LUCHA TABAIBERA EN EL CAMPO.

 

Palos de muerte a nuestra agricultura y ganadería

 

Padre Báez

 

Los propietarios de la tierra no la pueden usar a su gusto; le han cambiado el uso de la misma sin su consentimiento, y se lo han impuesto. Antes se cultivaba y ahora -todo protegido- se asilvestra y llena de basuras (pinos, acebuches, retamas, tabaibas, escobones, etc.), que solo sirven para combustible, y ha convertido al gran tabaibal en un desierto reforestado estéril, que nada produce. Hay latente y por resurgir una conflictividad, ante abusos, multas, sanciones, etc., que está dormida y debe despertar.

 

El interior de la isla, y hasta sus misma costa, y desde la prehistoria de nuestra tierra, ésta siempre alimentó a sus habitantes; ahora, tenemos todo el territorio vacío de cualquier productividad rentable, porque nos han transformado el cultivo por “reforestación”, y cuando exportábamos de todo y a todos, todos han pasado a importarnos, para poder comer y sobrevivir, sin poder tocar nada de la tierra, ni a la tierra.

 

Desaparecen los ancianos, y con ellos el arte del cultivo y la ganadería que viene de atrás, desde que la cultura prendió en estas tierras con la llegada de los canariis (los guanches); que callan y mueren sin relevo generacional; derrotando -peor que en el siglo XV- de nuevo a los descendientes de aquellos de los que procedemos y venimos.

 

Pues hemos nacido aquí, y nos están sustituyendo por gentes que llegan de fuera en avión en número de millones, que nos destrozan y paralizan toda actividad agraria y ganadera, al considerar sector primario ahora al turismo. Y esta tierra, a pesar de ellos (los turistas), es nuestra y tenemos el derecho a su cultivo y a obtener de ella -como fue siempre- nuestro sustento y trabajo.

 

Hombres en parejas, vestidos de distintos uniformes, con gafas oscuras, lo vigilan todo, y han llenado de miedo a este territorio, sin que nada se haga contra este atropello. Son los que están dando palos de muerte a una agricultura y ganadería que siempre estuvo, y casi han desaparecido. Nos tienen asustados y con mucho miedo al campesinado. Están, poco a poco, ocupando y robando nuestras tierras.

 

La gran pena es que el gran colectivo de exagricultores y exganaderos no se agrupan para una lucha en defensa de lo que siempre fue y nunca dejó de haber dejado de haber sido. No hay organización alguna que los una, ni sindicato que los defiendan (los indignados son de capital y parques, no de campos y alpendres, ¡no se enteran!). Están ocupando nuestras fincas con matos o plantas estériles, y nadie dice nada.

 

Dicen tener como objetivo reforestar, y ¿qué pasa, no se puede hacer con higueras, castañeros, nogales, etc., como siempre así fue, que ahora lo que plantan no da comida, sino que daña y seca a la que la daba? ¿Qué ley ampara a que se robe tierra y el cabildo quiera ser el propietario de toda la isla, para inutilizarla y esterilizarla?, ¿y que hayamos pasado de una producción rica, variada y abundante,  a no producir nada?

 

Nadie se amotina, nadie ve el conflicto, nadie se manifiesta, no hay un nuevo Bartolomé de las Casas que defienda a estos pobres tabaiberos (antes canaritos), que nos siguen reduciendo cual si en siglos atrás viviéramos, sin dejarnos ser nosotros mismos, con nuestra tradición, identidad e idiosincrasia.

 

¿Cuántos alpendres vacíos, cuando son tan amigos de porcentajes y de estadística?, ¿cuántos campesinos han dejado el campo y se han venido a las periferias -obligados- de las ciudades y de los pueblos mayores, para verse obligados a delinquir y morir de aburrimiento y nostalgia, cuando no metidos en las drogas? ¿Por qué nadie alza la voz ante esta masacre del campo, que se vacía de lo que le es propio?

 

¿Por qué usted ya no es dueño de su terreno, y nada puede hacer sin permisos, que te los niegan todos y ni siquiera te contestan para no dártelos?, ¿por qué prohíben se trabaje donde el trabajo espera manos muchas, para llenarlos de riqueza, fruto y frutas? ¿Vivimos o no en una represión sin antecedente mayor, y única en la Historia de esta tierra e isla?

