelaran los sectores productivos? ¡Si no hay por donde agarrarlo!
¡Cómo
corroe el dinero y el afán de notoriedad! Son tantos a los que he visto hacer
lo mismo: pasar de la radicalidad de la juventud a racionalizar un sistema
podrido, aunque se llame democracia, porque les untaron los labios con su
adictiva miel. Es más: ¿cómo se pude llamar democracia al sistema político
de un reino que tiene colonias?... ¿a un sistema que somete a mi nación, a
Canarias y que ustedes, cuales perros del escudo, le lamen la corona a cambio de
dinero y haciendo felonía al pueblo desgraciado, a su propia familia? Encima
pasean por las calles creyéndose grandes personajes y como si estuvieran
haciendo favor alguno a la humanidad. A mí también me tocó vivir la última
etapa del franquismo…, y qué: ¿es que ha cambiado algo, además de la
apariencia y de tener nuevas tecnologías? Yo también combatí la última época
de la dictadura y saben para qué, para llegar a lo mismo, a la dictadura. Quien
se quiera seguir engañando con esta plutocracia allá ellos, pero todo cambio
para el bienestar de la mayoría y de las futuras generaciones precisa de una
radical trasformación social y para eso es preciso desbancar a toda esta laya
que lleva siglos gobernando tiránicamente. Y algo muy importante: los derechos
no se adquieren fácilmente; cuestan vidas humanas, por eso hay que mantenerlos
y defenderlos ante el mínimo indicio de alteración, porque los mismos de
siempre estarán en las suyas: intentando arrebatarlos.
Yo,
desde hace tiempo, me he considerado de ningún lado, porque aquí la derecha y
a la izquierda es lo mismo, si no, a ver por que la gente cambia el voto con
tanta radicalidad de una posición a otra, cada vez que se presentan los
normales escándalos de corrupción. Es éste el motivo por el que me declaro
solamente independentista canario y por su puesto justicialista. Y no es por
cuestión baladí: todos los canarios somos hijos de la misma nación y sólo
logrando la unidad podremos construir la prosperidad, la justicia y la paz.
Hay
tantos que, haciéndose pasar por nacionalistas y demócratas, juegan al
nacionalismo pero no rompen con España porque viven en el fango colonial: ¡que
sería de ustedes sin el colonialismo!, ¡dónde irían sus privilegios, sus
prebendas… ¡Para quién afortunadas!
30/07/12
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