Lucha
por la defensa y mejora de la sanidad pública
Arturo
Borges *
Cada seis meses, en un ejercicio de sado-masoquismo, nos fustigan y nos fustigamos con el
análisis de las nuevas cifras de las listas de espera, de sanidad, por
supuesto. De nuevo a vueltas con el indisimulable y
escandaloso aumento, con las triquiñuelas de maquillaje diversas, en un diálogo
de sordos o mejor dicho entre incompetentes e impotentes que sería el
diagnóstico acertado de la patología que aqueja a las partes en presencia.
Lo malo de esta
repetición sin fin, es que además de aburrirnos en todos los sentidos, damos
sostén a un círculo vicioso de difusión del deterioro manifiesto de la sanidad
pública, así como de que la impotencia lleve a sectores que aún se lo pueden
permitir, o si no pueden se está convirtiendo en una nueva vía para el
endeudamiento y empobrecimiento futuro de familias y personas, a acercarse a la
sanidad privada y dejar de tener la actitud de exigencia a los poderes públicos
de respuesta a las necesidades de la población.
Y es que la
alternativa, la forma de romper dicho círculo vicioso, es la lucha por la
defensa y mejora de la sanidad pública, por evitar que se la desmantele por
completo y por mejorarla día a día. La alternativa no puede ser la sanidad
privada, la privatización, hay múltiples razones para afirmarlo y hay muchas
medidas para evitarlo y para sacar adelante una sanidad pública, universal,
gratuita y de calidad.
En EEUU, paraíso de la
sanidad privada, los gastos personales y familiares en asistencia sanitaria
ante enfermedades graves son la primera causa de empobrecimiento, dado que les
lleva a vender las propiedades que puedan tener y a endeudarse hasta la ruina.
Por otro lado, hay que señalar que en la sanidad privada se clasifica a los
pacientes en rentables y no rentables y a estos últimos se les relega, no se
les presta la debida atención de calidad ya que son más costosos y no les sale
a cuento para la inversión ajustada a su criterio de máximo beneficio,
dejándolos para la sanidad pública que si es de beneficencia, como están
intentando los distintos gobiernos neoliberales, será de pésima calidad lo que
equivaldrá al abandono y aumento galopante de la mortalidad de estos pacientes.
También debemos
considerar que en la sanidad privada, como se ha demostrado en la tesis
doctoral de la médica catalana Elizabeth Janet, las "intervenciones de
dudosa indicación" son el triple o el cuádruple que en la sanidad pública.
Estamos hablando de diversos tipos de ellas, desde las famosas cesáreas hasta
las intervenciones para la detección y tratamiento precoz del cáncer. En la
referida tesis, al profundizar en esa notable diferencia en el número de
intervenciones, hasta el punto de estudiar los tejidos extraídos en ellas, se
obtuvo el increíble e indignante resultado de que se trataba de tejidos sanos y
se llegó a la conclusión en dicha actividad investigadora de que el exceso de
intervencionismo es puramente lucrativo, comportando los consiguientes riesgos de
secuelas y de complicaciones, incluso para la sobrevivencia de los pacientes.
Creo que lo apuntado supone un conjunto de razones
contundentes para luchar sin desmayo contra la privatización de la atención
sanitaria pública, y la mejor forma de hacerlo debe comprender la propuesta de
alternativas para su mantenimiento y mejora. Estas necesariamente deben pasar
por mejorar la financiación, pero no quedarnos en pedir dinero a Madrid,
porque, entre otras cosas, antes hay que garantizar que ese dinero es finalista,
es decir pura y exclusivamente para sanidad y no, como siempre ha sido, de
libre distribución por parte del Gobierno de Canarias que lo ha destinado a los
clubes de fútbol, al tranvía, etc.
Por otro lado, las CCAA tienen autoridad fiscal y pueden introducir impuestos
que han de ser la vía de mayor incremento de recursos a la sanidad y que eviten
recargar el déficit fiscal, debido a los que no pagan los impuestos que
debieran, en el usuario. Impuestos generales, basados en impuestos directos
progresivos, frente al fraude fiscal y la Reserva de Inversiones de Canarias e
impuestos finalistas para sanidad. Que pague más quien más tenga.
También es necesario mejorar la gestión,
racionalizando el gasto, es decir, evitando el despilfarro que pueda haber y reorientando
la inversión de esos recursos. En este sentido, se puede ahorrar (y reinvertir)
mucho dinero del gasto farmacéutico innecesario, del gasto innecesario en
tecnologías, de las consultas hospitalarias prescindibles potenciando las
consultas en atención primaria, de la reducción de la frecuentación a urgencias
hospitalarias aplicando estrategias de educación y potenciación de la red de
urgencias de atención primaria, de la reducción de la hospitalización
innecesaria, como la de pacientes crónicos en hospitales de agudos, incrementando
los centros de crónicos..., y muchas medidas más a corto plazo y otras a medio
y largo plazo que permitan avanzar hacia un cambio del modelo de atención a la
salud y a la enfermedad, desde el predominio de la medicina asistencial a un
modelo preventivo de salud pública, que entre otras cosas sería mucho menos
costoso monetariamente y con muchos menos efectos adversos para la salud.
Decididamente, prefiero hablar de alternativas que de
unas listas de espera fruto de la más absoluta incompetencia o ¿quizás habría
que decir de la más absoluta competencia neoliberal para desacreditar a la
sanidad pública y dar pie a las ofertas de la sanidad privada para hacerse
cargo de las mismas, de los pacientes que sean rentables, claro?
Viernes, 22 de febrero de 2013
*
Médico, portavoz del Foro Social
Canario por la Salud y la Sanidad Pública