La luz de los incendios ayuda a reconocer a los culpables políticos
Antonio
Cubillo Ferreira *
Menos mal que ya hay
miles de canarios a los que se les van aclarando las cosas con la claridad del
fuego de los recientes incendios en las Islas. No solo aquí, sino en la
diáspora de nuestro pueblo, repartida por el continente americano sobre todo,
donde iban obligados nuestros antepasados, buscando trabajo y casa; unos, solos
con su maleta; otros, arrastrando la familia para instalarse en aquellas
lejanas tierras, creando provincias enteras en repúblicas como en Uruguay:
Canelones, la tierra de los canarios de origen de Lanzarote, donde fueron mis
bisabuelos; Tala, también en Uruguay, imponiendo este nombre guanche que
significa ‘la fuente’, o Argentina, Colombia, Méjico, Cuba, Texas (USA) y,
sobre todo, en Venezuela, donde aquella colonia se liberó gracias al esfuerzo y
la lucha de prohombres con sangre vasca y guanche, como Simón Bolívar, o
canaria y venezolana, como Miranda o como el primer presidente de Venezuela,
Páez, hijo de un canario de Lanzarote y una caraqueña, o padres de la patria
como Artigas, en Uruguay, pues su madre era de Aguere,
o los de madres canarias que educaron para la lucha contra España, a quienes
engendraron en las Islas,como Martí, quien nació en
Cuba a los pocos meses de llegar.
A los canarios de las
Islas nos molesta que la diáspora canaria en América no se haya impuesto
económica y políticamente en las diferentes repúblicas como un “lobby” canario
y permitan que se siga escribiendo la historia de los canarios en esas
repúblicas con la frasecita de “español de las Islas Canarias”. El otro día, un
amigo cubano me prestó un libro sobre la Cuba actual, escrito por una
periodista cubana, cuyo nombre omito por falta de seriedad, y cada vez que se
refería a algún personaje canario en la historia de Cuba volvía con la misma
matraquilla: “español de las Islas Canarias”.
Hasta al hablar del
escritor Hemingway en Cuba, no dicen que el protagonista del famoso libro “El
viejo y el mar” era nacido en Lanzarote, al cual Hemingway le dejó toda su casa
y el barco; todo lo más que escriben los periódicos o revistas cubanos es que
era un español afincado en Cuba con nacionalidad cubana. Menos mal que entre el
pueblo cubano serio se sabe distinguir entre un español y un canario o isleño,
y se aprecia al canario.
Don Felipe Adán, a
quien conocí en el barrio icodense de Buen Paso,
donde mi madre estaba de maestra de escuela en los años 30, tenía un famoso
restaurante (El Parralito) que aún sigue allí. Había emigrado a Cuba y estaba
muy orgulloso porque una vez tuvo un problema de la vista y por medio de unos
amigos isleños lo mandaron a La Habana para que lo viese un buen oftalmólogo
cubano, el doctor don Juan Santos Fernández, que era precisamente el médico de
doña Leonor Pérez Cabrera, la madre de José Martí, el apóstol cubano de la
independencia, nacida en Añaza, capital de esta isla,
en la calle Consolación (hoy Puerta Canseco), en diciembre de 1828.
Cuando se enteró por
la prensa cubana que había muerto, lo sintió mucho, así como muchos isleños,
pues este ilustre oftalmólogo cubano, al decir de los isleños, atendía a todos
los canarios en homenaje a doña Leonor Pérez y a su hijo José Martí, el
libertador, que era medio canario como todos saben, pues fue engendrado en
Tenerife y su madre fue en estado de cinco meses cuando destinaron a su padre a
Cuba, pues era músico militar de origen valenciano.
Muchos isleños
combatieron con los patriotas contra los españoles; por eso nos quieren tanto
en Cuba. Hubo hasta cuatro generales rebeldes que eran canarios: Julián
Santana, Manuel Suárez Delgado, Jacinto Hernández Vargas y Matías Vega Alemán.
