«» José Manuel Quintana Hernández
Alguien decía –creo que fue el arqueólogo José Juan Jiménez- que los canarios no terminamos de saber si los guanches somos nosotros o son los otros. También, decía, Michael Ignatieff, político canadiense, liberal y anti-nacionalista – aunque, hasta cierto punto, mi niño -, que una nación es “una comunidad imaginaria” y que hace falta “imaginar qué es lo que se tiene en común”.
Armando Ravelo, en Mah, hace de profeta del tiempo antiguo y certifica, en palabras de Benedetti, el porvenir de nuestro pasado. Es un corto, un cortometraje, bien largo, pues con él, parafraseando al grupo Almogarén, del fondo de los siglos viene el guanche bereber.
La imagen borrosa de los antiguos canarios, que cada uno dibujaba a su manera –como si se tratara del margen que, a los lectores de una novela, nos queda para poner rostro a los personajes-, de repente, con este cortometraje – y, con el anterior, Ansite – se hace nítida y toma rasgos, miradas, emociones, voces, colores, vida, al fin y cabo. En la lengua de los antiguos, de nuestros antiguos, en amazigh, en bereber, en guanche, se vuelve tangible la columna vertebral del imaginario compartido por los canarios. Atrás, queda el intento caricaturesco que Silvana Pampanini protagonizó en Tirma.
Ravelo, gracias, por aclarar la borrosa imagen del pasado. Gracias, por la valentía de ayudar a recuperar la dignidad colectiva de un pueblo y su memoria histórica; esa memoria para la que algunos no guardan el más mínimo espacio.
Quienes siempre vieron, en la mirada al pasado guanche, una forma de trogloditismo localista y estéril, desconocían la riqueza universal que una historia, Mah -donde se mezcla maltusianismo, discriminación de género y desobediencia civil -, puede ofrecer desde este “pequeño y gran país”, como rezaban unas pegatinas que circularon a finales de los ochenta.
Fuente: tamaimos.com/2016/07/13/mah