 

Y cuando el índice de precio casi imposibilita la comida normal, que se reduce al mínimo, el monocultivo del turismo es lo único que todos a una, los alcaldes, gobiernos y cabildos corean como la salvación de un pueblo que tendrá que emigrar para cultivar fuera lo que en los campos que aquí no se les permite. Y todo esto, frente a unas áreas comerciales que nos traen productos de fuera, cuando los nuestros -de tenerlos serían- son los mejores del mundo, como así lo prueba la historia, hasta no hace mucho. Hemos pasado a depender de todo y de todos, a coste de nuestra salud y vida.

 

Del pino, escobones, acebuches, etc., no se come, y es lo único que planta el cabido; de los otros árboles se come, y nada de eso nos plantan; un cabildo que se ha convertido en un gran latifundista, reduciendo a minifundios privados y particulares fuera de normativas que los desaparece, por ignorancia e incumplimiento de boletines oficiales, normas, reglas, decretos, leyes, recalificaciones, mapas, colores, etc., en una burocracia, propia para abogados y no para pobres “analfabetos”, a pesar de ser llamados por el mismo cabildo- sabios de la tierra.

 

Que teniendo la tierra más fértil del mundo, con el mejor clima del mundo, este pueblo tenga que abastecerse de todo lo que viene de lugares insalubres y de dudosa manipulación fitosanitaria, sin que nada se haga para parar este dislate, es algo que grita al cielo, de forma muda y callada; reprimida y castigada.

 

Nuestros niños engordan como cochinos dada la alimentación basura impuesta y obligada. Enfermedades desconocidas. Diabetes por un tubo. Desnutrición y vientres ya abombados. Nada producimos. Y el rector de la universidad (de largo nombre y corto nivel académico) hablándonos de los que pierden la memoria, ¿acaso no es lo mejor que nos pueda pasar para no sufrir viendo en lo que se ha convertido lo que antes fuera un vergel? Ahora: cañas, zarzas, retamas...

 

Ni millo para el gofio, ni trigo para el pan, ni papas para el plato de comida, ni leche (¡que vale menos que el agua!), que nos la traen de todas partes..., ya sin materia prima alguna para ninguna industria. Ningún medio denuncia esto que un servidor aquí expone en resumen apretado. Nos sustituyen cultivo por pinos y desaparece el ganado y se multiplica y se fomenta las jaurías.

 

El plátano y tomate que nos representaba, está en las raspas y exterminio. La superficie cultivada se ha reducido a una mínima expresión simbólica y testimonial, de forma privada y familiar. NADA PRODUCIMOS, TODO LO IMPORTAMOS. Cuando aquí se da de todo y más. Una tierra única y excepcional, muerta, vacía, estéril e invadida por la maleza, que borra todo camino, sendero, vereda, atajo...

 

Ninguna tesis ni investigación, a pesar de la universidad de largo nombre y corta ciencia (¡estudia a ballenas muertas!), sin que nos diga qué provecho se puede sacar u obtener de la leche de tabaiba, que producimos en cantidades inmedibles. Todo no es sino el monocultivo del turismo, que se sabe no deja sino basura (y se van en cuanto lo del Norteáfrica se normalice).

 

El campo está en manos de agentes policíacos, en ejércitos varios y distintos, que practican abusos según leyes salidas de oficinas capitalinas y de aulas en el aire, que desalojan al campesino de su medio, al prohibirles tocar sus propias tierras e impedir la recogida del fruto de sus árboles, si para ello tienen que limpiar un camino y cortar para ello alguna rama, por poner un ejemplo, o dejar libre su plantación sin valla, para que los roedores se coman lo que se planta para los humanos...

 

Usted no puede resguardar su propiedad, sino dejarla expedita para que en ella crezca lo que ya no le dejan arrancar, sin que sea lo que le mate el hambre, sino porque echa flores que embellecen el paisaje, paisaje que nadie mira, ni admira. Y no hay un campesinado fuerte y unido que repele estos abusos. Se expulsa del campo al campesino y se llenan sus fincas de retamas, pitas, beroles..., ¡y de lo dicho! Y fuerzas ambientales y otras lo persiguen y controlan cual si de un delincuente se tratara, por solo tratar de hacer lo que aprendió de sus mayores y viene de atrás, y de siempre.

 

Desde entonces hay muchas miles de personas en estado grave de pobreza y de miseria. Se está llevando a cabo, un desalojo del campo, sin que nadie intente frenar esta situación, a pesar de ser alarmante. Los hay que tienen que vender su tierra para pagar multas, por no cometer ningún delito, sino porque hay leyes que desconoce e ignora, y por aquello que el desconocimiento de las mismas no exime su cumplimiento, o pagas o cárcel.

