DE LA TASA ROBIN HOOD Y OTROS DISLATES

 

Por Juan Pedro Ciganda *

 

Bienvenidos… cuestionamientos

 

La crisis del 2008 no empezó y terminó. Es la misma que sobrevuela y aterriza a diario en diversas zonas del planeta. Simplemente tiene intervalos de expectativas optimistas en medio de una estabilidad de perplejidades e inseguridades, bolsas que se caen y monedas que tienen la firmeza de un flan.

 

Un artículo de mi autoría publicado en el último número de vadenuevo (dedicado a la Tasa Tobin o Robin Hood) generó varios comentarios –de los que llegan hasta el escribidor– con diversas miradas críticas, algunas observaciones interesantísimas y preguntas por demás pertinentes. Los mensajes fueron de algunos conocidos y amigos así como de otros muy amables desconocidos que ahora ya lo son menos.

 

Me alegro por demás no solamente al comprobar que hay gente que lee la revista sino –fundamentalmente– por haber generado alguna inquietud, interrogante o duda. Que de eso se trata….

 

Para ser práctico hago una apretada síntesis de los comentarios formulando apenas tres sencillas preguntas que resumen los cuestionamientos explícitos o que deduzco como implícitos en los mensajes recibidos.

 

1 ¿La tasa Tobin o Robin Hood en cuestión es una solución para acomodar el sistema capitalista o una propuesta con otras perspectivas?

 

2 ¿No te parece que iniciativas tan “voladas” aportan poco en concreto en un tiempo en que el gran asunto es afirmar –en lo nacional– un saludable proceso de cambios?

 

3 ¿No es utópico o algo parecido plantearse soluciones impositivas cuya aplicación eficaz debiera realizarse en todo el mundo?

 

No ha faltado, finalmente, tampoco, el comentario que considera que mi forma de aportar sobre el asunto es… poco seria.

 

Sobre esta última anotación simplemente acoto que el estilo un poco informal a veces ayuda a entrar a temas áridos. Por otro lado, no está asegurado que los planteos hechos en papel florete sean más… serios. Pueden ser simplemente más acartonados y tener poca sustancia. Se da con frecuencia.

 

El problema de la dinámica. Reitero que uno de los problemas de la hora es la imperiosa necesidad de estar atento. Cuando uno se sabe las respuestas de memoria, le cambian las preguntas.

 

Hubo un tiempo en que el que hablaba de nacionalizar o estatizar era de izquierda, revolucionario y/o sospechoso de algo de eso. Pasados algunos huracanes de hace veinte años, los estatizadores pasaron a ser nostálgicos y parte de una izquierda no aggiornada. Después del 2008–2009 las cosas han vuelto a cambiar.

Los que usan las estatizaciones para socializar (pérdidas) son los países desarrollados y principales galanes del teleteatro capitalista. Por lo que hay que cuidarse pues si uno –de buena fe– quiere nacionalizar o estatizar algo, corre el riesgo que a su lado alguien le pregunte “¿a qué multinacional querés darle una mano?”

 

Hace seis meses se había devuelto un 15% de todo el dinero prestado por los estados a las empresas multinacionales de crédito a lo largo de la crisis de 2008. Debe ser más difícil estimar cuántos empleos, seguros sociales, hogares se han vuelto a salvaguardar como consecuencia de esas inversiones y ayudas hechas por los estados para que el sistema siguiera funcionando. No sé por qué atisbo que pocos.

 

Rompiendo mitos el mundo es testigo, a veces sin darse cuenta, de que el socialismo puede funcionar para los ricos y el capitalismo queda prefijado… para pobres.

 

Ese mismo dinamismo que obliga a tener la atención despierta nos hace ver que primeros mandatarios europeos discuten la pertinencia de la Tasa Tobin o Robin Hood, a la vez que cuidan sus patios traseros, al mismo tiempo que discuten si dejan morir a Grecia, si la separan de la comunidad europea por su caos económico y financiero y en los mismos momentos en que hacen reformas constitucionales por decreto para evitar los déficits fiscales… constitucionalmente. ¡Y que viva el Rey!

 

Para enterarse de todos estos últimos elementos no hay que hacer posgrados en universidades del primer mundo. Basta con leer los titulares de la prensa de los últimos treinta días.

 

De utopías (¿?) Por definición “utopía” es un lugar que no existe. Se habla de ella desdeñosamente o condescendientemente. También, por suerte, se la nombra como aquel tiempo, espacio y sueño que guía a los hombres hacia un futuro mejor. Nada de todo esto tiene que ver con la modestamente ambiciosa Tasa Robin Hood.

 

Los impuestos no son utopías. Son impuestos, gravámenes, tasas. Es dinero que un Estado o un poder supranacional logra cobrar a los terrícolas.

 

La mirada más ingenua sobre el mismo es señalar que si no es utópico… es difícil de recaudar. (¿Y cómo se hace para cobrarlo?)

