Los meados del planeta
Rubens
Ascanio Gómez *
Me parece demoledora la imagen de esos marines americanos
meándose sobre varios cadáveres de milicianos talibanes. Es una escena cruda
que hasta los medios de comunicación occidentales, tan poco dados a este tipo
de flagelaciones, han tenido que hacer pública. A través de esta rendija
descubrimos un poco del lado salvaje de esos chicos altos y rubios entrenados
por el imperio americano, esos que casi siempre son los buenos de la película.
Occidente, tan
dado a la autoalabanza y a venderse una falsa imagen de democracia, seguridad y
prosperidad, se desenmascara en estas ocasiones. Ese lado brutal del ser
humano, lleno de odio, es el que nos suelen contar en la tele casi sin
inmutarse. Un odio que en las pantallas tiene siempre rostro humilde,
protagonizado por habitantes de países que el capitalismo califica fríamente
como pobres, subdesarrollados o tercermundistas, un odio que ahora salpica de lleno en la cara del Tío Sam.
No, no es el
único ejemplo de esa brutalidad que nos habita, ni siquiera el mejor. Hace
pocos días, casi ha pasado desapercibido, el asesinato con un coche bomba de un
profesor universitario iraní sólo por haber participado en el programa nuclear
en el país de los persas. No es el primero de una lista que suma una muerte más
ordenada en algún oscuro despacho de occidente, otra ejecución que ha sido
recibida con enorme tranquilidad por los democráticos líderes occidentales.
Otro de esos “asesinatos buenos” para los que dirigen el mundo, como el de un
guerrillero colombiano o el de un dictador musulmán que no quiere vender el gas
barato.
En estos
tiempos, en los que las brutalidades del genocidio de Ruanda vuelven a los
noticiarios por la investigación del gobierno francés, nadie parece acordarse
de que también Europa miró para otro lado ante un conflicto que ella misma
fomentó por sus intereses coloniales. Créanme que los machetes que mataron a
miles de Tutsis no se fabricaron en África.
Esos hombres y
mujeres de piel oscura asesinados, aplastados, despedazados
lo son con armas hechas en occidente. Son las armas vendidas por blancos
impolutos de traje caro, incluso algún ministro o presidente, el ministro de
Defensa español sabe bien de que les hablo. Al final, de esa sangre y carne de
pieles morenas, crecen sólo billetes verdes y morados que sirven para seguir
pagando la hermosa fábula de blancos pacíficos, democráticos y buenos que les
gusta vender.
El occidente
que se chuta una imagen edulcorada y en tecnicolor de
si mismo se quita la careta en días como estos, la pena es que la mayoría está
demasiado ocupada comiéndose las cotufas de esta mala película, como para darse
cuenta y salir cabreado de la sala.
* Militante de
Alternativa Sí se puede por Tenerife