Lealtad
«.» Rafael
Ramírez Carreño
[... Sigo convencido de que es mi responsabilidad y mi lealtad a Chávez alertar de los peligros que confronta nuestra revolución..]
Lealtad
- Este es uno de los principios fundamentales de un revolucionario, debería ser
de toda persona, siempre que sea honesta. Junto a la honestidad, así como, la
perseverancia, la coherencia con una idea, cuando las mismas se asumen como una
forma de vida en la conducta y el relacionamiento diario, entonces siempre
estaremos en la posibilidad de actuar de la forma correcta, de ver a la cara, a
los ojos, sin dobleces, sin mentiras, con suficiente moral para que la palabra,
la promesa, la esperanza, expectativas o confianza tenga valor. El valor de la
palabra empeñada, del juramento hecho, de la vida compartida.
Cuesta mucho, para saber quién es una persona, tanto en términos políticos
como personales, su trayectoria, la coherencia de su actuación, de qué grupo
humano proviene, cuáles han sido los riesgos asumidos en la defensa de sus
ideas, con quién ha trabajado, cómo ha sido el desempeño y si ha sido una
persona leal a sus principios, palabra y a los que han confiado en él.
Provengo de una familia venezolana, de profesionales ucevistas, imbuidos del
pensamiento liberador de la derrota de la Dictadura Perejimenista y luego
militantes revolucionarios, durante los duros años del fragor guerrillero. En
mi hogar, crecimos rodeados de heroísmo, amor y combate: mi padre guerrillero,
con su temple trujillano y mi madre con su pasión por las ideas y su dulce
fervor margariteño. Mi hogar fue el crisol de mis convicciones políticas y de
mi formación como ser humano.
En aquellos años, duros, de entrega, las convicciones políticas costaban la
vida, como sucedió con Felipe Malavé, los hermanos Pasquier, Fabricio Ojeda y
tanto otros patriotas, que pagaron caro su lealtad a las ideas del socialismo.
En el caso de mi familia, vivimos en carne propia los allanamientos, las
persecuciones, el más absoluto cerco e incluso, la amenaza permanente contra
los miembros de la familia, muchos de los cuales sufrieron la tortura y la prisión,
eran tiempos del fascismo, tiempos que espero nunca vuelvan.
Entré a la lucha política a los quince años de edad, cuando comencé a
militar en el PRV-RUPTURA, partido revolucionario que provenía del FLN-FALN y
que, para mí, era la continuación lógica del esfuerzo de mi padre. Eran
tiempos difíciles, de reflujo político para la revolución luego de la derrota
de la lucha armada, de las posiciones de izquierda en el país y la consolidación
y expansión de la Cuarta República.
El país estaba sumido en la vorágine de un sistema profundamente entreguista y
corrupto, que deformó toda la conducta y composición de nuestra sociedad, con
las élites y las transnacionales apropiándose de la inmensa renta petrolera,
que fue entregando nuestros recursos naturales, nuestras riquezas y condenando a
nuestro pueblo a un proceso brutal de empobrecimiento y marginación de todos
los aspectos económicos, sociales, y culturales. La juventud de hoy ni tiene
idea de lo que significó la Cuarta República en términos de destrucción y
entrega de nuestra patria y confiscación del futuro para nuestras grandes mayorías.
Además, la izquierda estaba derrotada política e ideológicamente, sus
partidos devinieron en parte del sistema, negociando cuotas marginales del poder
y los más consecuentes, se extraviaron en teorías liquidacionistas y
anarquistas, transformándose en grupos románticos que no implicaban ningún
riesgo para el sistema. A nivel mundial, sólo Cuba se mantenía leal a las
ideas del socialismo, aislada, luego de la caída del bloque soviético y la
derrota de la Revolución Sandinista. El Capitalismo globalizado, se proclamaba
victorioso con su tesis del ¨fin de la historia¨. Sus expresiones violentas en
el mundo, ahora con toda la supremacía militar y política, dieron inicio a la
desestabilización del Medio Oriente.
Nosotros, los revolucionarios, estábamos en nuestro propio desierto, en
absoluta minoría, resistiendo cada uno a su manera, haciendo trabajo político
en difíciles condiciones, desarticulados, sin dirección, sin plan.
