Son
los nuestros
Julio Anguita
Están hartos. Saturados de
discursos y prácticas tramposas. Escandalizados de que tanto ladrón ilustre
acapare los flashes y las cabeceras de los informativos en lugar de las
crónicas de los juzgados de guardia. Dolidos por causa de la sordidez de las
políticas al uso, aparentemente dictadas por esos inventos exculpatorios
denominados mercados. Atónitos ante la degradación y caricaturización de
conceptos como Justicia, Libertad o Democracia. Zaheridos por el permanente
agravio que suponen el despilfarro de una minoría frente a los esfuerzos
infructuosos para supervivir, de una mayoría. Lúcidamente rebeldes ante una
pasividad generalizada y además cultivada por la cultura oficial instalada en medios
de comunicación, el adocenado lenguaje político al uso y los penosos discursos
de tantos tenores huecos.
Se han lanzado
a la calle y la siguen llenado sin complejos, poniendo en evidencia a quienes
debían y debíamos haberlas llenado antes. Creo que todavía no son plenamente
conscientes del valor y del ejemplo de su acción; no sé si han caído en la
cuenta de lo que apuntan, de lo que han empezado a entreabrir y orear. Tienen
la ingenuidad y la imprudencia de todos aquellos que se han atrevido a decir
que el rey está desnudo y que la farsa es eso, una farsa.
Y lo hacen -a
tenor de las declaraciones de sus portavoces- con una finísima mezcla de
sentido común, valentía moral y madurez ciudadana que los hace casi únicos en
este páramo berroqueño en el que la Ética y los valores ni cotizan en bolsa ni
tampoco en las urnas. España siempre se parece a sí misma. Por las trazas se
deduce que ellos se suman con fuerza joven a una minoría que siempre ha
intentado acabar con esa miseria de nuestra historia. Tienen vocación de
mayoría cívica capaz de desalojar de su aconchado caparazón a esa otra mayoría
que traga connivente y cómplice.
Los he
acompañado por la calles de Córdoba el día 15 y me he sentido de ellos. A mis
años y con la hoja de servicios amarilla de tiempo he sentido el impulso de
intensificar ante mí y ante los míos, mi nunca abandonada lucha. Son los
nuestros; y esta expresión quiere poner especial énfasis en la acepción de
pertenencia que el posesivo conlleva; son los nuestros porque les pertenecemos.
Son los nuestros porque rezuman aquella voluntad de cambio que otrora dio
sentido a nuestra apuesta política. Lo han dejado claro, son apartidistas pero no apolíticos. Gracias compañeros y
compañeras por esa decencia y sabiduría que por desgracia sólo están al alcance
de vosotros y unos pocos más.
Creo, como
comunista organizado, que nuestra militancia comunista exige de nosotros y a
título personal, enrolarnos, comprometernos y engrosar sus filas sin más
soldada ni recompensa que la gratificante sensación de que volvemos de nuevo a
galopar hacia Utopía; o lo que es lo mismo hacia la honestidad, la justicia, la
igualdad y el lenguaje limpio y veraz al servicio de la comunicación de ideas.
Cuando acabe el
coro de grillos en el que el bipartidismo y adheridos han transformado la
campaña electoral y asistamos al rigodón de pactos, repactos
y contrapactos, no olvidemos que ya hay quien nos
mira limpia y organizadamente; ya hay quien nos va a demandar algo más que lo
políticamente correcto para hoy y hambre para mañana. Los mejores editoriales,
las más incisivas crónicas, los más claros análisis y los juicios más justos no
se hacen ahora en los medios (casi siempre mediatizados) sino en las calles y
plazas de España. Demostremos que Democracia es mucho más que el rito
cuatrienalmente repetido.