“Ritos de
passage” de las maguas o maguadas
(ex Harimaguadas)
El
término correcto es el de “maguas” o “maguadas”, pero que los españoles
denominaron “harimaguadas”, porque, según Gómez Escudero “siempre
controvertieron el nombre a las cosas i despreciaron sus vocablos”. Maguada es
palabra guanche que significa adolescente, virgen (m-awad).
“Entre
las mujeres canarias había muchas como religiosas, que vivían con recogimiento
y se mantenían y sustentaban de lo que los nobles les daban, cuyas casas y
moradas tenían grandes preeminencias; y diferenciábanse de las demás mujeres
en que traían las pieles largas que les arrastraban, y eran blancas:
llamabanlas magadas. Los malhechores que se acogían a sus casas no eran
castigados. A las casas llamaban Tamogante en Acoran (tam-ugan-t n Akuran:
mujeres de Akuran, o sea mujeres sagradas). Tenían casas donde se encomendaban
al Dios que estaba en lo alto, que decían almogaren (almugaren: templo), que es
‘casa santa’, las cuales rociaban todos los días con leche, y para ello tenían
muchas cabras diputadas, y no les quitaban los garañones en todo el año,
porque no les faltase la leche. Decían que en lo alto había una cosa que
gobernaba las cosas de la tierra, que llamaban Acoran, que es Dios” (texto de
Abreu Galindo, “Historia de la conquista de Canarias”, p 56).
Según el relato del Ovetense: “Tenían estos Guanartemos casas de
doncellas encerradas, a manera de emparedamiento”, lo que reitera el
Lacunense: “Que hoy llaman monjas, a estas las llamaban maguadas”.
Estas apreciaciones, influidas por la religión monacal de los cronistas al
servicio del colonialismo, no corresponden con la cultura y costumbres de
nuestros antepasados, al contrario, acorde con van Gennep, se trata de un
“Rito de passage” hacia la vida adulta.
Según Sousa “Recibían para sus sustento nuestras vírgenes canarias
ciertos frutos de la tierra a manera de diezmo que les daban los vecinos y los
encerraban y guardaban en cuevas que tenían diputadas para irlos gastando por
su razón y cuenta en todo el año”. Probablemente el ejemplo más emblemático
es el conocido como Cenobio de Valerón (Gran Canaria). Cedeño (Crónicas, cap
XVI) describe otra escuela de formación de maguas o maguadas en Gáldar:
“otra casa estaba muy grande i pintada junto a Roma (con Roma se refiere a una
iglesia cristiana) que servía de seminario o recogimiento de doncellas”, lo
que corrobora Sousa en su Topografía: “Hasta hoy está otra casa pintada y
grande que servía de escuela de hijas de los más principales hidalgos”.
“Su nobleza no era hereditaria, sino que cualquiera, por sus propios méritos,
podía ser noble, dando muestras políticas y virtuosas desde los primeros años
de su infancia” (Torriani, Descripción de las Islas Canarias, p 105).
Todo apunta en la dirección de que estos “Ritos de Passage” en la
sociedad guanche que nos precedió incluían además la formación
administrativa de las maguas o maguadas, estando suficientemente documentado en
la literatura que eran las mujeres guanches las responsables de la administración
de los alimentos en particular y de la sociedad en general, aproximadamente
igual a como ocurre en la actualidad, por lo que las mujeres y su mundo mágico
no desempeñan exclusivamente una función procreadora.
Según Abreu Galindo, op. cit. p 157: “Cuando faltaban los temporales,
iban en procesión, con varas en las manos, y las magadas con vasos de leche y
manteca y ramos de palmas. Iban a las montañas y cantaban endechas en torno a
un peñasco; y de allí iban a la mar y daban con las varas en la mar, en el
agua”, tradición que hoy perdura en La Fiesta de la Rama de Agaete a celebrar
el próximo 4 de agosto ¡todos y todas a La Rama!
Las crónicas nos hablan del aseo de las maguas o maguadas: “e a se labar
en la mar” (Ovetense, p 62), “y a labarse a la mar” (Lacunense, p 223)
“o a se vañar en la mar” (Matritense, p 252). Esta costumbre perdura hasta
nuestros días como puede comprobarse cuando llega el solsticio de verano, año
nuevo solar guanche. Son baños perfectamente estipulados: “ Y el padre o la
madre la hacen entrar en el mar algunos días y cierto tiempo cada día”
(Azurara, Chronica do descobrimento e conquista de Guiné, cap. LXXIX). Las
mujeres casadas también se bañaban en el mar: “Sin licencia del marido podían
ir al vaño de la mar que lo habían diputado aparte para mujeres, onde no podían
ir ombres, pena de vida” (Cedeño, Crónica de, p 377). Probablemente se trata
de baños higiénico-sanitarios relacionados con la menstruación, pues en otras
circunstancias compartían el baño y la natación hombres y mujeres: “Tenían
estos Guanartemes casas de recreación y pasatiempos, donde se juntaban ombres y
mujeres a cantar y bailar” (Ovetense p 161). “Y acabadas sus comidas y
banquetes se yban a la mar a nadar ellos y ellas, que nadaban como peces”
(Ovetense, p 435).
Esta instrucción académica es temporal: “ Y estaban las casas arriba
dichas, proveídas siempre de doncellas, que apenas salía una cuando entraba
otra”. Esta elegante, respetuosa e inteligente costumbre, mediante la que sus
adolescentes se socializan en comunidad, viene a demostrar una vez más el
avanzado estado social de la ancestral sociedad guanche, pues incluso en la
actualidad la educación sexual está proscrita en las escuelas del colonialismo
y que contrasta poderosamente con otras sociedades, así por ejemplo en Nueva
Irlanda, según Power, se encierra a las muchachas en una especie de jaula o los
nutkas de la Columbia Británica, que las encierran durante ocho meses en
reducidos espacios, mientras que los Kolsjusches del estrecho de Bering las
colocan de tres a seis meses en jaulas y los esquimales del sur de Jukov durante
cuarenta días de cara a la pared.
Nada que ver con el reciente artículo, ampliamente difundido, mediante el
cual, con un lenguaje soez, falaz y sibilino, se descalifica, en un misógino
escrito sin parangón, el exquisito trato que nuestra ancestral sociedad siempre rindió a las
mujeres. “Eran sagradas también las casas de las Maguas que los españoles
llamaban Marimaguadas; era una cerca de pared, casa y cueva habitación de
muchas doncellas desde catorce a treinta años, porque después si querían
casarse podían salir, que allí nadie, pena de vida, les podía hablar” (Marín
de Cubas, “Historia de las Siete Islas de Canaria”, p 205). “Eran muy
mirados con las mujeres y niños en tiempo de guerra y de sus disensiones. Tenían
por caso de bajeza y menos valer tocarles, ni hacerles mal, ni a las casas de
oración, que llamaban almogaren” (Abreu Galindo, p 150). Sirva este escrito
de homenaje y desagravio.
Movimiento
por la Unidad del Pueblo Canario
Movimiento
UPC