¿Cuál es el gran mérito histórico de la
Revolución Cubana?
Freddy Yépez
| Quieran o no reconocerlo los
  enemigos del socialismo, la Revolución Cubana tiene méritos incuestionables
  que no se pueden borrar como si fuesen números o conceptos que se escriben en
  un pizarrón de una escuela para darle, de manera obligatoria, continuidad a
  la enseñanza para los estudiantes. No nos vamos a ocupar de destacar el
  conjunto de los méritos sino uno que no ha podido ser cristalizado
  satisfactoriamente en otras revoluciones, incluyendo -incluso- a la más
  grande y heroica de todas las revoluciones proletarias producidas en el
  mundo: la rusa en el mes de octubre de 1917, en un tiempo en que el
  movimiento obrero y su partido político de vanguardia, contaban con
  líderes de la categoría de Lenin y de Trotsky.  Cierto es, que la Revolución
  Cubana tiene el privilegio de haber contado con un líder como el camarada
  Fidel Castro, quien, sin duda alguna, ha sido el estadista más extraordinario
  y capaz que haya conocido la historia humana del siglo XX y comienzo del XXI
  en el continente americano. Eso no se discute ni siquiera con quienes se
  empecinan en considerarlo como un monstruoso dictador comunista que se ha
  alimentado de la carne y la sangre de los niños y de las niñas de Cuba,
  aunque las estadísticas han demostrado que en esa nación es donde exista la
  más baja tasa de mortalidad infantil en el mundo.  Fidel está
  absuelto por la Historia y eso nada ni nadie puede alterar ese veredicto
  final. El día que ya no esté como ser viviente en la Tierra, que los pueblos
  del mundo que ansían emancipación social, lo tengan en su gloria. Quiera la
  ciencia médica, especialmente la que se ejerce en Cuba,  que le
  prolongue la vida muchísimo más allá de las fronteras donde sus enemigos han
  soñado con su muerte.  El gravísimo problema con
  que se encuentran las revoluciones proletarias o socialistas es en tratar de
  descubrir y aplicar los métodos más idóneos para educar a una población en
  una nación subdesarrollada luego de poner en manos de los revolucionarios el
  poder político. No es fácil, es algo extremadamente complejo, porque
  plantearse la creación de una nueva cultura y un nuevo arte sin desarrollar
  un nivel elevado de savia de la economía, para la satisfacción de las
  fundamentales necesidades materiales de una población, no es el resultado de
  soplar una goma de chicle y que esa acción produzca un globo donde se pueda
  viajar sobre la tierra. Y Cuba, lo saben los enemigos y los amigos de la
  Revolución tanto como el mismo pueblo cubano, no ha sido un país realmente
  beneficiado por el don divino de la naturaleza en el sentido de haberle
  dotado de una abundante riqueza natural mientras que otras revoluciones, ya
  fracasadas por múltiples razones o factores, si han gozado de ese privilegio
  que está en el seno de su geografía. Por ejemplo, hagamos una pregunta aunque
  le dejemos sin responder: ¿Qué hubiese pasado si en Cuba se hubiera
  disfrutado de la riqueza natural con que ha contado Libia?  El camarada Lenin, sacado de
  la órbita política a los siete años del triunfo de la Revolución de Octubre
  por un atentado terrorista miserable de los fervorosos partidarios del
  izquierdismo extremo, intentó, por todos los medios, de educar, de formar
  integralmente a la población rusa pero, especialmente, a los obreros y a los
  jóvenes. A los primeros siempre los invocó a ejercer el deber por sus
  derechos, respetándole su organización originaria (el sindicato) pero
  haciéndoles valer su protagonismo en los sóviets, como
  los órganos principales del poder político en Rusia para elaborar, ejecutar,
  controlar y valorar el programa de gobierno revolucionario en la transición
  del capitalismo al socialismo. Para Lenin eso era tan sagrado,
  que le daba más importancia a los sóviets que al
  mismo partido bolchevique y luego llamado comunista, sin desmeritarle
  absolutamente nada del papel que éste debe jugar en una revolución proletaria
  o socialista. Y en relación con los jóvenes, Lenin siempre creyó que
  allí estaba una fuerza poderosa para la revolución, por ello se esmeró en
