Sobra cualquier aclaración de la
importancia de la papa en Canarias, pues una familia canaria sin papas ni gofio
sigue siendo sinónimo de hambre. Consumimos entre ochenta y noventa kilogramos
por habitante, lo cual supone entre ciento veinte y ciento sesenta mil
toneladas al año. Las papas mantienen elementos de identidad, culturales,
ambientales, paisajísticos…, y son complementarias a numerosos cultivos, entre
ellos la vid, los cereales, las leguminosas, etcétera. Es más, podemos cultivar
papas en cualquier época del año desde el nivel del mar hasta los mil
quinientos metros de altura, y qué decir de las papas de color.
Estas líneas quieren preguntar cuál es
la razón por la que, ante los problemas sociales actuales y con un invierno tan
lluvioso, gran parte de las tierras estén sin labrar después de más de veinte
días sin llover. En buena lógica parece que hay razones obvias para mirar hacia
el campo como solución en un territorio en el que tenemos más de un treinta por
ciento de paro; la agricultura y la ganadería pueden ser una alternativa para
amplios sectores de nuestra población.
A la situación descrita en nuestro medio
rural se añade el hecho de que la cantidad importada de papas de semilla para
la siembra de este invierno-primavera (unas cinco mil quinientas toneladas) no
alcanza a día de hoy el ochenta por ciento de lo importado a estas alturas del
año pasado. Es la cifra más baja que conocemos en la historia reciente de
Canarias. No olvidemos que hace treinta años importábamos más de diecisiete mil
toneladas de papas de semilla, con las que no solo cultivábamos para
autoabastecernos sino que exportábamos más de treinta mil toneladas cada año.
Es incomprensible que este año, a pesar
de la crisis y de que los campos están balutos, no
alcancemos ni tan siquiera las cuatro mil hectáreas cultivadas; esto ocurre en
unas Islas en las que estamos hablando de bancos de alimentos y de una amplia
problemática generada por la llamada crisis económica.
Hay múltiples razones por las que
nuestra gente no mira hacia el campo: importaciones en situación dumping (papas
como anzuelo en las grandes superficies, hasta por veinte céntimos el
kilogramo, cuando los costes de producción no bajan de los cuarenta a sesenta
céntimos para el agricultor); problemas con la polilla guatemalteca, agravados
por la sequía del pasado año; así como otra serie de factores, como la crisis
de valores y la cultura de la papa suave con alergia al sacho.
Faltan medidas políticas que garanticen
unos precios mínimos al agricultor, con posibilidad de control de las
importaciones, banco de semillas, de abonos y de tierras para jóvenes
descapitalizados, penalización de las fincas balutas
como elemento antisocial y de peligro para los incendios, etcétera.
Otro campo es posible.
Tenemos unas significativas bolsas de
suelo que pueden generar miles de puestos de trabajo, y hay que conseguir el
autoabastecimiento en muchos productos agrarios y ganaderos. Indudablemente hay
incógnitas por resolver, como la polilla guatemalteca, para la que la rotación
de cultivos y las trampas son una ayuda.
Por otra parte, el REA y la UE han de
entender la necesidad de controlar las importaciones, pues no olvidemos que
estamos importando entre sesenta y ochenta mil toneladas año, a lo que hemos de
incorporar una mejora de quince céntimos por kilogramo, aportada por la Unión
Europea para favorecer nuestro cultivo de papas.
La potenciación del sector primario es
básica para el futuro de esta tierra y para que no ocurra lo que sucedió en
Haití en la época de Jean-Bertrand Aristide, cuando el presidente Clinton, el
Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial lo obligaron a bajar los
aranceles del arroz del cincuenta al tres por ciento. El país caribeño pasó de
autoabastecerse en un ochenta por ciento a abandonar el campo e irse a vivir a
Puerto Príncipe, degradándose las tierras agrícolas y acentuándose el hambre
cuando dejaron de tener dólares para importar el arroz.
Hagamos barbecho, preparemos las tierras
para sembrar y animemos a nuestros jóvenes a vincularse a la producción de
alimentos, puesto que con toda seguridad esta es la crisis en la que el sector
de autoabastecimiento está en peores condiciones de estos últimos quinientos
años. Las tierras cultivadas, la mejora de los pastos y de la ganadería, y lo
que es más importante, los brazos y la voluntad de nuestra gente son esenciales
para hacer estas Islas más sostenibles. No hay recetas mágicas para salir de la
crisis. Comencemos con remedios caseros como los aquí planteados.
* DOCTOR EN GEOGRAFÍA
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