Ante la dura situación actual, estamos
en la obligación de sembrar optimismo, de hacer surcos, de buscar alternativas y
poner semillas que den frutos. Hemos de canalizar cuantas iniciativas aporten y
optimicen recursos, a la vez que hacemos esta tierra más justa social y
ambientalmente. Hay alternativa a las carencias básicas que sufrimos en el
presente.
La Victoria de Acentejo es una
referencia de otra manera de hacer las cosas. Entre la antigua carretera
general del norte y el monte de la cumbre existe una de las zonas de cultivo
más bellas del Archipiélago; allí apenas hay hoy parcelas cubiertas de maleza.
Los victorieros han puesto su trabajo, ilusión y
cariño para mantener un espacio cultivado de viña, papas y castaños. Sin duda
es el mejor ejemplo que tenemos desde La Graciosa hasta La Restinga; además se
ha garantizado un cortafuegos gracias a los cultivos
entre el monte y las zonas pobladas.
Los agricultores no se injertan; son
hijos de un largo proceso cultural y social cargado de experiencia, de
sabiduría y de compromiso, de ilusión y de sueños. El campo tiene mucho de
cultura familiar; lo que somos siempre tiene mucho que ver con el entorno en el
que hemos vivido.
La Victoria, con sus
castaños, las papas y la vid, es sin duda una referencia que debemos
valorar y estudiar. La gestión del territorio allí es marcadamente diferente de
lo que ocurre en gran parte de Tenerife y en las otras islas. ¿Por qué
hay tantas diferencias entre las viñas de Las Riquelas
en El Sauzal y las de La Victoria? En unas hay amplias zonas de
maleza, mientras las segundas están totalmente cultivadas.
La Victoria puede ser una referencia de
otra manera de hacer y entender las cosas; es una ventana abierta que aporta
luz a la oscura noche de la crisis. Desde la zona de castaños integrada con el
espacio forestal hasta la vieja carretera del norte tenemos un espacio
escalonado totalmente cultivado; primero con castaños y papas, luego con papas
y finalmente con el monocultivo de la viña. Los cultivos de papas forman un
espacio singular que se extiende por el este hasta La Vica,
en La Matanza, y por el oeste hasta el Lomo Monroy-Sacatín,
en Santa Úrsula. Es sin duda la mayor porción de la piel de la isla picuda sin
zarzales ni helecheras, ni granadillos o hinojos, ni
tampoco espinos (tojos).
Demos la enhorabuena a los campesinos
que viven el presente con una lectura del ayer y un compromiso con el futuro.
Allí un amplio colectivo se ha negado a tirar la toalla y sigue manteniendo un
campo como antaño. Este modelo, si se permite, victoriero,
no sólo genera puestos de trabajo y alimentos, sino estabilidad social.
¿Cuántos miles de puestos de trabajo se podrían generar en la isla de Tenerife
si estuviese cultivada como La Victoria?
Es un paisaje que invita a visitar y
contemplar sus bellos rincones; no sólo por placer estético, sino también como
una referencia de otra manera de hacer las cosas. Los cultivos de papas y
castaños tienen mucho de sabiduría y de observación, en los que sirven de
complemento los aportes de materia vegetal de los castaños
con la función de paraguas de protección de las papas ante el sereno; incluso
el periodo no vegetativo del castaño es positivo para el desarrollo de las
papas.
Se ha realizado un gran esfuerzo para
mantener las papas de color, con un número amplio de variedades que permiten
ante diferentes situaciones climatológicas conseguir cosechas; unas son más
tolerantes o exigentes al viento, a la sequía o al calor. La polilla
guatemalteca es una grave amenaza, así como el deterioro de la fertilidad del
suelo. Es fundamental la rotación de cultivos con leguminosas, cereales o
manchón. La viña es el cultivo dominante en la comarca, casi en monocultivo en
las zonas que ocupa. La orientación hacia el oeste de la comarca hace que allí
se produzcan unos vinos de gran calidad por la gran insolación. Hace cuarenta
años la vid compartía el territorio con papas y legumbres; la viña en el
periodo no vegetativo se recogía al pie de los ribazos, extendiéndola en la
primavera levantada sobre horquetillas y varas. Ahora se cultiva en espaldera
fija, suprimiendo la rotación y perdiendo capacidad para cavar y fertilizar los
suelos, como se hacía antes, en muchos casos con amplio uso de herbicidas, con
pérdida de oxigenación y fertilización de los suelos.
Si aplicáramos el modelo rural de La
Vitoria a nuestras medianías, sólo en la producción de papas y vino se
generarían más de 20.000 puestos de trabajo en Canarias. Como bien dice Eladio,
del guachinche y bodega Sacatín,
para ello hay que tomar medidas con las importaciones de vinos y papas que en
estos últimos años se han realizado con muchos interrogantes para los
agricultores y productores. Lo que ocurre en La Victoria de Acentejo es una
lección de que otro campo es posible. Generemos motivación y estímulo, y
tomemos medidas que protejan la actividad y el esfuerzo de los hombres y
mujeres que quieran hacer surcos en esta tierra. Otras islas son posibles, más
justas y sostenibles en los planos social y el
ambiental.
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DOCTOR EN GEOGRAFÍA