25-S: no nos representan

 

Enrique Bethencourt *

 

Es una convocatoria cuanto menos extraña. Resulta difícil esclarecer quiénes están detrás y con qué apoyos cuentan; eso sí, sobrados deben andar, excluyen de la misma claramente a los sindicatos y a los partidos con presencia en el Parlamento, sean del signo que sean. Se mueve por las redes y se reivindica como una movilización “definitiva”, “clara y contundente” que suponga el inicio del “proceso de cambio en el que se deje atrás el régimen vigente y se sienten las bases para una verdadera democracia”.

Sus impulsores niegan la legitimidad de la actual Constitución “elaborada por una camarilla”, y obvian que la Carta Magna, perfectible sin duda, incumplida en muchos de sus aspectos, también, fue votada mayoritariamente por la ciudadanía en referéndum en diciembre de 1978. Además del hecho constatable de que la Constitución que denuestan ha posibilitado edificar uno de los estados más descentralizados del mundo, el desarrollo de una sanidad universal y gratuita, la puesta en marcha de la trascendental Ley de la Dependencia o históricos avances en la igualdad entre mujeres y hombres o en la superación de la secular marginación de los homosexuales.

El objetivo de los organizadores es lograr una masiva movilización el próximo 25 de septiembre para “rodear el Congreso de los Diputados y permanecer allí de forma indefinida, hasta conseguir la disolución de las Cortes y la apertura de un proceso constituyente para la redacción de una nueva Constitución, esta vez sí, la de un estado democrático… El cambio es necesario y va a ser liderado por el pueblo”. Por lo que “pueblo” deben ser los que se junten esa jornada. El resto, aunque seamos la inmensa mayoría, seremos otra cosa.

Elecciones generales

Señalan, con razón, que la situación es extremadamente grave y que la crisis está arruinando la vida de mucha gente. Y apuntan como responsables “a una oligarquía intocable, con la complicidad de todas las fuerzas políticas representadas en el Parlamento, manipulando todos los poderes del Estado para mantener sus privilegios y enriquecimiento desmedido e ilícito”.

Como podemos observar sitúan en el mismo plano, sin el menor matiz, a los que efectúan los brutales recortes en los servicios públicos o imponen una agresiva reforma laboral que a los que se oponen a esas decisiones y plantean otra salida a la crisis, que haberlos, haylos.

La primera exigencia de su manifiesto es, nada más y nada menos, “la dimisión del Gobierno en pleno, por engañar al país de modo inconcebible y llevarnos al desastre, así como la disolución de las Cortes y la convocatoria inmediata de elecciones generales”. Tras las mismas se procedería por las nuevas Cortes a elaborar una nueva Constitución. Supongo que con la seguridad de que será mejor que la actual, sin que haya ningún dato que lo avale. Más bien todo lo contrario.

Moratoria

Su programa incluye desde la moratoria en el pago de la deuda a las reformas electorales y fiscales (incluyendo la suspensión de la amnistía fiscal del Gobierno de Rajoy), pasando por la derogación inmediata de las medidas adoptadas por el PP, la abolición de los privilegios políticos, la abolición de los desahucios y el reparto entre todos del trabajo existente. Como ven, muchos de sus puntos sintonizan, sin duda, con sentimientos extendidos en buena parte de la población.

Y, aunque pueda compartir muchas de esas acciones inmediatas frente a la crisis, creo que la propuesta del 25-S carece de un proyecto político alternativo claro; y de algo a mi juicio fundamental: legitimidad democrática. Con todos sus defectos y errores los diputados que ocupan escaño en el Congreso han sido elegidos con el voto de millones de ciudadanos y ciudadanas. Y corresponde a estos renovarles o no su confianza, no a un grupo de manifestantes sean cien, diez mil o medio millón.

Deberían pensar qué pasaría si una movilización similar, impulsada por falangistas, integrantes del Opus Dei, los Legionarios de Cristo o del Foro de la Familia, apoyada por su amplia tropa mediática, reivindicara la disolución de las Cortes y la elaboración de una nueva Constitución sin autonomías, sin libertades, sin derecho al divorcio o el aborto, sin partidos ni sindicatos. Y, por supuesto, sin posibilidad de realizar movilizaciones en la calle y, aún menos, frente al Congreso.

Responsabilidad

Es más que probable el fracaso de esta propuesta de rodear y ocupar el Congreso de los Diputados el 25-S, que se suma a la actual y peligrosa ola antipolítica y antipartidos. En la que tienen su cuota de responsabilidad, sin duda, los que han dilapidado la credibilidad de la política, incumpliendo los programas electorales, manchando las instituciones con sucios negocios o tomando graves decisiones que empobrecen a la ciudadanía, quitándole ingresos económicos y eliminando, asimismo, derechos y prestaciones.

La actual crisis,  de la que son principales responsables las instituciones financieras y los gobiernos y organismos internacionales incapaces de controlar sus desmanes, a lo que en España se suma la explosión de la artificial burbuja inmobiliaria, no solo afecta  a la economía y al empleo, también toca los cimientos del propio sistema democrático, con el desafecto hacia la política y la práctica totalidad de las instituciones.

Como he señalado en otras ocasiones, en estos momentos resulta imprescindible poner en valor a la denostada política, los liderazgos democráticos, los programas transformadores, la gestión transparente y eficaz, así como la urgente toma de gubernamentales decisiones que beneficien a las personas, a la mayoría social, y no a opacas minorías bancarias o bursátiles.  Y eso no se logra con propuestas, como la del 25-S, que solo añaden más confusión y más división entre quienes se oponen al neoliberalismo y a sus consecuencias sobre la vida de las personas.

Por eso, puestos a ocupar el Congreso, prefiero que lo hagamos, en su momento, con millones de votos que apunten hacia unas políticas diferentes, más justas y al servicio de la gente, capaces de generar empleo, de proteger a los más débiles y de revertir la actual descapitalización de los servicios públicos; continuando, mientras tanto, con la movilización y la organización de la sociedad en todos sus ámbitos. Siendo siempre el conjunto de los hombres y mujeres de este país los únicos responsables de elegir su presente y futuro, sin salvapatrias que los sustituyan y que se reclamen como la única y legítima “voz del pueblo”.

Para dejarlo claro y sin ambigüedades: los del 25-S no me representan. Ni a mí ni a millones de personas progresistas y de izquierdas.

Publicado por latiradera

 

Fuente: latiradera.wordpress.com

 

* Enrique Bethencourt