 

Ya salimos de la “imposibilidad”.

 

Ahora pasamos a tener problemas organizativos. ¿Pero a alguien en pleno siglo XXI se le puede ocurrir que un impuesto global no puede cobrarse por razones organizativas?

 

Con el solo aporte de un núcleo de brillantes “informáticos” uruguayos que a la fecha organizan bancos centrales en varios países del tercer mundo, el problema teórico–práctico se resuelve en unos meses. Y si Bill Gates da una mano, se soluciona en tres semanas.

 

No, amigos. El único problema a superar es lograr que se pongan de acuerdo los principales estados nacionales del mundo junto a las mayores multinacionales del orbe. Acaso se debiera plantear la cosa en el orden inverso al que acabo de escribir. Para ser más realistas.

 

El resto es de trámite.

 

El problema real es quién gana y quién pierde con la Tasa Robin Hood.

 

Cuando Angela Merkel y los primeros mandatarios europeos hablan del asunto, seguramente están pensando en una de las tantas respuestas no solamente concretas sino inclusive relativamente urgentes para enfrentar situaciones que no saben cómo dominar.

 

La crisis del 2008 no empezó y terminó. Es la misma que sobrevuela y aterriza a diario en diversas zonas del planeta. Es la crisis que simplemente tiene intervalos de expectativas optimistas en medio de una estabilidad de perplejidades e inseguridades, bolsas que se caen y monedas que tienen la firmeza de un flan.

 

Tres asuntos tres. El tema “Robin Hood” no es un instrumento para derogar el capitalismo, cambiar el sistema de producción y distribución de bienes y hacer la felicidad y la paz universales. Por siempre jamás.

 

En segundo lugar no anda paseando por primera vez por el Río de la Plata, la Banda Oriental o el Obelisco, a partir de que alguien hable de la Tasa en cuestión.

 

En tercer lugar, me parece injusto afirmar que hablar de estos temas es referirse a iniciativas muy “voladas” tomando en cuenta “los grandes problemas nacionales” que gobierno, partidos políticos, pensadores y otros creativos deben abordar.

 

1.Sobre lo primero vuelvo a recordar que los grupos ATTAC, James Tobin, Angela Merkel, Soros y otros protagonistas del diario quehacer del mundo no piensan lo mismo sobre los resultados y objetivos últimos de un gravamen mundial de este tipo.

 

La idealización mítica que hacen algunos promotores de la Tasa y de otras medidas monetarias no necesariamente tiene atadero con la realidad. Frente a una crisis ingobernable, el sistema capitalista busca respuestas de supervivencia. Los humanos –y los más carenciados del mundo en mayor medida y en todos los continentes– tienen necesidades (de vida… y de evitar la muerte) que habría que resolver hoy. Las connotaciones filosóficas profundas del tema las podemos seguir discutiendo otro día.

 

2. En los foros mundiales establecidos hace algo más de una década y aparentemente muy debilitados a la fecha esta propuesta –con raíz en los grupos ATTAC– junto a otras sobre la riqueza, el medio ambiente y el trabajo fue centro de discusión. En diversos países del mundo el tema se ha debatido y se han instalado grupos y foros locales. En Uruguay se dio entre fines de siglo y comienzo de éste. Hubo, como ya he señalado, iniciativas legislativas al respecto. La central de trabajadores (PIT–CNT), en su Congreso de hace diez años, incluyó en sus documentos el tema de las nuevas formas de aportación e imposición a nivel planetario.

 

3. Finalmente –y por ahora– la cuestión es si temas de este calibre y características deben ocupar las neuronas de gente que piensa, gente que gobierna, gente que elabora para gente que intenta gobernar. Yo creo que sí. Que vale la pena.

 

Hace unos días parecía que todo el país giraba en derredor a la Rural y un impuesto proyectado que anda por el Parlamento. En estas horas las cabezas del Presidente de la República y sus asesores y el partido de gobierno deben estar más que ocupadas pensando en cómo enfrentar las realidades del mercosurismo relativo.

 

Pues si bien los ferrocarriles unen, los trabajadores desempleados y los empresarios con la actividad frenada por las medidas proteccionistas de los vecinos, no van a estar de buen humor para valorar el asunto del riel.

 

¿Estoy sugiriendo que el Presidente de la República y los principales responsables de la política económica del país se pongan a estudiar el asunto Tobin–Robin Hood?

 

No. Categóricamente no. No pueden tener tiempo para esto.

 

Mas sí creo que las fuerzas políticas, los uruguayos en condiciones de reflexionar y aportar con espíritu crítico, deben mirar un poco menos de reojo al universo.

 

Puede ser más cómodo tener un horizonte que no exceda las fronteras nacionales. Mas el mundo está ahí, actuante, determinante. Muy agresivo a veces.

 

Aunque nos incomode.

 

* (Publicado en  VADENUEVO 37 – Octubre) Publicación digital.