“Ritos de passage” de las maguas o maguadas

(ex Harimaguadas)

 

 

El término correcto es el de “maguas” o “maguadas”, pero que los españoles denominaron “harimaguadas”, porque, según Gómez Escudero “siempre controvertieron el nombre a las cosas i despreciaron sus vocablos”. Maguada es palabra guanche que significa adolescente, virgen (m-awad). Fue el etnólogo francés Arnold van Gennep el que denominó al periodo educativo  que transcurre entre la adolescencia y la edad adulta “Ritos de passage”, en lugar de “Ritos de pubertad” en base a la variación de la pubertad femenina que depende de la climatología y de la nutrición fundamentalmente. Ejemplos de estos ritos los encontramos en prácticamente todas las sociedades con el objetivo de incorporar a los adolescentes a la vida adulta.

 

“Entre las mujeres canarias había muchas como religiosas, que vivían con recogimiento y se mantenían y sustentaban de lo que los nobles les daban, cuyas casas y moradas tenían grandes preeminencias; y diferenciábanse de las demás mujeres en que traían las pieles largas que les arrastraban, y eran blancas: llamabanlas magadas. Los malhechores que se acogían a sus casas no eran castigados. A las casas llamaban Tamogante en Acoran (tam-ugan-t n Akuran: mujeres de Akuran, o sea mujeres sagradas). Tenían casas donde se encomendaban al Dios que estaba en lo alto, que decían almogaren (almugaren: templo), que es ‘casa santa’, las cuales rociaban todos los días con leche, y para ello tenían muchas cabras diputadas, y no les quitaban los garañones en todo el año, porque no les faltase la leche. Decían que en lo alto había una cosa que gobernaba las cosas de la tierra, que llamaban Acoran, que es Dios” (texto de Abreu Galindo, “Historia de la conquista de Canarias”, p 56).  Según el relato del Ovetense: “Tenían estos Guanartemos casas de doncellas encerradas, a manera de emparedamiento”, lo que reitera el Lacunense: “Que hoy llaman monjas, a estas las llamaban maguadas”.

 

Estas apreciaciones, influidas por la religión monacal de los cronistas al servicio del colonialismo, no corresponden con la cultura y costumbres de nuestros antepasados, al contrario, acorde con van Gennep, se trata de un “Rito de passage” hacia la vida adulta.

 

Según Sousa “Recibían para sus sustento nuestras vírgenes canarias ciertos frutos de la tierra a manera de diezmo que les daban los vecinos y los encerraban y guardaban en cuevas que tenían diputadas para irlos gastando por su razón y cuenta en todo el año”. Probablemente el ejemplo más emblemático es el conocido como Cenobio de Valerón (Gran Canaria). Cedeño (Crónicas, cap XVI) describe otra escuela de formación de maguas o maguadas en Gáldar: “otra casa estaba muy grande i pintada junto a Roma (con Roma se refiere a una iglesia cristiana) que servía de seminario o recogimiento de doncellas”, lo que corrobora Sousa en su Topografía: “Hasta hoy está otra casa pintada y grande que servía de escuela de hijas de los más principales hidalgos”. “Su nobleza no era hereditaria, sino que cualquiera, por sus propios méritos, podía ser noble, dando muestras políticas y virtuosas desde los primeros años de su infancia” (Torriani, Descripción de las Islas Canarias, p 105).

 

 

Todo apunta en la dirección de que estos “Ritos de Passage” en la sociedad guanche que nos precedió incluían además la formación administrativa de las maguas o maguadas, estando suficientemente documentado en la literatura que eran las mujeres guanches las responsables de la administración de los alimentos en particular y de la sociedad en general, aproximadamente igual a como ocurre en la actualidad, por lo que las mujeres y su mundo mágico no desempeñan exclusivamente una función procreadora.

 

Según Abreu Galindo, op. cit. p 157: “Cuando faltaban los temporales, iban en procesión, con varas en las manos, y las magadas con vasos de leche y manteca y ramos de palmas. Iban a las montañas y cantaban endechas en torno a un peñasco; y de allí iban a la mar y daban con las varas en la mar, en el agua”, tradición que hoy perdura en La Fiesta de la Rama de Agaete a celebrar el próximo 4 de agosto ¡todos y todas a La Rama!

 

Las crónicas nos hablan del aseo de las maguas o maguadas: “e a se labar en la mar” (Ovetense, p 62), “y a labarse a la mar” (Lacunense, p 223) “o a se vañar en la mar” (Matritense, p 252). Esta costumbre perdura hasta nuestros días como puede comprobarse cuando llega el solsticio de verano, año nuevo solar guanche. Son baños perfectamente estipulados: “ Y el padre o la madre la hacen entrar en el mar algunos días y cierto tiempo cada día” (Azurara, Chronica do descobrimento e conquista de Guiné, cap. LXXIX). Las mujeres casadas también se bañaban en el mar: “Sin licencia del marido podían ir al vaño de la mar que lo habían diputado aparte para mujeres, onde no podían ir ombres, pena de vida” (Cedeño, Crónica de, p 377). Probablemente se trata de baños higiénico-sanitarios relacionados con la menstruación, pues en otras circunstancias compartían el baño y la natación hombres y mujeres: “Tenían estos Guanartemes casas de recreación y pasatiempos, donde se juntaban ombres y mujeres a cantar y bailar” (Ovetense p 161). “Y acabadas sus comidas y banquetes se yban a la mar a nadar ellos y ellas, que nadaban como peces” (Ovetense, p 435).

 

Esta instrucción académica es temporal: “ Y estaban las casas arriba dichas, proveídas siempre de doncellas, que apenas salía una cuando entraba otra”. Esta elegante, respetuosa e inteligente costumbre, mediante la que sus adolescentes se socializan en comunidad, viene a demostrar una vez más el avanzado estado social de la ancestral sociedad guanche, pues incluso en la actualidad la educación sexual está proscrita en las escuelas del colonialismo y que contrasta poderosamente con otras sociedades, así por ejemplo en Nueva Irlanda, según Power, se encierra a las muchachas en una especie de jaula o los nutkas de la Columbia Británica, que las encierran durante ocho meses en reducidos espacios, mientras que los Kolsjusches del estrecho de Bering las colocan de tres a seis meses en jaulas y los esquimales del sur de Jukov durante cuarenta días de cara a la pared.

 

Nada que ver con el reciente artículo, ampliamente difundido, mediante el cual, con un lenguaje soez, falaz y sibilino, se descalifica, en un misógino escrito sin parangón, el exquisito trato que nuestra ancestral sociedad siempre rindió a las mujeres. “Eran sagradas también las casas de las Maguas que los españoles llamaban Marimaguadas; era una cerca de pared, casa y cueva habitación de muchas doncellas desde catorce a treinta años, porque después si querían casarse podían salir, que allí nadie, pena de vida, les podía hablar” (Marín de Cubas, “Historia de las Siete Islas de Canaria”, p 205). “Eran muy mirados con las mujeres y niños en tiempo de guerra y de sus disensiones. Tenían por caso de bajeza y menos valer tocarles, ni hacerles mal, ni a las casas de oración, que llamaban almogaren” (Abreu Galindo, p 150). Sirva este escrito de homenaje y desagravio.

 

Movimiento por la Unidad del Pueblo Canario

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