Odio a los indiferentes

 

Félix Adargoma

 

Hace 84 años, el 27 de abril de 1937, moría Antonio Gramsci en un hospital penitenciario, apenas 6 días después de haber recobrado formalmente la libertad, tras cumplir, en situación penosísima, más de 10 años de cárcel de los más de 20 a que le condenó un tribunal fascista mussoliniano. Acaso sea Gramsci hoy, el clásico del socialismo marxista más grotesca e ignorantemente manipulado por unas “humanidades” académicas franco-norteamericanas olvidadizas de la historia del movimiento obrero europeo. Para conmemorar su muerte -dada a conocer al mundo por las emisoras de radio de la Barcelona revolucionaria (1.936-1939) hemos elegido un característico textito suyo de juventud (publicado por vez primera el 11 de febrero de 1.917 e inédito en castellano) que, entre varias otras, tiene la virtud de no ser fácilmente pasible de manoseo pseudoacadémico. Y es el siguiente:

 

"Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no vida. Por eso odio a los indiferentes."

"La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?"

"Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas."

"Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la consciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes."

[Por eso apoyo a los indignados y combato a los indiferentes.”]

Hay que tener en cuenta que las manifestaciones de Gramsci las hace casi en plena  Primera Guerra Mundial (1.914 -1.918), en su juventud, en una Italia marcada por las consecuencias de haber participado en dicha guerra, en la cual entró  el 23 de mayo de 1.915

Las manifestaciones las dirige Gramsci a esas clases medias y pequeña burguesía, y a algunos sectores de las clases trabajadoras, desclasados y chovinistas, que fueron, o estuvieron, indiferentes, e incluso muchos apoyaron entusiasmados/as que su país, Italia, participara en dicha guerra, en vez de luchar para impedirlo y también para  impedirla.

Más o menos ocurre hoy en nuestra sociedad con esa gran masa de súbditos/as, que no ciudadanos ni ciudadanas, indiferentes, que "pasan" de participar en política y preocuparse por los asuntos públicos, permitiendo, con sus indiferencias que, muchos listillos, que sí les interesan la política para medrar de ella y corromperse con los dineros públicos, sirvan más a los intereses de las altas finanzas internacionales que a los intereses sociales de sus propios conciudadanos, haciendo lo que les viene en gana desde sus puestos políticos que ocupan  en las diferentes administraciones e Instituciones del Estado.

Los indiferentes "no quieren saber nada de política", pero se cabrean en las barras de los bares como charlatanes de baja estofa, quejándose de esto y de lo otro, de lo que hacen o dejan de hacer los gobernantes de turno, ya sean en los gobiernos municipales, Autonómicos, del Estado o de la Unión Europea.

Muchos/as de esos/as  indiferentes se "preocupan" solamente de temas de  fútbol y de las Belenes Esteban de turno, de los Reality Show y de los programas basuras que emiten ciertos canales televisivos; los y las indiferentes esperan que otros y otras, que sí luchan y se movilizan, les resuelvan sus problemas sociales y económicos. Se quejan de todo, pero no se mueven para nada para  intentar, colectivamente, con otros y otras, participar y dar la batalla contra  los recortes sociales y luchar para reivindicar derechos como ciudadanos/as que están recogidos en la Constitución, pero que los grandes partidos de derecha, "socialdemócratas descafeinados" y "nacionalistas" se niegan aplicarlos y hacer que se apliquen y se respeten. Millones de indiferentes en situación de desempleo se quejan del paro que existe, pero no se preocupan en asistir a las movilizaciones o actos públicos que se convocan para protestar y denunciar al gobierno de turno por todo ello y por los recortes sociales. Así son los y las indiferentes...

Actualmente, en ‘nuestro país’, siguen triunfando los ladrones de guante blanco, los que se lo llevan calentito “legalmente”; y los políticos "democráticos" que nos llevan jodiendo, "legalmente", con sus políticas antisociales a la mayoría de la población trabajadora activa, y a la desempleada, a la juventud activa, y a la desempleada, y a los pensionistas; Los gobiernos, y partidos que los apoyan, que vienen agrediendo e invadiendo militarmente a otros países para robarles sus riquezas naturales, especialmente el petróleo; los que meten al país en guerras "humanitarias", produciendo en la población atacada matanzas en la población civil, a las que llaman "daños colaterales", que no son otra cosa que crímenes contra la humanidad,  ante la indiferencia de los y las indiferentes…

En la actual situación que estamos viviendo, tenemos que apoyar al movimiento de los indignados y de las indignadas, y convencer a los y las indiferentes, para hacerles ver a estos últimos que la lucha por cambiar las cosas, para mejorar las condiciones de vida de millones de personas, es responsabilidad de todos y de todas.

