Nadie va a venir a salvarnos

Jorge Ancor Dorta *

El mundo está cambiando de forma drástica, pero Canarias sigue estancada en la obsolescencia y las subvenciones. El futuro es incierto. Nuestros trabajadores soportan los precios más altos y los sueldos más bajos de todo el Estado. Nuestras pensiones son las menores a pesar de que somos los segundos que más contribuimos a la Seguridad Social. Tenemos una clase empresarial sin identidad y sin estrategia, junto a una juventud defraudada y sin futuro, profundamente desmotivada por la falta de oportunidades.

Tenemos un gobierno regional que se siente orgulloso de llevar treinta años repartiendo subvenciones y miserias para justificar su propia incompetencia. Políticas que, durante treinta años y en la era de la globalización, han destrozado y negado las oportunidades de futuro de dos generaciones completas de canarios. Políticas keynesianas de incremento del gasto público e incentivos fiscales que, durante treinta años, solo han servido para generar paro, desigualdades sociales, desequilibrios ecológicos y la obsolescencia de nuestro tejido productivo.

Algunos esperan la mano salvadora de una España en quiebra, cuya deuda pública cotiza a niveles de "bono basura", o la generosidad de una Alemania que no ha sido muy generosa con Grecia. Otros ponen sus ingenuas esperanzas en un cambio de color en Moncloa que solucione por arte de magia los gravísimos problemas. Finalmente, algunos esperan una recuperación mundial que "nos salve", como si el futuro de Canarias tuviera que depender del nivel de demanda agregada en Alemania.

Canarias produce el 40% de los ingresos turísticos del Estado español, pero, a pesar de que los hoteles están llenos, el paro no baja de niveles tercermundistas. Mientras tanto, sufrimos desequilibrios sociales junto con un sinfín de problemas humanos -como el alcoholismo o la drogodependencia- en niveles propios de sociedades coloniales.

El modelo de crecimiento económico y el modelo de relación con el Estado están agotados, pero la falta de liderazgo y la incapacidad de hacer frente a la realidad han adquirido dimensiones surrealistas. Se busca cualquier excusa para justificar la inacción y se niega la necesidad de cambio.

El ejecutivo regional apela al relevo generacional como solución a los problemas. En el fondo, lo que nos están diciendo es "estamos aquí y no vamos a hacer nada; ya vendrán otros a solucionar el problema". Por su parte, nuestros políticos aconsejan emigrar a nuestros jóvenes, lo cual no es solo el reconocimiento implícito de su fracaso y su falta de un proyecto de futuro, sino también una contradicción con la teoría del relevo generacional del ejecutivo. Lo que realmente nos están diciendo es: "No vamos a hacer nada porque somos incapaces de ofrecer una solución, pero tampoco estamos dispuestos a dejarle el sitio a nadie".

No necesitamos que nadie venga a salvarnos; podemos salvarnos solos. La solución para Canarias es sencilla: pasa por construir una sociedad basada en el individuo y en donde los ciudadanos sean capaces de desarrollar todo su potencial de talento y creatividad. Pero nuestra clase política y empresarial tiene mentalidad de medianeros, y cuando alguien de fuera les hace ver que son unos incompetentes que no tienen ni soluciones ni visión de Estado, lo acusan de alborotador y radical. Cuando alguien de fuera les hace ver que la única solución para Canarias pasa por su inclusión en la economía global mediante la construcción de un proyecto nacional que permita el desarrollo integral de Canarias y de sus ciudadanos -algo que el Estado español ha hecho todo lo posible por impedir-, lo tachan de loco. Pero locura -como dijo Einstein- es repetir lo mismo una y otra vez esperando un resultado distinto.

Tenemos un gobierno regional que está orgulloso de llevar treinta años repartiendo degradantes limosnas para compensar sus limitaciones y que nos pide que sigamos intentando lo mismo otros treinta años más.

* Mencey Macro

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