Claro que me refiero a ellos, pues el pueblo cubano los conoce y los honra y
aquí en Canarias apenas si conocemos sus nombres, como los de tantos
revolucionarios isleños que se distinguieron en la guerra de la independencia
de Cuba, luchando contra el poder colonial español. La corona española se
encarga de que estos nombres no se sepan y caigan en el olvido aquí en las
Islas para que a nuestra gente no se le llene la cabeza de ideas
independentistas y se rebelen contra el colonialismo español.
En Cuba y aquí se
conocen los nombres de Ignacio Agramonte, el camagüeyano, o Guillermo Moncada o
Antonio y José Maceo o Máximo Gómez, pero también hay que conocer a los isleños
que combatieron allá en Cuba, por centenas, unos porque estaban de acuerdo con
los independentistas cubanos y otros porque querían combatir contra los
realistas españoles por los crímenes que cometían en Cuba.
Se cuenta un caso de
unos isleños que murieron en combate y que fue relatado por el coronel cubano
don Eliseo Figueroa, ante quien lo quiso oír, en el acto público que se hizo a
principios de 1930 en homenaje a la memoria del general cubano Francisco
Carrillo y Morales, acto organizado por los hijos de los veteranos. Dijo pues
el coronel Figueroa que allá por el año 1896, cuando mandaba en la isla el
general carnicero Weyler, se estaba llevando a cabo
el bando publicado por este general español de triste memoria sobre la
reconcentración de los campesinos cubanos. Como es lógico, los campesinos se
resistían porque no querían ir a los horribles campos de concentración
españoles, por lo que muchos se escapaban a los montes o se escondían en la
manigua. Viendo esto Weyler, se dedicó a enviar
bandas de españoles armados para atacar a los campesinos y entre estas se
encontraba la del sanguinario Bartolo Ramos, el cual actuaba por las cercanías
de Campo Florido. Precisamente allí vivía una conocida familia de isleños, la familia
Rodríguez, con el padre, la esposa y sus hijos. Una tarde se presenta en el
rancho la hiena de Ramos con sus secuaces y los echa a la fuerza de la casa.
Ellos se refugian en una manigua cercana, y mientras unos quemaban el bohío,
otros, a descargas cerradas, disparaban sus carabinas contra el grupo fugitivo,
de cuyo tiroteo resultó herida una niña y muerto el padre de los hermanos
Rodríguez.
Precisamente, por esa
zona operaba el coronel Figueroa, jefe del Regimiento de Infantería “Habana”,
que se mantenía allí en constante movimiento con sus mambises
contra las tropas españolas. A este coronel se le presentan los tres hermanos
Rodríguez (Antonio, Fidencio y José, de 18, 22 y 27
años, respectivamente). Esto era por el mes de agosto o septiembre de 1896. Los
isleños se ofrecen a los mambises diciendo que
querían vengar la muerte de sus familiares perpetrada por los españoles. El
coronel les dijo que allí se venía a luchar por Cuba, pero los isleños dijeron
que, por de pronto, ellos querían vengar la muerte de su familia; los aceptaron
aunque desconfiando de ellos y los mandaron a la intendencia, pero ante la
insistencia de los isleños por combatir para vengarse se les dijo que había que
arrancarles las armas al enemigo, cosa que hicieron en el primer combate.
Después, combatieron
tan bien que el coronel Figueroa llegó a nombrarles de su guardia personal, y
aunque nunca gritaron “viva Cuba”, juraron luchar por la causa cubana debido a
su odio contra los españoles. Por El Junquillo, entre Canasi
y Aguacate, cayó Fidencio en combate, aumentándose
con ello la venganza de los dos hermanos restantes. En el ataque a Catalina por las tropas de Figueroa, cae Antonio atravesada
la cabeza como su hermano, y una tarde en marcha para atravesar la línea del
ferrocarril, al pasar por el punto llamado Pita, donde cayera Aranguren, hubo
un enfrentamiento con la caballería española y allí cayó el último de los
hermanos Rodríguez, José, también su cabeza atravesada por una bala española.
Esta historia está escrita en el número 3 de la revista “Tierra Canaria”,
publicada en Cuba en mayo 1930.
