Padre del moderno nacionalismo canario

 

Por Fernando Ríos Rull

 

[Que ese nacionalismo canario fuese tricontinental -que después Juan Manuel García Ramos denominó atlantista- impedía que fuera independentista, porque fue construyéndose a la vez que el nuevo espacio de integración europeo en el que no cabían deserciones sino adhesiones, en la convicción de que precisamente esa construcción europea supranacional y un estatus singular en su seno servirían de dique de contención que impidiera que se repitiera en Canarias lo del Sáhara, así como para corregir olvidos y maltratos, máxime cuando ese proceso de convergencia europea coincidió con la construcción del Estado de las Autonomías, que él contribuyó a apuntalar, primero como presidente del Parlamento de Canarias (1987-1995), y después como senador de designación autonómica (1995-2003)… Me reitera frecuentemente la necesidad de una Canarias fuerte, unida y cohesionada que, sin dejar de formar parte de un Estado español plurinacional, pueda controlar sus aguas archipelágicas, tenga una hacienda propia, gestione sus puertos y aeropuertos o se relacione directamente con los países de su entorno geográfico y cultural. Pero eso, aunque se parezca mucho, no es independentismo… Ojalá una inmensa mayoría de canarios, a la manera de como no lo es él, tampoco fueran independentistas… Seguro que nos iría mucho mejor…]

 

El objeto de estas líneas es dar respuesta -que, quizás por inesperada, no supe hacerlo adecuadamente- a una de las tantas preguntas que me hizo el periodista Francisco Chavanel en una reciente entrevista radiofónica en su programa El Espejo Canario. Es una excusa fantástica para rendir particular tributo a su figura, ahora que, todavía, me lo puede reprochar. La pregunta era si mi padre era independentista y la apresurada respuesta que balbuceé fue que no, que él era autonomista y que, en todo caso, yo lo era más.

 

Por el respeto que le tengo, y por la importancia que creo que tiene en la consolidación del nacionalismo canario, estimo necesario completar aquella contestación: mi padre, médico de formación, es un humanista que ha profesado el nacionalismo en el sentido de entender que, ante la lejanía e insularidad de Canarias, primero, esta tierra requiere de gente que la defienda frente a incomprensiones y olvidos de los que nos gobiernan desde la distancia; y, segundo, que esa defensa de nuestra tierra se consigue siendo capaces de arraigar una conciencia colectiva de nuestra identidad como pueblo diferenciado que se manifieste a través de una inequívoca voluntad de autogobernarse (es sorprendente cómo al cabo de los años ese pensamiento político sigue teniendo una extraordinaria vigencia).

 

Abrazó esa forma de entender el nacionalismo cuando casi estaba prohibido pensar, en los estertores del franquismo, alertado de ver cómo la Nación española trataba a una de sus teóricas provincias, el Sáhara, dejando a sus habitantes, españoles con DNI, tirados a su suerte. El temor a que eso mismo pudiera volver a repetirse con Canarias motivó, en un momento de profundas transformaciones políticas derivadas de llegada de la democracia, que empezara a teorizar sobre el nacionalismo desde una perspectiva inédita hasta ese momento: la construcción tricontinental del País canario, dada su vocación europeísta; ese enfoque es distinto -incluso complementario- al decimonónico nacionalismo americanista de Secundino Delgado y al colonialista-africanista de Cubillo. Esa ha sido, junto a una concepción archipelágica de Canarias -célebre es su Islas o Archipiélago en la lucha por el reconocimiento de las aguas canarias-, su principal contribución intelectual al nacionalismo canario. Ese europeísmo es, sin duda, el germen del moderno nacionalismo canario, que ha servido de base a formaciones como el Partido Nacionalista Canario, las Agrupaciones Independientes de Canarias o Coalición Canaria -a las que ayudó a crear y consolidar- para construir su ideario político, y que consiguieron erigirse, quizás por contribuciones de personas como él, en la ideología gobernante en Canarias durante los últimos 20 años.

 

Que ese nacionalismo canario fuese tricontinental -que después Juan Manuel García Ramos denominó atlantista- impedía que fuera independentista, porque fue construyéndose a la vez que el nuevo espacio de integración europeo en el que no cabían deserciones sino adhesiones, en la convicción de que precisamente esa construcción europea supranacional y un estatus singular en su seno servirían de dique de contención que impidiera que se repitiera en Canarias lo del Sáhara, así como para corregir olvidos y maltratos, máxime cuando ese proceso de convergencia europea coincidió con la construcción del Estado de las Autonomías, que él contribuyó a apuntalar, primero como presidente del Parlamento de Canarias (1987-1995), y después como senador de designación autonómica (1995-2003).

 

Durante su vida política su sapiencia y su saber estar han cautivado a muchos canarios de distintas ideologías por su sentido de Estado, por su laboriosidad y por su rectitud. Yo tengo la inmensa suerte de seguir estando a su lado durante todos estos años y de aprender todo de él. Me quedo, sobre todo, con su generosidad y con su forma de ser canario -eso que a los nacionalistas nos gusta llamar canariedad- siempre en positivo y nunca contra nadie. Él está cada vez más convencido de la necesidad de que el pueblo canario se articule a través de formaciones políticas que no se plieguen a intereses ajenos a nuestra tierra. Si acaso, tras 30 años de autogobierno, haya evolucionado hacia posiciones mucho más reivindicativas ante el agotamiento, por no decir involución, del Estado de las Autonomías. Me reitera frecuentemente la necesidad de una Canarias fuerte, unida y cohesionada que, sin dejar de formar parte de un Estado español plurinacional, pueda controlar sus aguas archipelágicas, tenga una hacienda propia, gestione sus puertos y aeropuertos o se relacione directamente con los países de su entorno geográfico y cultural. Pero eso, aunque se parezca mucho, no es independentismo… Ojalá una inmensa mayoría de canarios, a la manera de como no lo es él, tampoco fueran independentistas… Seguro que nos iría mucho mejor…

 

Fuente: diariodeavisos.com/2013/11