  organizarlos, en concientizarlos, en permitirles la
  mayor suma de libertades colectivas e individuales, en tomarlos en cuenta
  para todos los asuntos importantes de la revolución. De allí, que Lenin
  recomendara, a cada instante, la creación de institutos tecnológicos para que
  los jóvenes se formaran en aquellos conocimientos técnicos que permitieran
  ser aprovechados en los diversos campos de la producción, como el elemento
  estratégico esencial del avance de la revolución en el período de la
  transición hacia el socialismo. Lástima que Lenin murió demasiado temprano,
  lo cual contribuyó, de manera decisiva, a que sus mejores discípulos fueran
  execrados de la administración pública, del estado, del Gobierno y de las instituciones
  fundamentales que tenían que ver con la formación integral de los obreros, de
  los jóvenes, de los militantes revolucionarios (en lo particular) y del
  pueblo (en lo general)  Es necesario creer, aun
  cuando no se compartan pocas o muchas cosas de la Revolución, que si algún
  Estado ha hecho todo lo humanamente posible, dentro a veces de precarias
  condiciones económicas y presionadas por un bloqueo económico y constantes
  amenazas terroristas del imperialismo estadounidense, para educar al pueblo ha
  sido, precisamente, el cubano.  Toda la dirigencia, desde el mismo
  comienzo de la Revolución, se ocupó de educar al pueblo cubano diciéndole
  verdades y no mentiras, formándolo con un verdadero espíritu crítico,
  haciéndolo partícipe activo en las grandes toma de decisiones políticas,
  organizándolo de manera correspondiente con las necesidades y exigencias de
  la Revolución. Y si algún estadista o mandatario ha sido auténticamente
  científico y dialéctico para educar, explicar, orientar y hacer reflexionar al
  pueblo cubano ha sido, sin duda alguna, el camarada Fidel Castro. Víctor Hugo dice que la vista del
  espíritu no puede encontrar en ninguna parte más resplandores y más tinieblas
  que en el hombre. Por eso cree que hay “… un espectáculo más grande que el
  del mar, y es el del cielo; hay un espectáculo más grande que el del cielo, y
  es lo interior del alma”. Busquemos la grandeza de Fidel en ese espíritu,
  en esa alma, en ese pensamiento, que es más grande que el cielo, porque lo ha
  pensado y lo ha luchado para que sea la felicidad del ser humano en la
  tierra. Fidel, desde joven y luego durante
  décadas, ha cautivado a viejos y jóvenes no sólo con su oratoria sino con la
  multiplicidad de sus conocimientos, de su educación, de su nivel de cultura,
  su carisma, su amabilidad y su profunda concepción de la solidaridad. Fidel,
  sin duda, ha sido un hombre inmensamente bondadoso, pero no complaciente en
  todo lo que a su alrededor se piensa y se hace. Defiende su ideal, lo que
  cree verdadero y justo, lo hace frente a sus amigos como ante sus enemigos
  sin humillar ni burlarse de nadie. Tal vez, no lo sé, Fidel ha tenido la
  suerte –otra vez la casualidad- que nunca ha estado bajo la influencia de
  intelectuales menos capacitados o instruidos que él, ni tampoco bajo personajes
  menos firmes que él. No hay en Fidel ese rasgo que ha caracterizado a otros
  hombres talentosos del marxismo que han concluido acomodándose a un ideal
  socialista como una forma nueva de religión, por lo cual jamás se ha dedicado
  al descubrimiento de nuevos ritos. Fidel no ha sido político de saltos
  impresionistas, aun cuando es hombre de buen carácter y muy agradable. Fidel,
  podemos decirlo, es un ¡bárbaro! capaz de desplegar, en el momento que
  lo desee o se lo exijan las circunstancias del momento, la más formidable
  erudición de su tiempo. Aunque me juzguen de lisonjear, cosa que no es
  cierta, Fidel ha sido demasiado culto para el nivel de cultura del siglo XX. Fidel entiende por educar el “… preparar
  al hombre -por supuesto que también a la mujer- desde que empieza a
  tener conciencia para cumplir sus más elementales deberes sociales, para
  producir los bienes materiales y a producirlos por igual, con la misma
  obligación de todos”. Por eso no concibe a una revolución sin educación,
  porque aquella implica un cambio completo, profundo, en la vida de un pueblo,