 

Parece que el único que no tiene derecho es el campesino, a seguir en su campo. No se protege al campesino, sino el campo. Y el campesino se desplaza, al ser desalojado de sus libertades, sin que nadie le defienda. Salvo Cáritas, que ayuda a esta pobre gente que, rica en otro tiempo, ya no tiene ni una cabra (que ha de identificar; y si hace queso, ha de convertir en un quirófano el lugar para el mismo)...

 

Bolsas de comida, a cambio de abandonar y dejar la tierra, que los hartaba y convertía en ricos al tener de todo (¡y trabajo!). Cierto, que algunos vuelven tímidamente al campo, pero con tantos stops, por todas partes, que actúan a escondidas y de noche. Hoy el campesino llora de hambre y de rabia. No hay líder que los capitanee ni defienda. No se lucha. No hay guerra. Hay derrotados que se entregan.

 

La política se basa en quitar tierra, y de la tierra al campesino: lo llenan todo de pinos y deja crezca lo que el viento quiera y lo que los pocos pájaros -azules no hay ninguno- transporten (sin poesía alguna en ello). Contra los ejércitos que atacan el campo nadie combate en contra. Se entregan derrotados, sumisos besan los pies de los tiranos que los masacran.

 

Les quitan el agua y se la dan a campos de césped, diez veces más que la que consume la misma extensión de papas. Nadie lucha en esta guerra. Fincas que daban comida, ahora dan nada. Es una guerra perdida, no hay enemigos. Nos impiden cultivar. Nos quitan la tierra. La plantan de cardones (¡que también dan leche!).

 

Resumo:

Podemos cultivar y no nos dejan; los campesinos no están unidos para una defensa de sus interese (seguir cultivando, sin más); la gente va a vivir de la caridad cristiana; el gobierno y cabildo con los ajuntas y mientos solo ven turismo; los únicos que se mueven libres por el campo son los distintos miembros de guardianes y similares militarizados; los campesinos viven con miedo y asustados, por multas y castigos, por pliegos de descargos que nada consiguen, sino multas que no pueden pagar y si lo hacen no pueden comer después; los campesinos solo pueden mirar -sin tocar-, lo que antes era suyo; gobierno y cabildo fritos por comprarles sus tierras y plantarlas después de lo que ya sabemos; gente que dejó el campo por la construcción, y no los dejan volver a lo de antes, porque tienen protegido lo que nació o se creció en sus fincas, ahora impenetrables; nadie reivindica nada..., ¡y este pueblo solo calla y traga, y ni grita, ni se levanta!

 

Destacamos:

Desaparecen los ancianos, y con ellos el arte del cultivo y la ganadería que viene de atrás, desde que la cultura prendió en estas tierras con la llegada de los canariis (los guanches); que callan y mueren sin relevo generacional; derrotando -peor que en el siglo XV- de nuevo a los descendientes de aquellos de los que procedemos y venimos.

 

Pues hemos nacido aquí, y nos están sustituyendo por gentes que llegan de fuera en avión en número de millones, que nos destrozan y paralizan toda actividad agraria y ganadera, al considerar sector primario ahora al turismo. Y esta tierra, a pesar de ellos (los turistas), es nuestra y tenemos el derecho a su cultivo y a obtener de ella -como fue siempre- nuestro sustento y trabajo.

 

La gran pena es que el gran colectivo de exagricultores y exganaderos no se agrupan para una lucha en defensa de lo que siempre fue y nunca dejó de haber dejado de haber sido. No hay organización alguna que los una, ni sindicato que los defiendan (los indignados son de capital y parques, no de campos y alpendres, ¡no se enteran!). Están ocupando nuestras fincas con matos o plantas estériles, y nadie dice nada.

 

Ni millo para el gofio, ni trigo para el pan, ni papas para el plato de comida, ni leche (¡que vale menos que el agua!), que nos la traen de todas partes..., ya sin materia prima alguna para ninguna industria. Ningún medio denuncia esto que un servidor aquí expone en resumen apretado. Nos sustituyen cultivo por pinos y desaparece el ganado y se multiplica y se fomenta las jaurías.

 

Bolsas de comida, a cambio de abandonar y dejar la tierra, que los hartaba y convertía en ricos al tener de todo (¡y trabajo!). Cierto, que algunos vuelven tímidamente al campo, pero con tantos stops, por todas partes, que actúan a escondidas y de noche. Hoy el campesino llora de hambre y de rabia. No hay líder que los capitanee ni defienda. No se lucha. No hay guerra. Hay derrotados que se entregan.

 

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