El hortelano más joven del camino de San Diego

 

Wladimiro Rodríguez Brito *

 

 

Al leer nuestro territorio es altamente interesante no sólo contemplar los cambios que ocurren en el espacio, sino sobre todo las consecuencias de estos. El caso que nos ocupa es contemplar una de las campiñas más ricas de Tenerife hasta hace unos años que hoy está ocupada o bien por casas o bien por tierras balutas cubiertas por zarzas, hinojos, cañeras, etcétera.

 

Dando un paseo por el camino de San Diego, en La Laguna, uno se encuentra con el huerto mejor cultivado de este amplio recorrido gracias a un campesino que supera los ochenta años y que a lo largo de toda su vida ha compartido la actividad agraria con otras profesiones.

 

Don Andrés Vera de Castro es una referencia en la actividad agraria desde su juventud, desde una finca en las proximidades de la plaza del Cristo hasta el huerto cultivado de la familia Bravo en San Diego. La actividad agraria ha sido su referencia vital, pues la cultura transmitida por sus padres y el aprendizaje y la experiencia del mundo rural han estado unidos a lo largo de su dilatada vida. Aquí en San Diego mantiene un huerto con cultivos diversos de hortalizas, papas y árboles frutales: de manera sabia, ha mantenido cultivado a lo largo de los años sin que arraiguen las malas hierbas. Don Andrés trabajó también en la ampliación del aeropuerto de Los Rodeos, fue panadero durante algunos años y trabajó en la empresa Unelco durante 28 años, simultaneando su trabajo en la agricultura en diversas fincas del entorno. Para don Andrés la agricultura es parte de su vida, de lo que sabe hacer y a lo que le tiene un especial cariño; él entiende que la producción de alimentos para la familia es algo básico, algo que sus padres le inculcaron desde pequeño.

 

Estas líneas no son sólo de merecido homenaje a don Andrés, ni una lectura nostálgica del ayer. Son un encuentro con un maestro que ha tenido pocos alumnos y que, a día de hoy, de manera incluso egoísta, debe ser una lección para el día de mañana. La cultura de la tierra y el compromiso con esta son unas de las asignaturas pendientes para el presente y el futuro de nuestras islas. Cada vez que don Andrés se refiere al mundo agrario expone un nivel de conocimientos y vivencias de gran valor para hacer más sostenible, social y económicamente las Islas. Afortunadamente, sus hijos y nietos han continuado con su labor.

 

Estas breves líneas pretenden también implicarnos en una cultura que nos familiarice y nos motive hacia el mundo rural. La llamada globalización y la preponderancia del dinero en efectivo están destruyendo gran parte de las pautas con las que ha funcionado nuestro pueblo a lo largo de la historia. Si leemos lo que dice Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía en 2001, asesor de Bill Clinton y profesor de la Universidad de Columbia: “La globalización parece conspirar contra los valores tradicionales; los conflictos son reales y en cierta medida inevitables; el crecimiento económico y la globalización inducen a la urbanización y en consecuencia socava las sociedades tradicionales”.

 

Don Andrés nació a unos metros de la plaza del Cristo, en la ciudad de La Laguna, pero no por ello deja de ser un excelente campesino. Sin embargo, hoy muchos de nuestros muchachos, nacidos en Garafía, La Oliva o Chipude, que son hijos de una cultura urbana, cargada de espejismos, permanentemente conectada al WhatsApp. Y esto mientras nuestras tierras están sin surcos y cubiertas de maleza y hablamos de bancos de alimentos y de desayuno escolar, igual en Añaza como en San Juan de la Rambla o en Puntagorda. Lo que es aún peor, compramos alimentos que tenemos que pagar con préstamos, en Nueva Zelanda, en Chile o incluso ajos de China, y nuestras tierras continúan balutas. La playstation y las importaciones de petróleo a más de 120 $ el barril nos ponen cuesta arriba de un modelo alejado del suelo, del sacho y del compromiso con la tierra. Ahora decimos que no cultivamos porque es antieconómico. Don Andrés ha entendido siempre que parte de su trabajo es alimentar a su familia, con cultivos en los que participan él y su entorno familiar. Eso es parte de la cultura del ayer que nosotros entendemos que hemos de destacar y rescatar, junto a la sabiduría de maestros como don Andrés y tantos otros que permanecen en el anonimato en nuestro territorio. Nuestros maestros y profesores, el mundo de la política y los medios de comunicación, tienen que entrar y acercar esta cultura con rostro humano, para sembrar un futuro que se aleje de modelos importados, cargados de espejismos, de un mundo más propio del cine y la ciencia ficción que de la realidad. Una taza de leche y gofio no puede ser sólo una lectura nostálgica de lo aborigen.

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA

 

Fuente: fotografíavegalagunera

Escultura: Raúl J. Rodríguez

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