  de una nación, en todos los órdenes, por lo cual se le presenta en su camino
  resolver el dilema de cómo combatir y cómo vencer la influencia de las viejas
  ideas, de las viejas tradiciones, de los viejos prejuicios, y cómo las ideas
  de la revolución van ganando terreno y van convirtiéndose en cuestiones de
  conocimiento común y de clara comprensión para todo el pueblo. Para Fidel la
  educación es fundamental, porque “… es la inculcación de valores positivos
  creados por el ser humano…”. Para Fidel a cada cosa, compleja o
  simple, debe hallárselo -de la forma más objetiva posible- su explicación; y,
  entre otras cosas, en eso encuentra la superioridad del socialismo sobre el
  capitalismo. Para él, mientras más el pueblo aprenda más preguntará sobre la
  esencia de los sujetos y de los objetos. De allí que es fundamental que la
  educación sea deslastrada de los elementos negativos, todos esos factores que
  conforman el crimen del capitalismo contra la sociedad. Por eso es
  imprescindible una educación que llegue a todo el pueblo para que sus
  miembros se formen, se culturicen, aprendan a realizar los análisis más
  profundos de las cosas y armarse de argumentos científicos para dar
  explicaciones correctas a cada cosa en concreto. Fidel entiende y explica que toda
  revolución, lo ha demostrado la experiencia histórica, es un extraordinario
  proceso de educación. Por eso dice que “… revolución y educación son una
  sola cosa… Ahora bien, revolución e instrucción, revolución y enseñanza,
  revolución y capacitación de técnicos, revolución y formación de
  profesionales, son otras tantas tareas de la revolución…”. Eso implica
  que una revolución debe poner a disponibilidad del pueblo todos los medios de
  divulgación, los libros, la educación misma, la experiencia histórica
  acumulada. Fidel no concibe una revolución que no ponga fin al analfabetismo,
  porque cuando una persona “… no
  sabe leer ni escribir está situada realmente, en la escala más inferior en
  que pueda situarse un ser humano. En primer lugar, sus conocimientos quedan
  limitados de manera extraordinaria. En segundo lugar, hay una riqueza, una
  gran riqueza, de la cual toda la humanidad es heredera. No se trata de un
  central azucarero, ni de una mina de oro. No se trata de bienes materiales,
  pero que en realidad viene a ser la riqueza más valiosa del hombre, porque es
  lo que el hombre ha creado con su inteligencia y con su esfuerzo. Existe la
  riqueza cultural de la humanidad. Todos los hombres de talento de la
  humanidad, todos los genios, han producido algo: han escrito, han enseñado.
  Existe una gigantesca riqueza cultural, producida por la humanidad, de la
  cual es heredera toda la humanidad. El hombre más humilde, el hombre más
  pobre, el hombre que carezca de bienes, tiene la riqueza de todas las obras,
  todos los libros y toda la enseñanza que le han legado miles y miles de
  hombres más prominentes del género humano. Desde el momento en que un hombre
  no sabe leer ni escribir, es un hombre que ha renunciado a esa herencia. Es
  un hombre desposeído por completo de esa inmensa riqueza espiritual que la
  humanidad ha producido”.  Para Fidel el concepto de
  educación, de la formación, el saber de la persona va estrechamente ligado al
  de sembrar la cultura (entendiendo por ésta todo el cúmulo de conocimientos,
  técnica, organización social, producción de bienes, es decir, se ocupa de
  todos los órdenes de la vida social). Así como en un campo se siembran
  millones de árboles, de igual manera es necesario sembrar en “… la
  inteligencia también millones de libros, que van a producir frutos
  incalculables para el bienestar futuro de la nación…”. De allí que para
  Fidel sea de vital importancia que una revolución tenga por finalidad lograr
  que el ser humano aprenda con mayor rapidez y en el menor tiempo posible. Y
  eso pasa no sólo por el mejoramiento de las condiciones materiales de vida de
  la gente, sino también porque la persona se llene de pasión por saber, ya que
  eso hace que el ansia de conocimientos se convierta en la primera necesidad
  espiritual del ser humano y en un deber sagrado de una revolución de ponerlo