Los sucesos del 27 de febrero del 89 en Caracas y la violenta respuesta de la
burguesía, masacrando al pueblo en los trágicos eventos del “Caracazo¨ con
sus miles de muertos, fue la confirmación de que algo muy grave estaba
ocurriendo en nuestro país, que lo que nosotros predicábamos en las calles de
manera aislada y sin conexión orgánica con el mismo, lo sentía y sufría el
pueblo en su vida cotidiana y se expresó en un rechazo, una explosión violenta
que tomó por sorpresa a todo el estamento político del país, incluyendo a la
izquierda.
A pesar de la supremacía del control político del que se jactaban los partidos
AD y Copei, de la manera abusiva y desproporcionada con la que se ejercía el
poder en todas las instituciones del Estado, a pesar de la impunidad con la que
actuaban las élites con su grosera y extendida corrupción y destrucción del
país, a pesar de que ya habían entregado PDVSA y el petróleo durante la
apertura a las transnacionales, a pesar de que se sentían seguros y confiados
de su invencibilidad, se les estaba derrumbando el país en sus propias narices.
No se percataron, en su prepotencia, que el movimiento Bolivariano crecía y se
fortalecía en el seno de nuestras Fuerzas Armadas, en su ejército, liderados
por el Comandante Hugo Chávez.
Es una máxima a la que se debe prestar atención: en política lo más
peligroso es lo que no se ve a simple vista.
Por eso la rebelión del 4 de febrero, el ¨por ahora” del Comandante Chávez
y la arrolladora campaña que lo llevó a la presidencia, nos convocó a todos,
a todo el pueblo, al más pobre, y a la mayoría de los militantes de izquierda.
El Comandante congregó a lo mejor del país, a todas las fuerzas progresistas.
En mi caso, me sumé al proceso junto al resto de los compañeros que quedaban
del PRV para apoyar al Comandante, como creo que hicimos todos. Era difícil,
había mucho control del miquilenismo, se trataba de imponer un cerco. Mi padre
fue el primer Comisario del Ministerio de Energía y Minas en PDVSA, en tiempos
de revolución con nuestro querido amigo de la familia, Alí Rodríguez quien
era el ministro. Los “Informes del Comisario” fueron la primera prueba
fehaciente del desastre de la vieja PDVSA.
En septiembre de 2000, fui nombrado Presidente fundador del Ente Nacional del
Gas, organismo regulador del sector. Redefinimos la estrategia de la apertura
para preservar bajo control del Estado Venezolano, nuestros inmensos recursos
gasíferos. Inició así, la confrontación de visiones y políticas con la
vieja PDVSA, eran tiempos de Guaicaipuro Lameda, ya estaba en marcha la
conspiración contra el Comandante Chávez. Alí Rodríguez salió a Viena a la
Secretaria General de la OPEP, lo cual indicaba que se imponía el peso de la
vieja PDVSA.
Fui incluido por el Comandante Chávez en la Junta Directiva de PDVSA liderada
por el Dr. Gastón Parra. El Comandante ya me conocía por mi desempeño en el
sector gasífero y por intermedio de mi respetado amigo Adán Chávez, a quien
conozco desde nuestros años de militancia política en la Universidad de los
Andes.
El golpe de Estado nos encontró a nosotros desde La Campiña defendiendo
nuestra posición, como había sido la instrucción recibida, ya que el golpe
del 11 de abril vino antecedido por una tremenda movilización de la llamada ¨meritocracia¨
petrolera que había entrado en desacato a las decisiones del Comandante Chávez,
en cuanto al nombramiento de la Junta Directiva de PDVSA.
El 17 de julio de 2002, el Comandante me llama como Ministro de Energía y
Minas, posición en la que permanecí a su lado hasta su partida. A partir de
2004, también me designó al frente de la Presidencia de PDVSA. Es curioso que
el Comandante tomara esta decisión a pesar de los celos que él sabía generaba
en algunos compañeros. Nunca le pedí al Comandante ninguna posición, ni cargo
político. Nunca he tenido ni plan propio ni grupos, mi plan era y es junto a Chávez.