A continuación reproducimos un artículo que trata sobre el Movimiento 15 de Mayo--Democracia real ya, publicado en un medio de comunicación. Y es el siguiente:

 “Indignados e indiferentes” *

 

Pasan los días, los años, la vida, y uno se convence cada vez más de que los seres humanos en colectividad no deben dejar de constituir nunca una sociedad cuyos miembros han de caracterizarse siempre por una permanente y acechante actitud crítica e impugnadora ante los gobernantes y ante la propia vida. Y así debe ser desde las primeras sociedades en las que vivimos juntos y compartimos obligaciones y deberes, es decir, la familia y la escuela.

 

Pienso que es preferible el individuo crítico, impugnador, incluso rebelde, frente al insensible, insolidario e indiferente. Los primeros son partidarios de regular la vida en colectividad y se esfuerzan por racionalizar un sistema colectivo de libertades y obligaciones que haga posible el perfeccionamiento intencional y permanente de las facultades específicamente humanas.

Los segundos son los egoístas, los partidarios de que todo se lo den hecho, a los que la vida del prójimo les importa un pimiento, la carne de cañón para los regímenes totalitarios y las dictaduras de cualquiera de las calañas.

Respeto y apoyo las razones que motivaron el nacimiento del movimiento social denominado del 15-M, es decir, la preocupación e indignación por el panorama político, económico y social que padecemos y que se traduce en el descrédito de la clase política y la actitud connivente de muchos banqueros y empresarios.

En este sentido, entiendo a las muchas personas -al principio, en su mayoría jóvenes, y ya de todas las edades- que exigen una democracia real, auténtica, que no permita que muchos derechos constitucionales (a un trabajo, a una vivienda digna, a la seguridad pública, etcétera) se les sigan negando.

Resulta lamentable, incluso, que los dos partidos de mayor presencia en el Parlamento de España, adopten posiciones respecto al 15-M en función de sus intereses y conveniencias electorales.

Así, por ejemplo, mientras el que apoya el Gobierno central reconoce que los actuales sistemas (democrático, empresarial, económico y financiero) son mejorables, el otro dice que la culpa no la tienen el sistema ni las instituciones, sino el partido político que en estos momentos gobierna. Es decir, cualquier situación y argumento son buenos si nos permiten arrimar el ascua a la sardina de nuestros intereses partidarios y electorales.

La vida en democracia será tanto más frágil y estéril cuanto menos participativos sean los ciudadanos en la vida pública y, por tanto, en la defensa de sus derechos y en la asunción de sus obligaciones. En este sentido, hay que reconocer que aún seguimos casi en pañales.

El gran reto que tenemos hoy todos por delante, especialmente los políticos actuales, consiste en combatir el descrédito que sufren la clase política, las instituciones públicas y el propio sistema democrático.

Para conseguirlo, hay que lograr ciudadanos críticos, impugnadores, rebeldes si hace falta, con ideas políticas propias, democráticamente activos en la defensa de sus derechos individuales y colectivos.

He leído ¡Indignaos! (Destino, 2011), ese librito tan vendido del franco-alemán Stéphane Hessel, uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y estoy de acuerdo con su “alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica”.

Sin constituir nada del otro mundo, dice dos cosas que me han interesado especialmente. Una, que la peor actitud es la indiferencia y que, si nos comportamos así, perdemos uno de los componentes esenciales que forman al hombre: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue. Y otra, que no es verdad, como escribió Sartre en 1947, que la violencia constituya un fracaso inevitable puesto que estamos en un mundo de violencia, sino que la no violencia constituye el medio más eficaz para combatirla. Por eso apoyo a los indignados y combato a los indiferentes.”

* Fuente: /indignados-e-indiferentes