Papas, paro y tierras balutas

 

Wladimiro Rodríguez Brito *

 

Sobra cualquier aclaración de la importancia de la papa en Canarias, pues una familia canaria sin papas ni gofio sigue siendo sinónimo de hambre. Consumimos entre ochenta y noventa kilogramos por habitante, lo cual supone entre ciento veinte y ciento sesenta mil toneladas al año. Las papas mantienen elementos de identidad, culturales, ambientales, paisajísticos…, y son complementarias a numerosos cultivos, entre ellos la vid, los cereales, las leguminosas, etcétera. Es más, podemos cultivar papas en cualquier época del año desde el nivel del mar hasta los mil quinientos metros de altura, y qué decir de las papas de color.

 

Estas líneas quieren preguntar cuál es la razón por la que, ante los problemas sociales actuales y con un invierno tan lluvioso, gran parte de las tierras estén sin labrar después de más de veinte días sin llover. En buena lógica parece que hay razones obvias para mirar hacia el campo como solución en un territorio en el que tenemos más de un treinta por ciento de paro; la agricultura y la ganadería pueden ser una alternativa para amplios sectores de nuestra población.

 

A la situación descrita en nuestro medio rural se añade el hecho de que la cantidad importada de papas de semilla para la siembra de este invierno-primavera (unas cinco mil quinientas toneladas) no alcanza a día de hoy el ochenta por ciento de lo importado a estas alturas del año pasado. Es la cifra más baja que conocemos en la historia reciente de Canarias. No olvidemos que hace treinta años importábamos más de diecisiete mil toneladas de papas de semilla, con las que no solo cultivábamos para autoabastecernos sino que exportábamos más de treinta mil toneladas cada año.

 

Es incomprensible que este año, a pesar de la crisis y de que los campos están balutos, no alcancemos ni tan siquiera las cuatro mil hectáreas cultivadas; esto ocurre en unas Islas en las que estamos hablando de bancos de alimentos y de una amplia problemática generada por la llamada crisis económica.

 

Hay múltiples razones por las que nuestra gente no mira hacia el campo: importaciones en situación dumping (papas como anzuelo en las grandes superficies, hasta por veinte céntimos el kilogramo, cuando los costes de producción no bajan de los cuarenta a sesenta céntimos para el agricultor); problemas con la polilla guatemalteca, agravados por la sequía del pasado año; así como otra serie de factores, como la crisis de valores y la cultura de la papa suave con alergia al sacho.

 

Faltan medidas políticas que garanticen unos precios mínimos al agricultor, con posibilidad de control de las importaciones, banco de semillas, de abonos y de tierras para jóvenes descapitalizados, penalización de las fincas balutas como elemento antisocial y de peligro para los incendios, etcétera.

 

Otro campo es posible.

 

Tenemos unas significativas bolsas de suelo que pueden generar miles de puestos de trabajo, y hay que conseguir el autoabastecimiento en muchos productos agrarios y ganaderos. Indudablemente hay incógnitas por resolver, como la polilla guatemalteca, para la que la rotación de cultivos y las trampas son una ayuda.

 

Por otra parte, el REA y la UE han de entender la necesidad de controlar las importaciones, pues no olvidemos que estamos importando entre sesenta y ochenta mil toneladas año, a lo que hemos de incorporar una mejora de quince céntimos por kilogramo, aportada por la Unión Europea para favorecer nuestro cultivo de papas.

 

La potenciación del sector primario es básica para el futuro de esta tierra y para que no ocurra lo que sucedió en Haití en la época de Jean-Bertrand Aristide, cuando el presidente Clinton, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial lo obligaron a bajar los aranceles del arroz del cincuenta al tres por ciento. El país caribeño pasó de autoabastecerse en un ochenta por ciento a abandonar el campo e irse a vivir a Puerto Príncipe, degradándose las tierras agrícolas y acentuándose el hambre cuando dejaron de tener dólares para importar el arroz.

 

Hagamos barbecho, preparemos las tierras para sembrar y animemos a nuestros jóvenes a vincularse a la producción de alimentos, puesto que con toda seguridad esta es la crisis en la que el sector de autoabastecimiento está en peores condiciones de estos últimos quinientos años. Las tierras cultivadas, la mejora de los pastos y de la ganadería, y lo que es más importante, los brazos y la voluntad de nuestra gente son esenciales para hacer estas Islas más sostenibles. No hay recetas mágicas para salir de la crisis. Comencemos con remedios caseros como los aquí planteados.

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA

 

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