La
neblina del alma nos impide ver nuestras posibilidades
Isidro
Santana León
No sé dónde,
pero he leído el alegato de un anónimo en la red, que finaliza con una petición
de firmas para que pueda ser entregado a Paulino Rivero, contenido que hace referencia
a la reforma del Régimen Económico y Fiscal de Canarias. En su testimonio, el
desconocido insta al presidente de esta colonia para que renegocie con España y
Europa este acuerdo, que tacha de “anacronismo en el siglo XXI, porque a los
canarios nos se nos trata como tal: como españoles y europeos”.
En lo único que estoy de acuerdo con él es en lo del
anacronismo, pero por la razón contraria: porque nos imponen una españolidad y
europeidad que no se corresponde con nuestra esencia y porqué hace siglos que
Canarias debió ser un estado independiente. No obstante, yo me pregunto:
¿todavía, en pleno siglo XXI, hay tanta gente analfabeta que ignora que
Canarias no es España[1] y
que, por lo tanto, los canarios no somos españoles y tampoco europeos, aunque
nos hayan puesto como marca de propiedad, en vez del estigma que se hace a los
cuadrúpedos con un hierro candente, un DNI (Documento Nacional de
“Identificación“) que nada tiene que ver con nuestra identidad?
El desconocimiento de nuestra realidad y situación[2] es
un hecho irrefutable en la mayoría de nuestro pueblo. Es muy difícil conectar
la bujía de un coche en un secador de pelo –por aportar una analogía–
y esa es la gran contradicción que no deja encajar a Canarias en el marco
natural, económico y legislativo de España y de Europa, pues estamos fuera de
sus latitudes, motivo por el que, en su momento, se inventó un artilugio
llamado REF, como paliativo para el choque de intereses entre la metrópoli y la
colonia. Los territorios ocupados, desde el incipiente coloniaje de las
potencias europeas hasta la actualidad, han ido cambiando eufemísticamente de nombre
(colonia, provincia de ultramar, departamento ultramarino, región
ultraperiférica…), teniendo que soportar sus habitantes naturales el abuso y la
ignominia que supone tener que reprimir la identidad propia, solapándola con la
advenediza cultura, mediante un proceso de asimilación psicológico y cruento, a
fin de inocularles que sus intereses son los mismos que los de la potencia
dominadora, o que sin la potencia dominadora la nación sometida no tiene
futuro. Sin embargo, ni echando manos de todos esos eufemismos y tretas, han
podido cambiar lo sustancial de nuestra realidad. Nos salva, no nuestra distintidad antropológica, ni el color de nuestra piel, ni
la conciencia nacional canaria –neblina ésta del alma de nuestro pueblo–: nos salva nuestra situación geográfica. Si el
primer impedimento de las potencias europeas para la dominación de Canarias fue
su geografía, aún lo sigue siendo hoy. Canarias, aunque sin voz inteligible, y
carente de políticos gallardos y coherentes, sigue altiva rugiendo: “¡Aquí estoy
yo, viva y erguida sobre el atlántico, pegadita al veril de África y nadie me
puede mover!” Sin legitimidad alguna, el colonialismo español inventa y aprueba
leyes, tratados, regímenes etc., para justificar esta posesión, que todo el
mundo la entiende como tal –como posesión y no como parte–
excepto los canarios intoxicados, domeñados y amansados. “¡No tenemos derecho
sino concesiones!”, dijo una vez un autor canario que conozco –que no lo
nombro, para que se joda–, distinción harto acertada
y real. Efectivamente, Canarias no puede poseer
derechos siempre que esté bajo sujeción colonial. Ese Régimen Económico y
Fiscal es un dulce arrorró, como lo es la constitución española, del que solo
te conceden algunos beneficios, como el pienso que se le hecha a los mulos para
que rindan con eficacia, ya que los derechos les son reconocidos y otorgados a
la casta dominante, tanto de la metrópoli como de su colonia.