Fue siempre su decisión y tengo ese inmenso honor en mi vida, ser depositario
de la confianza y el afecto del Comandante Chávez, no es poca cosa, yo no sé cómo
eso puede molestar a nadie del campo Bolivariano. Para mí, ha sido y será un
gran honor que siempre he sabido llevar con humildad, que jamás he utilizado
para un propósito distinto que no sea el de profundizar en el trabajo y en
nuestra revolución y que defenderé hasta mi muerte.
El Comandante, en los momentos más difíciles, donde el enemigo arreciaba con
sus ataques despiadados contra mi gestión, mi nombre y mi honor, siempre salió
en mi defensa, incluso durante la última campaña de 2012 me ratificó en público,
en dos oportunidades. Esta confianza lo que hacía era multiplicar mi compromiso
y reforzar mi lealtad infinita hacía él y lo que él representa para nuestro
pueblo.
Desde las altas responsabilidades que me confiara el Jefe de Estado, el Jefe de
nuestra Revolución, me desplegué en lo que consideré mi deber ineludible y mi
contribución más importante a la consolidación y profundización de nuestra
revolución, además de lo que considero la única manera de que nuestro país
tuviese la posibilidad de dejar de ser un satélite dependiente y atrasado y
alcanzar su pleno desarrollo e independencia: tomar el control sobre el manejo
soberano de nuestro petróleo.
Lo primero, participar activamente en la derrota del Sabotaje Petrolero. Ya yo
era el Ministro y Alí el Presidente de la empresa, ambos trabajamos
estrechamente como miembros del Grupo Colina. Recayó sobre nosotros y nuestro
grupo el restablecimiento de las operaciones y funcionamiento de nuestra
empresa, en la batalla, que liderada por el Comandante Chávez, no sólo permitió
derrotar el intento criminal de la ¨meritocracia¨ petrolera, de la ¨Gente del
Petróleo¨ y las transnacionales involucradas en el segundo intento de derrocar
al Gobierno Bolivariano, sino que nos permitió refundar nuestra empresa
nacional, capturada por el interés transnacional y crear la Nueva PDVSA.
A partir del rescate de la industria petrolera y la creación de la Nueva PDVSA,
el Comandante Chávez encontró el más fuerte aliado para pasar a la
contraofensiva popular, luego de la desestabilización política-económica
intentada por la derecha luego del golpe de Estado de Abril: Sabotaje Petrolero
y Plaza Altamira.
Inmediatamente se fueron creando y activando las Misiones sociales: Misión
Barrio Adentro, Misión Robinson, Misión Ribas (que me correspondió
coordinar), Misión Sucre, Misión Alimentación, solo para mencionar las
iniciales. Luego vendría la Gran Misión Vivienda Venezuela, los recursos para
el desarrollo de nuevas Universidades, infraestructura de salud, trenes,
puertos, las grandes obras. Fue la primera vez que utilizamos la renta petrolera
para ponerla al servicio del Pueblo, de manera directa, a su favor. Saldar la
deuda social acumulada por décadas era la prioridad de la revolución, lo
hicimos.
A la vez, iniciamos la ofensiva para desmontar la nefasta Apertura Petrolera.
Comenzamos el proceso de migración de los ilegales Convenios Operativos a la
figura de Empresas Mixtas contempladas en la Ley Orgánica de Hidrocarburos,
restablecimos el Control de PDVSA sobre 500 mil barriles días de producción
que habían sido entregados a los privados. Ajustamos el pago de regalías del
1% al 33,33 % establecido en nuestra Ley, igual hicimos con el pago de impuestos
petroleros, de la tasa de 14% al 50% de la Ley.
El primero de mayo de 2007 tomamos el control de la Faja Petrolífera del
Orinoco, tras el decreto de nacionalización del Comandante Chávez. Allí
estuvo el Comandante con miles de trabajadores petroleros, el alto mando, el
gobierno bolivariano y el pueblo en el más extraordinario acto de reafirmación
de nuestra soberanía patria. A partir de allí, logramos certificar las
reservas de la Faja Petrolífera, convirtiéndonos en el país con mayores
reservas de petróleo del planeta, acabando con la estafa del bitumen que
convertía nuestra riqueza petrolera en una montaña de carbón.
