El paradigma de la
nevera
¿Productos
canarios, dónde están?
Los
ejemplos sencillos aportan siempre más claridad a las cosas que el lenguaje
farragoso o los circunloquios a los que nos
tienen más que acostumbrados los personajes de
la vida pública. Por esto, cuando alguien sube a una tribuna y cita un par de sencillos ejemplos enseguida se hace con
el público. Esto fue lo que ocurrió con uno de los participantes en la II Jornada de Turismo que organizó el
grupo de comunicación DIARIO DE AVISOS, en la sede principal de Cajasiete[1].
El protagonista fue ni más ni menos que el presidente de la Asociación de
Ganaderos de Tenerife, Pedro Molina, durante la mesa redonda que llevaba por
título ¿Productos canarios, dónde están? Y en esta búsqueda de nuestros productos también
estaban presentes Lourdes Fernández, bodeguera (Cráter) y expresidenta
del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Tacoronte Acentejo; Oswaldo
Brito, por Proyectrán,
y Braulio Simancas, jefe de cocina del restaurante Las Aguas del Bahía del
Duque. Todos ellos fueron contundentes al señalar al canario como el primer enemigo
a la hora de consumir nuestros alimentos y como bien decía Simancas, "si no creemos en nuestros productos es imposible
que los podamos vender". La primera razón que siempre aducimos -no hay
ningún motivo para excluirme- es el elevado precio por ejemplo de los vinos canarios en
comparación con los de Rioja o la Ribera del Duero. Vara de medir que también afecta a los quesos,
carnes, pescados o las
papas negras, que alcanzan cifras disparatadas
en el mercado y más aún en las grandes superficies. Pero a nadie se le ocurre
averiguar a cuánto pagamos, sin discutir, el kilo de papas en las multinacionales de
la hamburguesa, como bien mencionó Molina. Además de no hacer patria ingiriendo nuestros productos,
tampoco sabemos promocionarlos como se debiera.
Cualquiera de nosotros que haya visitado Mallorca seguro
que recuerda la incomodidad de cargar bolsas con ensaimadas
o sobrasada en el avión, pero en el siguiente viaje vuelve a repetir las mismas
compras. y es verdad que ha aumentado el
gasto del turista, pero
desgraciadamente no en destino sino en origen, lo que significa que no repercute en la piña de El Hierro, ni en los vinos de
Tacoronte Acentejo, ni en las quesadillas herreñas, ni en el cordero peligüey, ni en la pesca tradicional..., ni en ningún producto etiquetado como canario. Poca justicia le hace a
nuestros alimentos esta
situación, más aún cuando en los últimos
años el esfuerzo tanto humano como económico para mejorar la calidad ha sido patente.
Gastronómicamente se puede decir que en Canarias nada es igual que hace
25 años. Los restaurantes de hoteles han mejorado notablemente, baste citar el M.B del Abama con sus estrellas Michelin
o el Bahía del Duque, pero también ha acompañado esta evolución el resto del
sector de la restauración, incluida la tasca
familiar o los guachinches.
No cabe la menor duda de que el producto, respondiendo al título del debate, está ahí. Además
la calidad y los controles no se prestan a engaño.
Los mercados del agricultor, cada vez con más presencia en nuestros municipios,
encuentran cada día más adeptos, muchos de ellos extranjeros, por cierto. La imaginación de
algunos cocineros, como el propio Simancas, por citar sólo uno, realiza
prodigios con las texturas y los sabores. Al final no será que uno le exige al
visitante que levante nuestra economía consumiendo productos canarios, mientras nosotros
rebuscamos en los supermercados precios baratos y alimentos de menor calidad de
fuera. No será que, como dice Molina, debemos abrir nuestras neveras y contar
cuántos productos canarios hay y cuántos no. A lo mejor, ahí encontramos la explicación.
* José
L. Conde - Publicado en el periódico Diario de Avisos, 03-06-2012