El presidente del gobierno de Canarias no está en
condiciones de exigir nada a España, porque es súbdito de su colonialismo y lo
más que puede hacer es farolear para con algunas limosnas –simples gestos de
cara a la galería inepta–, ya que envites en serio no
le consiente el reino opresor y fascista español. El REF, igual que el Estatuto
de Autonomía de Canarias, son encajes de bolillos hechos `por España y
acordados con las potencias colonialistas europeas, para buscar una ficticia
estabilidad social en la colonia y un subterfugio en cuanto a las relaciones
internacionales, ya que las situaciones coloniales son sensibles de
conflictividad entre países, por chocar con el derecho internacional público y
con el derecho de todas los estados a navegar y transitar por las aguas de los
territorios que están en situación colonial, a no ser que los territorios sometidos
logren sus soberanías y marquen sus fronteras. Este caso de delimitación
fronteriza no se ha solucionado en Canarias ni se podrá solucionar hasta que
Canarias sea un estado independiente.
A este señor que apela a que nos den un trato igual
que a los pueblos de España y de Europa, “derecho” que reclama por considerarse
español y europeo de Canarias, le diré que todo lo contrario, que dado nuestro
estatus colonial estamos en condiciones de subclase y eso será así hasta que no
consigamos nuestro estado natural que sólo se alcanza con la soberanía
nacional. Entonces podremos discutir con el resto de los países del mundo en
igualdad de condiciones… ¿cuándo ha visto usted que el bufón dirija al rey…?
Para mí, no es ningún honor que me traten, me consideren o me apunten como
español, sino todo lo contrario: una impostura y un lastre maleficente que
entiendo como un ultraje y una deshonra; no porque los españoles o el pueblo
español sea injusto o perverso –a veces es tan o más ignorante que el pueblo canario–, simplemente censuro y repruebo a su régimen
porque me imponen aceptar lo que no soy, de la misma forma que a los españoles
no les gustaría que los trataran de franceses porque no lo son: y eso que
tienen más cosas en común que con nosotros, los canarios.
Seis siglos de erosión psicológica hacen mella. No es
fácil que adquiera conciencia nacional un pueblo al que han convertido en
mendicante, porque le han quitado y negado las herramientas para la
autosuficiencia, identidad y cohesión social, e incapacitado para reaccionar
ante los acontecimientos y avatares que le atañen; sintiéndose como niños
abandonados o como seres anhélitos de un amo que les
dirija, explote y subyugue, a cambio de una pella de gofio que les dé la
existencia esclava. Desgraciadamente, la vertebración del futuro de Canarias va
en la dirección contraria a la que venimos arrastrándonos, va en la rebeldía y
no en la mendicidad y el victimismo e itero: mientras
no contemos con políticos de agallas que sean capaces de sensibilizar y movilizar
a este pueblo hacia la consecución de la independencia, Canarias y sus hijos no
tendrán solución sino más problemas e incertidumbre. El futuro es posible y
próspero, pero hemos de labrarlo.
No hay que rogar el cumplimiento del Régimen Económico
y Fiscal, hay que aspirar y pelear por una fiscalidad nacional canaria y que
sea nuestra nación, desde la soberanía y la libertad, la que entable las
negociaciones con el resto de los países para poder decidir en el marco
internacional. Ningún político canario, con influencia en el poder o sin ella,
de izquierda, de centro o de derecha, se escapa de la culpabilidad y
responsabilidad del mal causado históricamente a Canarias y a los canarios,
sabiendo sobradamente que la solución en una colonia y las únicas posibilidades
de su pueblo está en la descolonización, independencia y soberanía nacional.
Esperemos que no haya un estallido social, dado el enrarecimiento de las
circunstancias, porque yo, en todas las tribunas que pueda, ya les estoy
señalando como los verdaderos culpables, por si la ira del pueblo se dirigiera
hacia los inocentes o los decentes.
16/01/13
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publicados en El Guanche y en El Canario