  a disposición de su pueblo. Para ello, es igualmente necesario que se
  estimule la capacidad de percepción, analítica, de indagar, de leer, de
  estudiar, de investigar, de la persona para que no se transforme en un
  autómata, en un dogmático que acepte los conceptos y juicios de las demás
  personas sin preocuparse por tener una capacidad propia de razonamiento. Por
  eso Fidel sostiene que una labor o tarea fundamental de una revolución es
  preparar hombres y mujeres, enseñar y educar, lograr que el pueblo estudie,
  se capacite, asimile los conocimientos y los haga valer en su práctica
  social. Para Fidel, tal como lo concibieron y hasta lo aplicaron los grandes
  forjadores de la revolución proletaria o socialista, la educación, para ser
  productiva especialmente en calidad, tiene que estar siempre
  estrechamente vinculada con la práctica social. Fidel, especialmente por la
  experiencia de una revolución que triunfa -toma del poder político- en una
  nación subdesarrollada, ve una de sus realidades o necesidades fundamentales
  en la educación. Nos dice que “… cuando se habla de países y países
  subdesarrollados económicamente, tal vez no se recalque suficientemente la
  tragedia de un país subdesarrollado -subdesarrollo que es consecuencia de la
  secular explotación colonialista e imperialista, que mantenía a los pueblos
  sumidos en el atraso y en la ignorancia- si no se resalta suficientemente la
  tragedia que implica la falta de personal calificado, la falta de técnicos calificados,
  la falta de conocimiento en el pueblo…”. Pero Fidel no ve sólo la
  importancia en la persona que debe educarse, ser educado, en la que
  tiene que aprender, sino también en la que educa, en la que enseña. De allí
  que nos haya dicho que un “… educador
  no debe sentirse satisfecho con sus conocimientos. Debe ser un autodidacta
  que perfeccione permanentemente su método de estudio, de indagación, de
  investigación. Tiene que ser un entusiasta y dedicado trabajador de la
  cultura… La autopreparación es la base de la cultura del profesor. Es
  esencial la disposición que cada compañero tenga para dedicar muchas horas al
  estudio individual, su inquietud por saber, por mantenerse actualizado, por
  mejorar su trabajo como educador… Para llegar a ser un educador respetado por
  sus conocimientos, hay que dedicar mucho tiempo a la lectura, al estudio e,
  incluso, sacrificar horas de descanso, si fuere necesario. La autopreparación
  tendrá calidad si existe el espíritu de superación; si se es exigente consigo
  mismo, si se está inconforme con los conocimientos que poseen. La inquietud
  intelectual de un profesor es cualidad inherente de su profesión. Cuando se
  tiene clara conciencia del papel que desempeña, el estudio se convierte en un
  placer, además de una gran necesidad… Un maestro que imparta clases buenas,
  siempre promoverá el interés por el estudio en sus alumnos… Sólo se `puede
  despertar el interés de los alumnos por un aspecto del conocimiento,
  demostrándoles su importancia, motivándolos legítimamente a investigar…”. Pero Fidel no se queda allí, va
  más allá diciéndonos verdades irrefutables sobre el papel de la educación en
  la persona, en la necesidad que adquiera conocimientos y en el deber de
  quienes deben impartirlos. Fidel dice que las “… verdaderas convicciones
  del hombre se manifiestan cuando sus puntos de vista concuerdan con su modo
  de vida… La vinculación de la palabra con la acción, de las convicciones con
  la conducta, son la base del prestigio moral del educador…”. El capitalismo forma, midiendo el
  nivel de la educación, fundamentalmente al hombre y a la mujer con el
  objetivo –casi exclusivo- de que estén en capacidad de sustituir la fuerza de
  trabajo –especialmente envejecida- que ya no rinde adecuadamente a las
  exigencias del capitalista. El socialismo, en cambio, forma integralmente al
  hombre y a la mujer; le garantiza el acceso a todas las fuentes del
  conocimiento; hace cumplir eso que Engels decía: “Todos los hombres -eso
  tiene la misma validez para la mujer- tienen derecho igual a la
  instrucción y deben gozar por igual de los beneficios de la ciencia”.
