Otoño cálido, invierno caliente
Pedro González Cánovas
*
Tal vez nadie prevería
que fuésemos a tratar del clima, o sí. Quiero que hagamos juntos una reflexión
sobre lo ocurrido en los últimos tiempos con la base trabajadora del archipiélago.
Todos vivimos un
declive en que parecía haber llegado un tiempo donde ya todo estaba agotado.
Palpamos un sopor que anunciaba un final apresurado, aunque sabíamos que
quedaba mucho por hacer.
Tuvimos la suerte de
hacer lección de una crisis, que alentaba las más oscuras maniobras de la pequeña
burguesía o el caciquismo canario, ahora incitado a emplear otras formas de
contratación más baratas que se convirtieron en herramienta legal de explotación
desmesurada. No fue complicado llegar a eso, si se valora realmente la situación
social que se había creado.
En mercado, la técnica
conocida como “dumping” consiste en vender al exterior productos a un precio
inferior al que tiene en el país de origen. Sin embargo, cuando hablamos de
dumping social, nos podemos referir a lo que sufrían aquellos trabajadores,
cuando se empezaban a hacer recortes en la industria norteamericana, para, a
continuación, desviar fondos hacía las nuevas aperturas, justo en la frontera
del lado mexicano, con toda la complicidad del gobierno de México, para acabar
centrando la zona de producción en zonas más baratas, donde las restricciones
medioambientales son menores, la mano de obra es tratada con prácticas
esclavistas, etc. Para después meter el producto en el país de origen a un
coste muy inferior al resultante que podría suponer una “producción nacional”.
La situación de indefensión y pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores
norteamericanos se extendería a otras empresas del sector que, para poder
entrar en competencia con la que invertía fuera buscaba fórmulas para abaratar
sus productos, eludiendo costes en mano de obra. Otra causa más de la política
capitalista global era el dumping social que sufrían estos trabajadores.
Una situación creada
con absoluta complicidad entre gobiernos y patronales, ejerciendo con una
depredación criminal sobre la clase trabajadora, nos llevó a sufrir un nuevo
dumping social, pero esta vez sin necesidad de desplazar los centros de
trabajo.
Unas bolsas de
trabajadores de baja especialización, pero con la mayor disposición,
resultantes de cierres y expedientes de regulación de empleo, que dispararon
los porcentajes de población en paro. Unas empresas de trabajo temporal que,
con asombrosa agilidad, aprovecharon la situación abarcando una gran parte del
mercado eventual, para rendir las pocas condiciones dignas que antes tenían los
eventuales.
Sin embargo, en
Canarias, esta crisis sorprende a grandes grupos de trabajadores que ya sufrían,
por ejemplo, ratios muy superiores a la media del estado español, como los
casos de los sectores de Sanidad o Educación, o los casos de muchos
trabajadores públicos, como los judiciales, etc. Esta carga que, acertadamente,
alguien calificó de no-estacional, supera en tanto a la de la metrópoli que sólo
puede verse justificada por esa pinza, de la que habló Sardá,
formada por el colonialismo y la burguesía colaboracionista, que mal soportamos
en Canarias desde hace más de cinco siglos.
Hoy por fin podemos
apreciar un poco de dignidad en las organizaciones obreras. Parece que llegó la
hora de un despertar sindical que canarios y canarias merecíamos hace mucho
tiempo.
Ante la situación de
indefensión y continua agresión que sufre el Pueblo, éste se organiza y se
revuelve, alineando la clase productiva contra el poder gubernamental y la
patronal. Con entereza, Intersindical Canaria anuncia una huelga general en el
archipiélago. Un llamamiento hecho desde la federación de empleados públicos,
pero extensivo al resto de federaciones y sindicatos, fija en la primera
quincena de diciembre una huelga general.
Cuando escribo estas líneas
lo hago con la absoluta certeza de que todos los sindicatos, sin excepción,
apoyarán a su manera esta movilización. Lo contrario es inadmisible hoy en
Canarias. Pues es evidente que el “otoño cálido” de la patronal avoca a la
clase trabajadora a producir un diciembre caliente, lleno de reivindicaciones
en el mercado laboral, que muy bien podrían significar la necesidad urgente de
llevar a cabo una reforma laboral. Pero una reforma justo a la inversa de la
que pretende la patronal y donde se recupere seguridad laboral y, por lo tanto,
una estabilidad laboral de justicia como puente a la estabilidad social que sólo
conseguirá este país cuando nos desprendamos de la pinza del colonialismo y
construyamos una sociedad con los principios de igualdad de mentalidad obrera
progresista.
En este proceso, la
clase trabajadora está llamada a ejercer un papel hegemónico ineludible. De ahí
que las organizaciones obreras empiecen a asumir funciones sociales y políticas,
conscientes de que si no fuera así, ellas mismas, han activado su proceso de
autodestrucción en Canarias.
* Miembro de la Federación de Transporte de Intersindical Canaria.