Ya he leído estos días
que hay patriotas canarios de la diáspora que están escribiendo en el periódico
independiente, EL DÍA, y que piden responsabilidades políticas a los verdaderos
incendiarios de nuestros bosques que están en el gobierno autónomo de las
marionetas de CC y sus socios españoles. Hasta ahora la diáspora no ha jugado
el papel que les corresponde a las diásporas de otros países, sino que se han
conformado con las limosnas que le entregan las embajadas españolas o los
partidos autonomistas como Coalición de Constructores (CC), PNC o el Centro
Canario de Negocios (CCN), que llegan con sus talonarios de cheques buscando
los votos para las elecciones. Hay que organizarse como diáspora emigrada de
una tierra que está aún colonizada e influir para que los gobiernos de esas
repúblicas tomen posición en contra de la monarquía española, pero de una
manera clara, precisa y a niveles internacionales, aunque vaya contra sus
intereses de Estado o diplomáticos, como eso de tocar el himno nacional español
y el de la república americana en esta colonia africana de España.
El pasado miércoles
Hace unos años hubo un
incendio en el norte de Tenerife, y como se dijese que el monte fue incendiado
por un pirómano, al cabo del tiempo cogieron a un pobre discapacitado mental,
al que culparon de los incendios, y la gente con esto se quedó tranquila,
aunque la gente del pueblo sabía que era incapaz de encender un fósforo para un
cigarrillo. Ahora los del paulinato y sus amigos y
cientos de enchufados están como locos hablando de posibles incendiarios
fantasmas, pero ya la gente no se deja engañar y saben quiénes son los
verdaderos culpables de la desaparición de nuestros bosques, de la agricultura,
de la ganadería y todos los sectores productivos canarios, menos el de sus
amigos: los empresarios del turismo.
Pero los campesinos,
los ganaderos, la gente del campo en general, buscan culpables y se ponen a
reflexionar sobre el porqué de tanto desastre y la repetición del mismo, no
haciendo caso a los cantamañanas de los cabildos, ayuntamientos, gobierno
autónomo, Seprona y TV Canaria, ni a sus mentiras y
lloros de cocodrilo ni a las explicaciones y argumentos que dejan destilar en
las radios, periódicos y televisiones locales, pero no convencen a nadie, sobre
todo a aquellos que perdieron sus casas, ganado y medios de vida.
También la gente de
aquí y de la diáspora están indignados con la frase de Paulino Rivero cuando se
refiere a los parados en Canarias (unos 350.000), que dijo: los parados y los
sin trabajo tienen que aprender de nuestros abuelos, emigren, emigren.
Solo por esta frase,
diciendo a los parados canarios que desempolven la maleta de sus abuelos y emigren,
tendría que presentar inmediatamente la dimisión, por vergüenza, pero el
exalcalde de El Sauzal y actual administrador de esta colonia tiene ínfulas de
dictador y no se irá nunca sino cuando lo echen, como todos los dictadores, o
bien sus patronos caciquiles que lo colocaron ahí
para defender sus turbios intereses, o bien el pueblo indignado que se eche a
la calle como lo han hecho los pueblos colonizados, cuya solución es la
independencia, la cual no caerá del cielo como una fruta madura, sino que
tenemos que arrancarla del árbol del pueblo, zarandeando su tronco y cogerla
con las dos manos y después plantarla en una nueva tierra ya libre, donde
fructificará para nuestros descendientes la República Federal, Laica y Social,
donde ondeará libremente todos los días la bandera nacional canaria: la
Tricolor de las Siete Estrellas Verdes, creada hace ahora cuarenta y ocho años,
el 22 de octubre de 1964, en la ciudad de Argel.
¡Qué mejor ocasión que
esta fecha que se aproxima para salir todos los patriotas a las calles con la
consigna única de descolonización e independencia, demostrando a la corona que
el pueblo canario quiere su libertad e independencia, y que, a pesar de todos
los manejos de los colonialistas, autonomistas y servicios secretos españoles,
estamos unidos por nuestra libertad e independencia, porque la contradicción
que tenemos los canarios es la descolonización!
* Presidente
del partido Congreso Nacional de Canarias, brazo político del Movimiento
Africano de Liberación Nacional, el MPAIAC
Publicado en el periódico El Día, 25-08-2012