Luego, vino toda la ofensiva política internacional: Petrocaribe, Cuba, Brasil,
Argentina, Uruguay, Nicaragua, Paraguay, Bolivia, Ecuador, una presencia y frenética
actividad política-petrolera en nuestra región. Luego vendría China, la
Federación Rusa, Vietnam e India. Diversificación de nuestros mercados,
alianzas estratégicas, apoyos financieros y políticos y cooperación tecnológica,
en la defensa nacional.
La empresa la restablecimos en todas sus capacidades operativas, recuperando
todas las capacidades que habían sido privatizadas y que mermaban nuestra
integridad operacional y vulneraban nuestra seguridad, como se demostró en el
sabotaje petrolero: Nuestro servicio informático, el cerebro de PDVSA, nuestra
información geológica, nuestros propios buques de transporte, las operaciones
en el lago de Maracaibo, las operaciones de procesamiento de gas, taladros,
equipamientos y servicios propios, fabricación de tuberías, válvulas, reducción
del uso de divisas, diversificación tecnológica, creación de empresas de
servicios, nacionales.
PDVSA logró, como brazo ejecutor del Ministerio de Petróleo, completamente
renovado y en pleno ejercicio como formulador y asiento de la política
petrolera en el país, captar más de 480 mil millones de dólares de la renta
petrolera. Con un precio estable, atendiendo y coordinando permanentemente con
nuestros hermanos de la OPEP, fiscalizando, recuperando el ingreso fiscal
petrolero, manteniendo nuestra producción en los niveles establecidos de 3
millones de barriles día.
Probablemente lo más importante fue la participación activa de los miles de
trabajadores de la Nueva PDVSA en el proceso político-revolucionario y el
trabajo al lado del pueblo y sus problemas y necesidades sociales. Era una
fuerza de Chávez, de la Revolución, del Pueblo. Insisto, hay que protegerla y
defenderla, vaya mi saludo a todos los trabajadores y trabajadoras de PDVSA.
Saldremos adelante de los complejos problemas que confrontamos.
Me he visto obligado a renunciar a mis responsabilidades representando a nuestro
país ante las Naciones Unidas, para mí no resulta fácil, más aún cuando la
solicitud del Presidente de entregar el cargo está directamente vinculado a las
opiniones políticas y advertencias económicas que he hecho por esta vía. Sigo
convencido de que es mi responsabilidad y mi lealtad a Chávez alertar de los
peligros que confronta nuestra revolución. Después de tanta lucha en áreas
tan estratégicas para el Estado Venezolano, resultaría un error pretender
apartarme o neutralizar mis opiniones. Perdemos todos, gana la derecha.
Lo asumo como una etapa de nuestro proceso que tenemos que superar. Debe
imponerse una profunda reflexión y discusión en el seno de la Revolución para
sobreponernos a cualquier interés grupal o mezquino, el enemigo está a las
puertas y podríamos perder todo lo que hemos logrado con el comandante Chávez.
Sería un retroceso brutal, la burguesía no puede volver a gobernar nuestro país.
Hice mi renuncia pública porque quiero que el pueblo todo se entere de mis
razones, que son todas legítimas. El enemigo actúa tratando de azuzar el odio,
una defección o claudicación a mis principios, no me conocen. Siempre actuaré
apegado a mis ideales revolucionarios, necesitan mucho más que una etiqueta
infame como la que posicionaron los nuevos campeones de la política: los robots
de los tuiters y los palangristas de siempre. Que no se imponga la descalificación
y la miseria humana, ya pasamos por eso en la Cuarta.
No, acá se impone la seriedad y el respeto. Yo reitero mi respeto por el
Presidente de la República y por todos mis compañeros de tantas luchas y tanto
tiempo al lado del Comandante pero también exijo respeto a mis posiciones y que
las mismas sean asumidas como la voz de un revolucionario que tiene muchas cosas
que decir y que jamás levantará la mano, ni su palabra contra Chávez, ni la
revolución Bolivariana. Venceremos.
Rafael Ramírez Carreño -
Fuente: - www.aporrea.org/ideologia/a256313.html