Nuevo cuento marroquí

 

Juan Jesús Ayala

 

El imaginario produce fantasías e irrealidades que casi nunca cobran figura ni tienen cuerpo de nada, pero otras veces aquello que se enhebra como pensamiento tras de una idea concreta puede convertirse en vida y en evidencia. Sobre Marruecos han circulado muchos cuentos que se han acercado a los vestigios de una posible realidad y otros siguen en el barco de la fantasía sometidos al bamboleo de una historia que puede o no acontecer.

Recientemente, circula uno capaz de introducirnos en el camino del interrogante, pero, como todo cuento, quedará en el espacio emboscado de la irrealidad o de lo no posible.

Gira el relato en torno a los incendios que las Islas habían soportado días atrás, donde el desastre producido dañó con ímpetu a una naturaleza espléndida que en parte es lo que más tiene y presume Canarias. Sin esa naturaleza, sin sus paisajes, sin la esbeltez de su piel vegetal, las Islas se convertirían en un erial, en un solar desocupado, yermo, y que daría al traste con toda aquella riqueza que de momento es lo que nos ha sacado a flote, que es el turismo. Sin el territorio adornado por nuestras peculiaridades, donde los montes son fundamentales para engrandecer el espacio canario, si esto no fuera así los millones de visitantes que tenemos al año dejarían de venir a las Islas.

Y el cuento comienza. Había una vez un rey alauí presionado por poderes fácticos y por poderosos magnates de la industria turística, donde este rey tiene el 70 por ciento de los ingresos de toda la riqueza del país, por lo que desde hacía tiempo se afanaba desde su poder omnímodo en hacer lo posible para desviar el turismo que llegaba a Canarias hacia su país para llenar sus playas y hoteles e ir empobreciendo de manera cuasi imperceptible a las Islas, sobre las cuales no había apartado su mirada desde tiempo inmemorial como tradición y empeño de los reinados marroquíes anteriores para incorporar el Archipiélago a Marruecos.

El rey había puesto en práctica otras estrategias anteriores -estamos situados en el año 2040-, como, por ejemplo, aquel lance equivocado de un misil perdido que impactó en el fuselaje de un avión comercial que trasladaba turistas a las Islas y que a partir de ahí, a pesar de que todo se complicó, se seguía subsistiendo con el turismo, aunque ya mucho más mermado desde ese episodio. Más tarde lo intenta de nuevo. Ya con una nueva estrategia y de una manera descarada, con la "marcha azul", emulando la "marcha verde" de su padre, haciendo recalar en las costas canarias cientos de pateras que hizo que los marroquíes doblaran en su presencia a los habitantes de las Islas. Por aquel entonces, las Islas permanecían dejadas de la mano de España, porque los gobiernos españoles habían fracasado, estaban prisioneros de los grandes bancos europeos y de los EEUU, con lo que no solo España, sino Europa, estaba en plena deriva y con el anuncio de una tercera guerra mundial como única solución para salir de la crisis.

Entre unas cuestiones y otras, las Islas estaban al borde del K.O., y lo que se urdió desde las altas instancias del poder alauita, para rematar la jugada y desestabilizar lo poco que quedaba de seguridad en la sociedad canaria, fue encomendar la misión a unos comandos para que se dedicaran a quemar todo aquello que fuera verde, que cubriera la belleza de las Islas y que los montes ardieran, lo que originó aún más miseria, emigración galopante, que ya prácticamente en esa fecha, año 2040, la población que había en Canarias era pura y exclusivamente marroquí.

De esa manera se logró la ambición de incorporar al Gran Magreb el Archipiélago canario, las ansias independentistas se quedaron en agua de borrajas y los pocos canarios que se quedaron no tuvieron otra alternativa que ir juntos al lado de un rey despótico, torturador, donde los derechos humanos no existían o se camuflaban en las mugrientas celdas marroquíes como la de Salè y las Cárceles Negras. Ya las Islas habían perdido la batalla de su supervivencia e identidad, y después de tanta tragedia, y sin que se les pusiera freno a las ambiciones monárquicas alentadas por los EEUU (primero, el misil; después, la marcha azul, y finalmente el fuego de los montes), todo concluyó como concluye no un cuento de las mil y una noches, sino como la ambición desmedida, el contubernio mundial y el desvalijamiento de Canarias, que hizo posible que este cuento se acabara y comenzara otro diferente.

La fabulación no tiene fronteras; el pensamiento y la imaginación que forman parte del mismo son ilimitadas y capaces de llegar allí donde no lo hace la realidad, aunque a veces forma parte de esa misma realidad, por lo que todo es posible dentro del escenario de la fantasía y de lo que nos dicen algunos cuentacuentos, que hay culturas que provocan muertes y no tienen pudor alguno en asistir a sus entierros como si tal cosa.