Papas
y tomates
Wladimiro
Rodríguez Brito *
La
situación de los cultivos de papas y tomates en las Islas pone de manifiesto
los puntos débiles que tenemos como pueblo en la gestión de nuestros recursos.
Tomemos como referencia la evolución histórica de dichos cultivos de exportación
a las islas británicas.
En
las últimas décadas del siglo XIX, la expansión británica por el mundo, con
sus avances en la navegación a vapor, nos incorporó con un siglo de retraso a
la revolución industrial. Los ingleses implantaron en Canarias nuevos cultivos
para cubrir la demanda de los fríos inviernos europeos: papas, tomates, plátanos.
Los puertos canarios cobraron importancia en el tráfico marítimo del centro
del Atlántico, sirviendo a la vez de parada de aprovisionamiento con carbón y
agua. Así, en el año 1902, de los 2.351 barcos que atracaron en el Puerto de
La Luz, 1.356 fueron ingleses. Esta nueva situación económica generó
importantes cambios en Canarias, tanto por la expansión de los cultivos de
exportación (papas, tomates y plátanos), así como por los cambios producidos
en unas atrasadas islas a las que llegó repentinamente la revolución
industrial: cemento, pescantes en los puertos, explosivos, bombas de vapor y
petróleo para elevar agua, tuberías, raíles, medios de transporte más
eficientes, nuevos sistemas para riegos, abonos químicos y otros fertilizantes,
semillas, etcétera. Llegan a las islas nuevas variedades de papas, como King
Edward (chineguas), Up to date (autodate), Arran Banner, Kerr Pink y otras.
Nuevos
empresarios con nuevas ideas implantan en las Islas una situación más acorde
con los nuevos tiempos, con ejemplos como Elder Dempster, Yeoward, Fyffes, Henry
Wolfson, etcétera. Se implanta en las Islas bancos, suministros de carbón,
turismo de salud y de ocio, con el establecimiento de hoteles, periódicos y el
resto de actividades complementarias de una nueva situación económica que
generó cambios importantes en la sociedad canaria. La modernidad en las Islas
(agua corriente en las ciudades, luz eléctrica, etcétera) nos vincula económicamente
a Inglaterra y queda con la Península una
relación política debilitada.
Los
avances tecnológicos y otros eventos históricos hicieron que los ingleses
fueran perdiendo vínculos con las Islas. Primero ocurrió con los plátanos,
tras la I Guerra Mundial, gracias a la mejora en las técnicas de transporte marítimo
y a la disputa con Alemania sobre la hegemonía del Atlántico hasta la II
Guerra Mundial. La exportación de papas se mantuvo hasta la entrada en la CEE,
en los años setenta, al aplicar aranceles en Inglaterra a las papas tempranas
de Canarias (territorio no comunitario), mientras que nos seguían suministrando
las papas para semilla, incorporando a las variedades demandadas en Inglaterra,
que ya se cultivaban aquí, otras variedades nuevas. Nos quedaron como
variedades principales las nuestras, las papas de color o bonitas que perviven
en nuestras medianías.
Los
tomates siguen siendo cultivados para su exportación al Reino Unido, aunque
parece que somos incapaces de mantenerlos por mala negociación en Bruselas, lo
que está beneficiando a otras zonas productoras, como el sudeste peninsular
y Marruecos; el Gobierno central no cumple los compromisos adquiridos sobre el
coste de la insularidad.
Los
ingleses continúan teniendo un país urbano, industrial y comercial, dinámico,
manteniendo a la vez sus campos cultivados. Nuestros campos los sembramos con
semillas inglesas o irlandesas, y somos incapaces de producir tan siquiera el
30% de las papas que demandan las Islas. Importamos más de 80.000 toneladas, es
decir, la producción equivalente a más de
La
actividad agraria es algo básico aquí como en Inglaterra, otro campo y otra
sociedad son posibles: los británicos ni tienen mejor clima ni son más
trabajadores que nosotros; tanto las papas como los tomates pueden generar
riqueza y bienestar en esta tierra. Está en nuestras manos hacer otra política
agraria protegiendo las producciones locales con precios y barreras aduaneras y
fitosanitarias, así como garantizando unos ingresos mínimos a los que viven de
la tierra.
Hagamos
un esfuerzo por mantener la producción y la exportación de nuestros tomates al
mercado inglés y escandinavo, mercados ganados por muchas generaciones de
canarios que han logrado introducir y mantener parte de nuestra cultura de
trabajo y nuestro paisaje en Europa. Nuestros tomates son parte de nuestra
cultura y fruto de nuestro trabajo, y son también señas de nuestra identidad,
símbolo de la áspera piel de las Islas.
* DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
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