En el albor de la democracia, la
aprobación del Estatuto de Autonomía de Canarias en el año 1982 impulsó el
sentimiento nacionalista arrinconado durante años por la dictadura franquista.
Como una reivindicación de lo propio, se produce una eclosión de nombres
guanches en el Archipiélago. Los padres de aquella época rescataron para sus
hijos nombres de los antiguos habitantes del Archipiélago, aun a pesar de que,
en la euforia de la reivindicación, se cometiera algún que otro llamativo
error.
Aday, Yurena, Xiomara, Aythami o Ayose se pusieron de moda durante
esos años y coparon las listas de los colegios cuando los pequeños alcanzaron
la edad escolar. Pero esa efervescencia inicial pronto se diluyó y dejaron de
marcar tendencia. En las décadas posteriores, la normalización democrática y
autonómica, la inmersión en un mundo globalizado y la imposición de modas
procedentes de los medios de comunicación abrieron el abanico de posibilidades.
Ahora los nuevos canarios responden a nombres que, cuanto más originales,
mejor.
"Con la democracia salieron a la luz demandas nacionalistas, por lo que se produce un pico de nombres aborígenes en sus primeros años de andadura", sostiene el sociólogo Armando Peña. El Instituto Nacional de Estadística (INE) refleja que la década de los 80 fue el período en el que más se recurrió a los nombres guanches. Para los varones, el favorito, tras David y Daniel, fue Yeray ya que 1.649 recién nacidos en esos años recibieron ese nombre; 631 por la provincia de Santa Cruz de Tenerife y 809 por la de Las Palmas. Para las niñas, el preferido fue Yurena, llegando a ser el nombre más usado en la provincia occidental (925) y el segundo en la oriental (724). Junto a ellos se colaron en el ranking de los 20 nombres más frecuentes Jonay, Rayco, Guacimara, Yaiza y Nayra.
"No hay nada más propio en Canarias que los nombres guanches,
que la lengua aborigen", subraya Maximiano Trapero, catedrático de Filología
Española de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), para explicar
la coincidencia de la irrupción de apelativos aborígenes en el Archipiélago
con la aparición de la Autonomía de Canarias.
En este aspecto coincide José Antonio Samper, catedrático de
Lengua Española de la ULPGC, quien añade que "son elementos lingüísticos
que se toman como símbolos de identidad". Samper apunta, a su vez, que
estos nombres "identifican a una región en oposición a otras como una
especie de reafirmación".
El hecho de que durante el régimen franquista existiera una
"tradición impuesta por la propia tradición" y que los nombres
respondieran al santoral indica también, sostiene Trapero, que no se buscara
revivir los nombres aborígenes y los más usados antes de los años 80 fueran
Francisco Javier, Miguel Ángel, Antonio o Manuel en varones y las María del
Pino y María Candelaria en mujeres, en honor a las patronas de las islas
capitalinas.
El rescate de los nombres de los aborígenes de las Islas que se
produjo en los 80 se hizo buscando en los libros de historia y no en la tradición,
por lo que se cometieron "muchas barbaridades", recrimina Trapero. La
pervivencia de la lengua que hablaban los antiguos habitantes del Archipiélago
se fijó en la toponimia y en nombres comunes como gofio, tabaiba o baifo. Los
personales, en cambio, se extinguieron tras la conquista e integración de los
aborígenes en la sociedad castellana, quedando a flote pocos apellidos como
Oramas o Tacoronte.
Los errores
En su resurgir fueron comunes los errores. Nayra, que se utiliza
como un apelativo de mujer, era en realidad un aborigen varón de Telde. Otros,
que identificaban rincones de las Islas, se extendieron como nombres de
personas. Es el caso de Aridane, Adeje, Teguise, Famara, Isora y Yaiza. Este último,
además, con un error ortográfico, ya que, según explica Trapero, los aborígenes
no pronunciaban ni la ´c´ ni la ´z´, por lo que habría que escribir el
nombre como suena (Yaisa). Y es que la búsqueda de ortografías originales
también implica que algunos nombres se desvirtúen y su origen aborigen quede
difuminado.
Pasados los años, pasada la fiebre de reivindicación de la
realidad isleña y superada esta ebullición de los guanchismos, entran en juego
otros factores a la hora de buscar cómo llamar al recién nacido, según señalan
los expertos. En los 90, la década anterior y los primeros años de ésta,
escalan tan solo a los 20 primeros puestos de los más utilizados los nombres de
Yeray y Aday por Santa Cruz de Tenerife.
El verseador y repentista Yeray Rodríguez, también profesor en la ULPGC,
expone que el hecho de que disminuyan el volumen de nombres guanches no
constituye un elemento del que lamentarse porque se trata de una cuestión
personal, pero sí aboga por conocer a fondo la historia que entraña cada
nombre y las tradiciones de las Islas: "Apuesto más por el conocimiento
que por la moda".
En el mundo global gana terreno la influencia de los medios de
comunicación e irrumpen con fuerza nombres como Jonathan, Kevin, Lady, Iker o
Jennifer, ligados a actores, deportistas, cantantes o protagonistas de
telenovelas. "Siempre hay segmentos poblacionales más condicionados por
los mass media y las modas, aunque sean minoritarios", esgrime el sociólogo
Armando Peña.
Pero la motivación para escoger el nombre de los bebés es tan
variopinta que a veces ni siquiera corresponden a ningún uso o tradición.
Simplemente son, como indica Trapero, "pura invención" para conseguir
el más original. "Se busca el nombre que no existe en ninguna escritura y
que nadie haya pronunciado jamás", concluye.
* Fuente:
La Opinión, 13/03/2016 -nombres guanches-
Nota de El Canario:
Este artículo, cuya intencionalidad queda de manifiesto, representa un reto para los patriotas canariøs para dignificar y divulgar al máximo nuestros antropónimos guanches para que se conozcan y se tenga donde escoger a la hora de ponerle nombre a las criatuas canarias...