Las naciones en el mundo
Juan
Jesús Ayala
La Unesco ha estudiado diez caracteres que son los que definen
a una colectividad como pueblo; sin embargo, esto, que pudiera extrapolarse a
las naciones que por el mundo se desarrollan, se queda ciertamente corto.
Los pueblos están
dimensionados en un espacio concreto geográfico, con unos ritos específicos,
diferenciadores, que los hacen distintos entre sí. Los pueblos, aun desde una
cultura compartida, pueden hacer y producir mitología, y desde un quietismo
secular pensar en ir más allá, en romper cercos imaginativos hacia la búsqueda
de su razón política, que en realidad debe ser su razón de ser, y convertirse
en naciones.
Los pueblos, y hay
innumerables en el planeta, están alerta de su desarrollo, y muchas veces este
llega motivado por circunstancias externas a ellos que hacen que se despierten
de sus modorras de siglos y asuman dentro de sí que hay que ir a más, que hay
que romper círculos, estirarlos hacia el encuentro con el poder para desde ahí
lograr un nuevo estatus, una nueva condición, que es la de nación.
La nación es un paso
hacia adelante; y generalmente se da ese paso cuando las condiciones, en este
caso las individualidades sumadas en muchos, decidan que sea así. No aparece en
el escenario de un pueblo una determinación concreta de querer arrumbarlo hacia
aquí y hacia allí si no es porque existe una gran motivación, un impulso que se
ha venido gestando en la conciencia de la mayoría y que un día, cualquier día,
casi sin esperarlo eclosiona, se planta en un nuevo escenario y a partir de
entonces aquel pueblo que vivía dentro de las posibilidades que le daba su
situación concreta, y que estaba ahí porque la naturaleza así lo dispuso, entra
en una nueva dimensión camino de una estructura motivadora.
Decía un politólogo
que un hombre sin sombra es un hombre sin nación. Y es verdad. Un hombre que
vaga por un determinado territorio ensimismado en las vicisitudes de las
dificultades de su existencia, ya sean económicas o lúdicas, y no sea capaz de
ir más allá, de comprometerse políticamente con ese territorio, será eso, un
hombre sin sombra, un hombre delgado, imperceptible, que no sirve para dar
rienda suelta a un sentimiento colectivo de preocupación constante por un
territorio y al deseo ese que se pretende hacer realidad empujando su sombra
hacia adelante, en una carrera constante que pretende concluir en la
consolidación de un territorio como otra cosa, como un pueblo que se ha hecho,
como una nación que empieza y que desea que se concluya desde la razón y desde
el impulso que entre todos son capaces de ofrecer.
Y en ese escenario de
nación ya dos hombres se reconocen y son capaces de compartir cualquier
contratiempo o razonamiento si creen firmemente que pertenecen a la misma
nación, si no se ven como extraños, si no se miran con el rabillo del ojo.
Desde ahí, compartiendo la misma cultura, imbuyéndose de la misma historia y
con las pretensiones de modificarla, no solo con el impulso, sino con la
concienciación, es ese el camino; y si se anda por él se habrá dado un paso de
gigante a la realidad de la nación.
Los hombres hacen a
las naciones, y no al revés; los hombres son los constructores de las
convicciones, de las fidelidades y solidaridades. Sin hombres capaces de
ordenar todo esto y hacerlo un todo, los pueblos, las naciones se quedarán
empantanadas y a la espera de que eso sea así; de ahí que muchas veces las
prisas son malas consejeras; las improvisaciones, igual. Todo debe estar
perfectamente amarrado, asimilado, no lejos de nosotros, sino en la más
concreta intimidad de la gran mayoría.
Ese es el camino de
las naciones que trascurren por el mundo, y ese debe ser el camino que debemos
recorrer en Canarias para darle satisfacción a un territorio que está a la
espera, y a una colectividad si es que desea ir por ahí. Sin olvidarnos de Hegel,
que llegó a manifestar: "Es posible que las naciones tengan que recorrer
una larga historia antes de llegar finalmente a su destino: el de constituirse
en Estado". Acortar los tiempos es tarea de todos, y más de los que
transitamos por el nacionalismo canario.