Nacionalismo, independentismo,
soberanismo
Juan Jesús Ayala
Hay conceptos políticos que estructuran una
ideología concreta, que es la que la define. Si usamos la terminología y el constructo nacionalismo, este tiene un marco conceptual que
hace marque la diferencia con otros. El nacionalismo tiene un objetivo concreto,
que es la construcción de un pueblo como nación y que esta se dote con los
ropajes institucionales de un estado, lo que será realidad cuando se obtenga la
independencia. Independencia y nacionalismo no pueden separarse. Pueblos hay
donde, bien por la vía del plebiscito, por la violencia o porque hay un acuerdo
cívico entre el país tutor y el tutelado, se consolida un nuevo tratado de
convivencia.
Se sabe también que no todos los ritmos de la historia son
favorecedores de la independencia, dado que esta es un proceso que se inicia
con ímpetu y decisión pero que en el camino se llega hasta donde las
circunstancias lo permitan, terminándose cuando el ensamblaje entre una amplia
masa social y el poder se establezca.
Un nacionalista que así se considere y manifieste que no está por
la independencia de los pueblos que han sido atorrollados
por motivaciones históricas y maridajes impuestos no puede titularse
nacionalista. Independencia y nacionalismo transitan cogidos de la mano.
Se puede entender, efectivamente, que todo proceso tiene su
tiempo, y que este culmina cuando existe una colectividad mayoritaria que
establece compartir una cultura, un futuro común y que tiene todo el derecho a
autodeterminarse.
En un momento determinado, cuando el nacionalismo empuja y tiene
fuerza para hacerlo, se inicia una situación más que intermedia, que es un
contrato confederal con el estado emergente, donde habrá cuestiones comunes y
el resto que se desempeñarán por el nuevo estado nación. El confederalismo
hay que entenderlo como la antesala de la independencia.
De ahí que los nacionalitas tenemos que usar un lenguaje común, y
en ese sentido no perder de vista nuestras señas de identidad porque, si no,
estamos abocados al fracaso y a la pérdida de credibilidad. Si no avanzamos
hacia la soberanía, que ya el nacionalismo va por ahí, porque tampoco se
entiende que en el ámbito de organizaciones nacionalistas existan corrientes de
opinión llamadas soberanistas porque nacionalismo es, como mencioné antes,
independencia y soberanía, y no hay que buscarle tres pies al gato.
Por eso, es cada vez mas necesario no confundir, no dejar atrás la
esencia de la política nacionalista y sus concepciones con discursos y
pronunciamientos inconsecuentes, fuera de contexto, y más aun si se comparan
con el resto de los nacionalismos que circulan por el estado, que nos verían
como meros aprendices de una teoría y práctica política que es clara y determinante.