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Cubillo sí que le temen, hasta después de muerto.
¡Pero mira quiénes hablan de terrorismo!
Isidro Santana León
[Con plaza, sin plaza, con calle o sin ella, Cubillo
es parte esencial de nuestra historia y no sólo eso: su esfuerzo e ideario han
quedado vivos en Canarias, por lo que, a diferencia del Cid con los “moros”, a
Cubillo sí que le temen hasta después de muerto.]
¡Pero mira quiénes hablan de terrorismo! Nada menos que los partidos extranjeros en Canarias (PP. PSOE) y su aparato represivo colonial: la policía.
Parece que hay que refrescarles la memoria. He estado algún tiempo apático, sin ánimo para escribir nada –no porque no haya potaje corrupto que echarle alguna papa podrida más–, pero hay asuntos que, sin quererlo, invitan a participar a los que tenemos sangre en las venas o aún conservamos la decencia. Nada que reprochar a los periódicos oficiales del Sistema, pues, lógicamente, para eso están: para prestar un servicio de difusión a la ciudadanía, intoxicando y tergiversando la realidad o aromando sobre la pestilencia que inexorable fluye del pozo colonial. No entro a enjuiciar si el homenaje que se le pretende hacer a nuestro compatriota y precursor del independentismo canario, Antonio Cubillo, es un acto de oportunismo de CC –el líder independentista se merece algo más grande, nacional e internacional–, pero sí quiero recordar a estos partidos españoles y a las fuerzas de ocupación, que sólo su presencia en la Colonia es un ejercicio de terrorismo.
Se han cebado estos grupos invasores y su aparato de propaganda, buscando víctimas del terrorismo para señalar a Don Antonio Cubillo y al MPAIAC como ejecutores de tal actividad, usando a algunos accidentados de la propaganda armada, como sujeto mediático para el descrédito del independentismo canario, como si algo fuera a ocurrir muy pronto en nuestra nación.
Parafraseando con el
mismo lenguaje usado por España y sus compinches de la banda terrorista OTAN
–que, sin miramientos, arrasan con buena parte de la población de las naciones
a las que atacan deliberadamente–, estas personas
aludidas en Canarias por la prensa colonial no son víctimas de terrorismo
alguno, sino accidentados de los efectos “colaterales” del movimiento de
liberación canario, y menos aún el artificiero que alega la policía. Según
comentarios de Interior, aquella persona no era apta para tal menester con los
explosivos, más, si lo hubiera sido, habría que considerar su muerte como un
accidente de trabajo, pues ésa era la profesión que eligió y por la que
cobraba. Si pusiéramos un símil al tratamiento destemplado y calenturiento que
se le quiere dar a este asunto, aireado con el único fin de desacreditar a
Cubillo y al independentismo, al obrero que se cae de un andamio y se revienta
–que son muchos– habría que considerarle víctima del
terrorismo de empresa o del patrón. En muchos de los casos esta es la realidad,
pero no está contemplado en la las leyes que se nos imponen, porque las leyes
las hacen quienes tienen el poder y hemos comprobado que el pueblo no puede
proponer ninguna, aunque lo diga la Constitución de España.
Quisiera hacer recordar que, con el atentado perpetrado con la persona de Antonio Cubillo, el Estado español se condena a sí mismo como terrorista, teniendo que indemnizar a su víctima por ello y, sin embargo, aún no se han depurado las responsabilidades penales sobre los autores intelectuales, en cuyo contubernio participó: Martín Villa (Ministro del Interior de la época), Alfonso Guerra (Vicesecretario del PSOE y diputado) y, según filtraciones, hasta Santiago Carrillo marcó las coordenadas. Se olvidan estos partidos “demócratas” que José Barrionuevo estuvo en prisión por el asunto GAL y que a Felipe González (el señor x), la justicia de España no lo quiso imputar por el escándalo internacional que suponía que el Presidente del Gobierno apareciera como maquinador en las cloacas del Reino. No obstante, aquí, en la Colonia, también se han olvidado los medios, los partidos y la policía, de los asesinatos todavía impunes de Antonio González Ramos, Javier Quesada, Bartolomé García Lorenzo y demás, época en que Luis Mardones era Gobernador Civil de Tenerife, donde los guardias civiles y los policías nacionales españoles no fueron ni expedientados. ¿De qué terrorismo se está hablando aquí? ¿De cuando el presidente Aznar junto a los asesinos Bush y Blair invaden Irak sin el consentimiento de las Naciones Unidas? ¿De cuando el iluminate Zapatero se pone a las órdenes de Francia y de la OTAN para, con la resolución más vergonzosa de la historia de las Naciones Unidas, atacar Libia y propiciar el linchamiento de la familia Gaddafi, a fin de que no aportaran pruebas confidenciales sobre Europa y EE.UU? ¿No hablan los medios de las partidas que, en dinero y armamento, el gobierno de España, con la aprobación de la oposición, está enviando al terrorismo en Siria para que derroque al gobierno?
Después de 500 años de colonialismo abusador, inclemente, que salte a hablar de terrorismo en Canarias, precisamente quienes han practicado el terror y el sometimiento con los canarios, me parece una ofensa al honor, la dignidad y la decencia. Incluso hay hasta quienes se atreven a amenazar con delito de enaltecimiento del terrorismo a los que defendemos nuestro derecho a la independencia. Ya no sólo te coartan la libertad de expresión y el derecho a la defensa en los medios de “información” de papel, en las radios y televisiones públicas, sino que, además, te intimidan y hasta suplican que se impongan más leyes fascistas para que no nos expresemos en ningún lado. Puestos a hablar de enaltecimiento del terrorismo en Canarias, empecemos por las calles y plazas en homenaje a los asesinos de nuestro pueblo y de los pueblos americanos: Juan Rejón, Pedro de Vera, Pedro de Algaba, Alonso Fernández de Lugo, General Mola, Plaza Weyler, Plaza de España, Francisco Pizarro… Estos genocidas no son terroristas porque son españoles; para ellos, los españolistas, son héroes a los que hay que rendirle honores y poner en los libros de texto para que los niños conozcan y, si pueden, aprendan de sus hazañas. Con plaza, sin plaza, con calle o sin ella, Cubillo es parte esencial de nuestra historia y no sólo eso: su esfuerzo e ideario han quedado vivos en Canarias, por lo que, a diferencia del Cid con los “moros”, a Cubillo sí que le temen hasta después de muerto.
7/06/13
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