  Fidel –así lo pienso- eso lo interpreta correctamente cuando nos dice: “… la
  naturaleza humana no produce a todos los hombres exactamente iguales. Hay
  sólo una cosa que puede hacer a todos los hombres –incluyamos a las
  mujeres- más o menos iguales, hay sólo un medio de hacer que todos los
  hombres se asemejen –agreguemos: también a las mujeres y éstas con los
  hombres-, y ese medio es la educación”. Ciertamente, la meta del
  comunismo es hacer a todos los hombres cultos y a todas las mujeres cultas. Para Fidel la educación es el arma
  más poderosa que tiene el ser humano para crear una ética, para crear una
  conciencia, para crear un sentido del deber, un sentido de la organización,
  de la disciplina, de la responsabilidad. Fidel dice que la esencia de una
  revolución es la de combinar la educación con el trabajo, porque nadie nadará
  sobre la tierra y nadie caminará sobre el mar. Por algo los estudiantes
  cubanos han obtenido el primer lugar en eventos que valoran internacionalmente
  el nivel de la educación en el mundo. Fidel está consciente que la
  educación contribuye enormemente a la creación espiritual y que ésta no se
  desarrolla sin libertad. De allí que para él una revolución tiene que liberar
  definitivamente las facultades creadoras del ser humano de los obstáculos,
  las expresiones humillantes y las imposiciones obligatorias, porque las
  relaciones individuales, la ciencia, el arte, tienen que marchar hacia ese
  tiempo en que no padezcan de ninguna planificación impuesta, donde no haya ni
  una sola sombra de obligación. Sin embargo, Fidel sabe que en la transición
  del capitalismo al socialismo no se está en capacidad de garantizar, aunque
  mucho se quiera, esas condiciones de libertad, porque el mismo hecho de una
  dictadura revolucionaria, un gobierno revolucionario está en la necesidad de
  tomar medidas –muchas veces- drásticas contra sus enemigos, contra sus
  conspiradores, contra quienes pugnan por derrocarla; es decir, tiene que
  imponer restricciones en muchas actividades, donde se incluye -inclusive- la
  espiritual. Sólo en el comunismo propiamente dicho, cuando el ser humano esté
  en capacidad de realizar múltiples actividades materiales y espirituales, se
  darán todas las condiciones para la más absoluta libertad en todas las áreas
  de la cultura y las artes que serán siempre universales. ¿Por qué decir todo lo anterior?  Tal vez
  muchas personas, tal vez pocas, pero sí podemos estar seguros que los
  imperialistas -en lo particular- y los capitalistas -en lo general- están convencidos
  que en Cuba sucederá igual o peor que lo acontecido en Libia. Están en su
  derecho de creerlo y en su deber de decirlo o de soñarlo. Eso se respeta. Sin
  embargo, si la Revolución Cubana se derrumbara no sería ni por culpa del
  Estado Cubano ni por culpa de su dirigencia, de la cual ha destacado con la
  más elevada brillantez el camarada Fidel Castro. Se derrumbó la Unión
  Soviética y el denominado campo socialista del Este. Eso es cierto, pero
  hasta ahora la Revolución Cubana ha sobrevivido –incluso- hasta en peores
  condiciones económicas que las anteriores. Bueno, estoy elaborando un
  material sobre ese tema que publicaré inmediatamente que lo concluya y se
  intitula: “Si la Revolución Cubana cayese: ¿quiénes serían los culpables?”.
   Por lo tanto sigamos con el tema
  esencial de esta opinión. No ha habido, hay que repetirlo, una Revolución
  Proletaria o Socialista que haya educado con tantas verdades científicas a su
  pueblo como la cubana. No ha habido, hay que repetirlo, un Gobierno y un
  líder que hayan educado al pueblo con tantas verdades políticas e históricas
  como el Cubano y Fidel. ¡He allí un gran mérito histórico incuestionable e
  irrefutable! Los cubanos y las cubanas podrán estar de acuerdo con muchos
  o pocos cambios o reformas, pero meterles gato por liebre es tan difícil o
  imposible como convencer de la noche a la mañana a los grandes magnates de le
  economía imperialista que deben repartir sus ganancias por partes iguales con
  sus trabajadores. Se caerán de un coco quienes pretendan ver a la mayoría del
  pueblo cubano denigrando de su Revolución y de su máximo líder, el camarada
  Fidel Castro.  Por algo Fidel dijo que las ideas
  son más poderosas que las armas, por muy sofisticadas que éstas sean. Amén. | 
15/03/11