Una nueva casta política: los austeristas
(PP-PSOE)
Juan
Jesús Ayala
Recortes y
más recortes; austeridad y más austeridad. Hay que recortar y ser austeros en
el gasto, en las exigencias, hasta las de la propia supervivencia.
Son estas cantinelas
del gobierno del PP como lo fue la del PSOE en los últimos tramos de su
mandato. Rajoy en la campaña prometió con entusiasmo inusitado que las cosas
iban a cambiar y que volvería la felicidad perdida. Pero apenas gana las
elecciones metió la tijera en todo lo que pudo y más, dando la sensación de que
aquellas promesas descansaban en dos planes: uno sustentado por una agenda
oculta que se debía a los mandatos de Bruselas, y otra perfectamente diseñada
desde "casa" para ir de una manera descarada y atropellada a
desmontar todo aquello que estuviera bajo la órbita de lo público para abrir
las puertas al nuevo escenario del negocio privado.
Con todo esto, lo que
se puede sacar de enseñanza en unas elecciones, sobre todo, en las pasadas, es
que tanto los que han dejado el gobierno como los que
lo detentan en la actualidad (PSOE-PP), los resultados que obtienen por sus
políticas a aplicar son las mismas. Aquí no ha cambiado nada, salvo que se va
con más velocidad hacia el precipicio y hacia la desmoralización colectiva, y
de paso favorecer que se instaure una sensación de miedo e inacción de los
pueblos, que, como diría Maquiavelo, es la mejor fortaleza de los tiranos.
La Europa social está
prácticamente agonizando. El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, en unas recientes declaraciones ya lo manifestaba
diciendo que quien dé marcha atrás en los recortes presupuestarios provocará
una sanción inmediata de los mercados. Con lo cual, o se sigue por la senda de
la austeridad auspiciada por los gobiernos austeristas,
o no hay nada que hacer, a no ser que la presencia del próximo presidente de la
República francesa al menos atenúe el derrumbe de esa Europa social que está
agonizando. Si el francés se acobarda y se le pone entre las cuerdas, entonces
se observará con más crudeza ya no la desazón de los estados, sino la
imprudencia de los políticos, que con sus engaños han atrapado a los
ciudadanos, que se verán obligados a poner en práctica nuevos estímulos que han
adelantado con revueltas y más revueltas (de momento callejeras) y que los
poderes públicos, o sea, el Estado, que tiene legitimada la violencia, podrá
actuar de la manera más contundente que decida.
Pero con fuerza no se
consigue nada, solo aplacar o retener ánimos que se recargan de manera
inmediata con mayor virulencia si cabe. Los austeristas
no son capaces, porque se les hace imposible, sacar del pozo donde han metido a
las economías de su país, por negligencia, falta de control o por incapacidad
manifiesta, y si lo que nos dicen es eso, austeridad y más austeridad y
crecimiento prácticamente nulo, porque todo se va en pagar lo que se debe, la
dirección hacia el abismo parece totalmente expedita.
Los austeristas son una nueva casta política que han creado los
mercados, que son los que han empobrecido a los países gobernados por gobiernos
timoratos y, por consiguiente, son los que controlan las finanzas, los que
siguen engordando con las flaquezas de los demás y que, además, premian a los
depredadores y causantes de esta patología social con indemnizaciones y
despidos millonarios. Contradicciones que cuesta soportar por los que desde
abajo, perplejos, no entienden nada de nada, y es que una de las tareas
pendientes de los austeristas es explicar (como todo
lo explican...) la teoría del fracaso (del suyo, claro).