LA
“NIEVE” DE LAS PURPURARIAS
«»
Francisco García-Talavera Casañas
Las
“seis” islas, isletas e islotes orientales del Archipiélago Canario,
alineadas paralelamente a la costa africana
En
el año 2001, durante una campaña paleontológica en la que estábamos
investigando los niveles del Cuaternario marino de La Graciosa, nos encontramos
con la sorpresa de la aparición de restos de actividad humana (fragmentos de ánforas,
huesos de ovicaprinos y de aves, conchas de mejillones de gran tamaño …)
fuertemente consolidados, en un nivel superpuesto a lo que conocemos
coloquialmente como “playa levantada” (Publicado en 2002, en la Revista de
la Academia Canaria de las Ciencias, XV (3-4): 19-35). Y lo más curioso es que
la matriz consolidante de arenisca, contenía una altísima proporción de
fragmentos “machacados” del gasterópodo Stramonita
haemastoma -uno de los moluscos, quizás el más preciado, de los
que antiguamente se extraía el valioso tinte de la púrpura-
que equivaldría a centenares de ejemplares por metro cuadrado. La
presencia de estos restos, junto a los ya mencionados, nos llevó a la conclusión
de que, con toda probabilidad, se trataba de una “factoría” para la
extracción de la púrpura por parte de gentes pertenecientes a
alguna de las culturas mediterráneas antiguas (fenicios, púnicos,
romanos…) que, sin duda, “visitaron” nuestro Archipiélago en busca de sus
valiosos recursos naturales.
Y
fue en 2006 cuando publicamos el artículo “Purpurarias y Afortunadas, la
Macaronesia Central en la Antigüedad” (Makaronesia, vol. 8, pp. 60-82), en el
que presentábamos la hipótesis sobre la nominación de las islas que los
historiadores de la Antigüedad Clásica conocían como Purpurarias. Estas vendrían
a ser, según nuestro criterio, las Canarias Orientales, incluido el “Archipiélago
Chinijo”. En nuestra hipótesis, ampliamente razonada en la citada publicación,
las islas Purpurarias no serían el islote de Mogador, y roques adyacentes
-situados a menos de un kilómetro de la costa de Essaouira, Marruecos-, como
apunta la mayoría de los autores, sino que serían las “seis”islas, isletas
e islotes orientales del Archipiélago Canario, alineadas paralelamente a la
costa africana, tal como aparecen representadas en los mapas de Ptolomeo (siglo
II D.C). Y siguiendo la nesonimia de
Plinio, de Norte a Sur, para nosotros Ombrion sería Alegranza; Junonia, La
Graciosa; Junonia Minor, Montaña Clara; Capraria, Lanzarote; Canaria (por los
lobos marinos) sería el islote de Lobos, y Nivaria o Ninguaria sería
Fuerteventura, la más extensa, alta y con más variados ecosistemas de todas
ellas.
Y es precisamente en este contexto en el que quería hacer
una corrección, tras conocer nuevos datos en los últimos años. En la
publicación de 2006 decía que la nieve a la que se refería Plinio (“…
que a la vista de ellas está Ninguaria, que ha recibido este nombre de sus
nieves perpetuas, cubierta de nubes…”) podría ser confundida, vista a
distancia, con la arena blanca que trepa por las laderas de Jandía y cuyas
cumbres, debido a los alisios, en muchas ocasiones suelen estar cubiertas de
nubes (el Pico de la Zarza se eleva a más de 800 metros sobre el nivel del
mar).
Pues
bien, ahora, y tras nuevas investigaciones, estoy convencido de que lo que
vieron en Ninguaria (Fuerteventura) los antiguos navegantes mediterráneos, era
nieve real, o al menos el manto blanco producto de una fuerte granizada, como la
ocurrida el 29 de marzo de 2009, que cubrió gran parte de la isla de
Fuerteventura. Y como también sucedió, en octubre de
2013, en Lanzarote, e incluso en La Graciosa. (Finales de invierno y
principios de primavera era la época más propicia para la colecta del Stramonita haemastoma).
Y
si tenemos en cuenta, también, las fluctuaciones climáticas del pasado (según
Moberg, 2005, y Ljungquist, 2010, los gráficos de temperatura acusaban un
notable descenso en los siglos anteriores a nuestra Era), resulta más verosímil
esta hipótesis, máxime conociendo que el nivel del mar en aquella época
estaba algunos metros más bajo, con lo cual
la altura de Fuerteventura sería mayor.
Puerto
de Tarfaya
En
nuestra opinión, lo que sí tenemos claro, a través de los datos y documentos
disponibles, es que las Purpurarias mayores (Lanzarote y Fuerteventura) ya
estaban habitadas por pobladores líbico-bereberes norteafricanos, los mahos,
que bien pudieron llegar pos sus propios medios a finales del Neolítico -como
proponen Glas, Berthelot, Bethencourt Alfonso, Camps, Serra Rafols y Cuscoy,
entre otros autores- hace varios miles de años, procedentes de la región de
Tarfaya (punto mas próximo a Canarias), desde cuyas atalayas cercanas a la
costa (algunas a más de 150 metros de altura) divisaban, en los días claros,
las montañas de Fuerteventura, tal como ocurre en la actualidad.
Los
relatos de algunos historiadores de la Antigüedad
también apuntan en este sentido: “…
Dieronle allá noticias unos marineros, con quienes habló de ciertas islas del
Atlántico, de las que entonces venían. Estas son dos, separadas por un breve
estrecho (…) las lluvias en ellas son moderadas y raras, pero los vientos, apacibles
y provistos de rocío, hacen que
aquella tierra fértil (…)
produzca frutos que (…)
bastan para alimentar a aquel pueblo ocioso (…) de tal manera de que se
ha extendido hasta aquellos bárbaros …” (Plutarco, Vidas, VIII- IX).
Los
“bárbaros”, a los que se refiere Plutarco, son los antiguos libios, que
poblaban todo el África septentrional, desde el Oeste del Nilo hasta el Atlántico,
cuyas características antropológicas y culturales -mostradas en los
bajorrelieves del antiguo Egipto y en las pinturas y grabados rupestres del
Norte y Oeste de África- concuerdan, en gran medida, con las de los mahos de
Lanzarote y Fuerteventura (Anatomía tipo Mechta el Arbi, elevada estatura,
fortaleza física, tatuajes corporales, plumas en la cabeza, barba en punta,
escritura líbico-bereber …).
Y
así, el hecho de que, tanto la “factoría” de púrpura descubierta por
nosotros, estuviese en la Graciosa y no en Lanzarote, como que la del reciente
descubrimiento en Lobos estuviese allí y no en Fuerteventura, nos está
indicando claramente que estas islas estaban ya habitadas, y que los visitantes
estacionales mediterráneos (fabricantes de la púrpura) comerciaban con ellos,
pero, como solían hacer, se establecían en los islotes deshabitados para
evitar “interferencias”.
--» Otros artículos de Francisco García-Talavera Casañas publicados en El Guanche y en El Canario