Entre el miedo y la austeridad

 

Juan Jesús Ayala

 

Son las dos constantes referenciales en las que se mueve el mundo occidental, motivadas por la incapacidad que tienen los gobiernos para dar con la solución del desbarajuste económico actual. Con el miedo, que es una sensación que produce más capacidad de reacción que otra cualquiera, pero a la inversa, la sociedad se enquista y se posiciona de forma negativa, con impavidez y con un desánimo que pone la cifra de adrenalina en su más alto nivel.

El panorama que nos señalan es apocalíptico, después de reunión tras reunión en los altos estamentos de la ingobernabilidad europeo-americana, los resultados, por infructuosos, no pueden ser más desalentadores; no así para aquellos que se forran de estas actitudes descontroladas de los gobiernos, que cuando piensan en una tarea inmediata para ponerla en práctica ya los que manejan las finanzas les han adelantado por la derecha y por la izquierda dejándolos sin discurso, sin soluciones y a la gente tirada en la cuneta del miedo; miedo para que circulen por la vida con la amenaza del paro, y, si consiguen que su puesto de trabajo no se amortice, lo que desean es seguir como están a cualquier precio. Miedo a poner el dinero en los bancos porque estos andan mirándose para adentro sin entender los problemas de aquellos, sobre todo de las pequeñas empresas que cierran porque no se las reflota con la aportación de un dinero que en parte es público. Miedo hasta de una posible guerra, que sería la tercera mundial, que se convertiría en la gran hecatombe humana e individual. Por esto y por otras cuestiones desagradables, la gente se agazapa, protesta con cierta timidez y deja que las cosas sigan su curso, pero sin ser protagonista de un cambio, porque no se le deja y porque no hay atadura más poderosa para amordazar y dejar sujeto a la silla de la inoperancia que el miedo.

Y luego la austeridad. No se puede gastar, no se puede consumir, hay que apretarse el cinturón. Eso es lo que nos dicen machaconadamente una y otra vez, y por otro lado se desgañitan en que esas políticas de ajustes y de austeridad son las que van a dar prestigio a los países y a dar salida a la crisis. No sé dónde se llegará con todo este contexto engañoso, donde, insistimos una vez más, los ganadores de la globalización, las democracias exquisitas y referenciales son ahora las perdedoras estando a los pies de los caballos de los especuladores, que son los que mandan y gobiernan la sociedad en la que nos movemos.

Pero lo peor de todo esto es que los que han ganado la partida a la democracia no quieren saber nada del Estado de bienestar ni nada que se le parezca; quieren desmontarlo a toda costa porque eso también forma parte de su estrategia y de su negocio y se llega a la conclusión, como dicen algunos economista forenses posmorten, que estamos ante "un estado de excepción económica", lo que hace que entre el miedo y la austeridad sobrepongan y cambien la salvaguarda de los individuos, sobre todo, los que circulan por el mundo del mercado, por seguridad confundiendo términos y situaciones.

Entre el miedo y la austeridad se mueve la sociedad occidental; los valores se han trastocado, la ética ha desaparecido y los poderes económicos atenazan a la democracia, lo cual viene a significar que se está ante un espejismo muy doloroso en que la democracia se diluye ante los poderes económicos, manda el mercado y los que vigilan el recinto del nuevo mundo, del desajuste del capitalismo que está componiendo la endecha de su finiquitud, son dos poderosos guardianes: el miedo y la austeridad, que, como eunucos que son, de ellos jamás saldrá nada distinto ni mejor.