Liderazgos

 

Juan Jesús Ayala

 

Se hacía un viejo y sabio profesor, entre otras cuestiones de difícil respuesta, la pregunta ¿dónde están los líderes? ¿Qué se entiende por tal? El interrogante le era casi imposible traducirlo en respuesta convincente porque ni siquiera la intuición se acercaba a donde los líderes pudieran estar. Hoy se titula líder a cualquiera o se hace líder a cualquiera, solo hace falta la propaganda sostenida por los medios económico puestos a tal fin, el estar en todos los saraos, levantar la voz por encima de los demás e instalarse en el alegato aunque suenen las cancaburradas por todos lados; con eso y un poquito más que se acompaña se puede decir que estamos ante un líder.

Discernir sobre su capacidad intelectual, tener conocimiento de todo aquello que ha hecho en pro del avance social, no estar sometido a una evaluación personal y saber de su sacrificio ante avatares y circunstancias adversas sobre las que ha actuado de diferente manera hacen que la vulgaridad del empecinado llegue a creerse que es un fenómeno aunque camine por los surcos del engaño y del egoísmo estúpido pensando que se está en el podium de los escogidos.

En estos tiempos, como diría el viejo y sabio profesor, la mediocridad es la que domina, disfrazada de engolamiento, de estiramiento, de miradas por encima del hombro, de perdonavidismo, de simplismo que hace que estos que se creen líderes marquen la diferencia con el resto de los mortales que, según piensa, son incapaces de llegar hasta donde él ha llegado.

Si tantos líderes existen en el planeta y que se lo creen, ¿cómo es posible que se esté dando tumbos en manos de los "crac"? De todos aquellos que pasan por la comedia de la vida saineteando y haciéndonos reír desde le patio de butacas mientras ellos se pavonean como los únicos que han podido ser elegidos por su preclara inteligencia, capacitada para los desaguisados y para seguir a las órdenes de los poderosos que se ríen de ellos a mandíbula batiente porque saben que no pasan de ser simples marionetas.

Pudiera acontecer que este disparate social se arreglara por sí solo, o con la presencia de algún arquetipo que ilusionara, que fuera consecuente, que dejara atrás viejas rémoras y vicios intelectualoides adquiridos en la mezquindad de un pensamiento romo.

Pudiera ser que el cansancio originara el espécimen que se erigiera en presentar batalla a la ramplonería, que tuviera consigo un equipo suficientemente entrenado para que no solo apareciera el liderazgo de uno solo sino de un grupo cohesionado y capacitado al menos para cantar las cuarenta.