Ni
un paso atrás: hacia la Huelga General
Manuel
Marrero Morales
En
unas recientes declaraciones a RNE, un parado de 33 años, que había votado al
PP, cuando aún tenía trabajo, manifestaba su enfado contra las mentiras del
Presidente Rajoy, entre la rabia y la desesperación por su situación familiar:
pareja en paro, niño de tres años, acudiendo a Cáritas
para recibir algo de comida, habiendo vendido todo lo vendible y en peligro de
quedarse en la calle pues no puede tampoco pagar la hipoteca. Al parecer, nadie
escarmienta en cabeza ajena.
Una
señora me comentaba hace unos días que, en la pequeña empresa en que trabaja,
ya van por la tercera bajada de sueldo desde que comenzó la crisis. Y
agradecidos, porque aún tienen trabajo. El empobrecimiento resignado de los que
aún trabajan, como paso previo al despido gratuito, está
generalizado.
El
personal laboral y los interinos al servicio de las Administraciones ya vienen
siendo despedidos desde hace tiempo, cuando de hecho no se les vuelve a
contratar al finalizar el contrato; pero eso no cuenta en las estadísticas.
Ahora va a poder generalizarse la situación de despido, procedente además, con
los que tienen contrato en vigor. Y el funcionariado,
que ve cómo bajan sus salarios y se empeoran sus condiciones laborales, tampoco
está a salvo de la quema de los despidos, aunque aún el gobierno del PP-CEOE no
se hayan atrevido; pero cuando las barbas de los griegos veas pelar,…
Nunca
la patronal de este país había pensado que todos sus sueños se le iban a
cumplir. Pero son insaciables: ahora exigen recortar el derecho de huelga. Y lo
conseguirán si no logramos impedirlo.
La
actual reforma laboral, que da continuidad de forma salvaje a las iniciadas por
Zapatero, forma parte de un paquete global de medidas que, poco a poco, con
urgencia está desgranando este gobierno: en el sistema financiero para seguirlo
favoreciendo, en la educación y sanidad para continuar privatizándolas, en los
derechos y libertades (aborto, matrimonios homosexuales, derecho de huelga,…)
para seguirlos constriñendo y reduciéndolos a meras declaraciones de
principios.
El
avance hacia formas autoritarias de poder parece inexorable: en Grecia e Italia
presiden sus gobiernos personas no elegidas democráticamente sino impuestas por
la troika: UE, BCE y FMI, el gobierno de Rajoy ya incluye a representantes
directos del organigrama de estos poderes, la ola de neofascismo está
recorriendo Europa.
Después
de tres años de empeoramiento de la situación, después del largo silencio de
los corderos en que parece haber estado nuestra sociedad, este pasado domingo
comenzaron las movilizaciones, convocadas “de oficio” por CC.OO
y UGT con el exclusivo objetivo de pedir negociaciones. ¿Cuáles son los
beneficios para la clase trabajadora que estas organizaciones firmaron hace
escasas semanas tras negociar con la CEOE? ¿Cuáles son las pretensiones? ¿Acaso
un lavado de cara por lo hecho hasta ahora? ¿Utilizar las manifestaciones y el
clamor de la gente indignada para seguir apuntalando este sistema? Cuando se
negocia en situación de debilidad, se hace para claudicar ante todo lo que te
pongan delante. No se utilice el argumento de “la responsabilidad” porque no
vale. Y si lo que se pretende es ser “corresponsable”
de la situación, apaga la luz y vámonos.
Somos
cada vez más los que decimos que, desde el sindicalismo de lucha y
reivindicativo y desde los movimientos sociales, tenemos que optar entre ser corresponsables de la situación o enfrentarnos a ella para
intentar detener las agresiones contra la clase trabajadora. Esperemos que las
manifestaciones sean el impulso para procesos informativos en las empresas y en
todos los foros, de toma de conciencia de trabajadores y parados, de gentes de
todas las edades, de estudiantes, de clases medias empobrecidas y de clase
trabajadora en general. La agresión es tan salvaje que exige la unidad por
encima de cualquier diferencia. Tenemos que seguir movilizándonos. Tenemos que
seguir tomando las plazas y las calles, que son nuestras. Ellos, personas non gratas para la especie humana, no llegan al 1%
y nosotros somos el amplio 99%, ¿por qué hemos de tenerles miedo? Las
conquistas sociales y políticas, que tantas luchas costaron a los que nos han
precedido, se están evaporando. Y la única manera de pararlos es con las
movilizaciones.
Está
en juego el futuro, no sólo nuestro, sino de las siguientes generaciones.
O ellos o nosotros. ¿Negociar así y ahora? No. Movilizar hacia la Huelga
General. Hay razones sobradas.